POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El Carnaval, al margen de la Cuaresma, es la fiesta en que los hombres se disfrazan de mujeres, y no al contrario; a ellas sólo la literatura se ocupó de disfrazarlas de hombres: para escribir lo hicieron George Sand, las Brönte, Fernán Caballero, George Eliot…; para buscar al seductor escribió Tirso “Don Gil de las Calzas Verdes”; para proteger al amado leed “Pagar en propia moneda”, de Guillén de Castro; para vengar una injuria, “La negra por el honor”, de Moreto; por ambición de poder, “La hija del aire”, de Calderón; para buscar a Dios, “La adúltera penitente”, de Rojas; para huir de algún peligro, “La hermosura aborrecida”, de Lope de Vega; para defender a la patria, “La Doncella de Orleans”, de Zamora; para cobrar una herencia, “Cornelia”, de Timoteda; para vestirlas desde pequeñas, “Lo que puede la criança”, de F. Villegas… Pero hablo de literatura; en Carnaval sólo hay faldas, y debajo pichas.
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