POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
Hubo, a finales de agosto, un par de días de lluvia y frío, pero, justo es decirlo, el tiempo volvió a mejorar para despedir el mes con bonanza. Y con agosto despedimos, también, a María Amparo Parajón González, que nos dejó, el sábado 29, en la Residencia Los Laureles, de Bimenes. Vecina de Cezosu, Nava, María Amparo, que contaba 72 años, era viuda de José Antonio Sánchez Díaz, “Antón”, con el que tuvo dos hijas, Loly y Laura.
Y comenzó septiembre con predominio del buen tiempo, en general, a la expectativa, en lo principal, de lo que la fluctuante e impredecible evolución de la pandemia determine. No obstante, animado del mejor talante, y con la nostalgia correspondiente, paso a recordar que, allá por los sesenta del pasado siglo, la mocedad de entonces asociaba este tiempo con aquella canción de una película que decía que ”Cuando llegue septiembre todo será maravilloso”. Aunque, incluso en el campo de la canción, es posible encontrar otra visión sobre este tiempo menos dulce, y quizá por ello menos escuchada, como aquella titulada “Melancolía en septiembre”, que cantaba Peppino di Capri, y que venía a ser como una despedida del verano que terminaba, y un adiós a los momentos felices disfrutados durante el mismo.
Intuyo, en este sentido, que este verano tan diluido y descafeinado va a presentar muchas dificultades a la hora de ser recordado en el futuro. Atrás quedó el día 8, fiesta de la Natividad de la Virgen y Día de Asturias, como quedaron, igualmente, la fiesta de la Consolación, en Purnea, (de cuya capilla conoce bien la historia mi amigo Marino Zapatero), o sea la del recordado “Pinín”, a la que, por cierto, acudíamos caminado en grupo desde Ceceda cuando éramos guajes, o la del Carmen de Paraes, en donde, cuando la luz todavía no había llegado a aquellos pagos, existía la costumbre de que los romeros, al oscurecer, bajaran hasta Nava, en alegre comitiva, para celebrar aquí la verbena, según me tiene contado María Amparo Cobián, entre otras personas.
Por otra parte, el Europa ha vuelto a entrenar, mientras el Oviedo y el Sporting empezaron a disputar un campeonato al que, por ahora, le falta el calor del público, indispensable en un deporte como el fútbol. Tampoco se celebrará, este año, la clásica ciclista de los Puertos Esmeralda. Ahora bien, la que llegó temprano, como siempre, fue la Lotería.
También, en esta primera quincena, hubo que lamentar faltas. La primera, acaecida el viernes 4, fue la de Maximino Posada Sastre, Mino, que finaba en la Residencia Palacio de Tiroco, en Siero, a los 86 años. Mino, que era vecino de Sierra, parroquia de El Remediu, estaba casado con Adela Díaz Fernández, de cuyo matrimonio fueron fruto dos hijos, Elena y Gonzalo.
Y la segunda tuvo lugar el sábado 5, cuando el que nos dejaba, en su domicilio de El Llendón, Nava, era Mariano Chamorro Peruyero, a los 57 años. Mariano, que regentaba la empresa Legumbres La Güela, y estaba casado con Monserrat Suárez Fernández, con la que tuvo una hija, Nerea, descansa en el cementerio parroquial de Villamayor, Piloña.
Nos acercamos, pues, al comienzo del otoño, con las limitaciones conocidas y preocupados con todo lo concerniente al protocolo, que es la palabra del momento, en la acepción, en este caso, de secuencia detallada de un proceso de actuación médico-sanitaria. Y menos mal que, hasta la fecha, hemos podido disfrutar de un tiempo excelente, que viene a prolongar, en cierto modo, el verano, aunque los días, cómo es natural, se van acortando.
Publicado en La Nueva España. Viernes, 25 de septiembre 2020, pág. 10.