POR JESÚS MARÍA SANCHIDRIÁN GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE ÁVILA
19. LA MULTIPLICACIÓN DE LA IMAGEN.
Hacia 1889, en Alemania se imprimen seis fototipias o fotografías litografiadas de gran formato con vistas de Ávila, y los templos de San Vicente y San Pedro, y la Academia de Administración Militar bajo la firma de Aufgen V.M. Junghäendel – Lichtdruck von Römmier un Jonas, K.S. Hol-photog destinadas a los viajeros adinerados que se entusiasmaban con la arquitectura y el arte españoles. La buena calidad de las imágenes y de las reproducciones contribuyó a revalorizar los monumentos abulenses en media Europa, de ahí que la vista de la ciudad desde los Cuatro Postes recobre especial renombre como concepción típica de lo que es una ciudad medieval.
Efectivamente, como ya hemos dicho, la buena calidad de las reproducciones y su relativo bajo coste sirvió para aumentar el nivel de difusión de las imágenes de una manera extraordinaria, y con ello promocionar la ciudad. Las fototipias de Ávila de Lichtdruck von Römmier un Jonas se hicieron siguiendo la misma técnica que la casa editorial ya había utilizado en 1875, y la vista de la ciudad desde los Cuatro Postes tiene la misma perspectiva que las fotografías de Laurent, Alguacil y Lévy, lo que la convierte ya en una vista universal.
Los nuevos avances tecnológicos en la industria de las artes gráficas permitieron la multiplicación de la imagen con una calidad excelente, como hemos visto con las fototipias alemanas de Lichtdruck von Römmier un Jonas. Otro de los mejores exponentes “fototípicos” que tuvieron mayor difusión fueron las fototipias que en 1894 hicieron Hauser y Menet, entre las que sobresalen sendas vistas de la ciudad desde los Cuatro Postes y el arrabal del puente, las cuales fueron reeditadas en 1895 y comercializas también como tarjetas postales en 1897 y 1901.
Las vistas de Ávila se vendieron como láminas sueltas por entregas y agrupadas en el volumen titulado España ilustrada, mereciendo especial mención las cinco fototipias de Hauser y Menet publicadas en 1894 por Repullés en su libro dedicado a la Basílica de San Vicente.
La sociedad Hauser y Menet responde al nombre de los empresarios suizos Adolfo Menet Kursteiner y Oscar Hauser Mueller, especialistas en imprenta y fotografía, quienes pronto supieron popularizar el nuevo producto fotográfico que revolucionó la multiplicación y difusión de las imágenes a finales del siglo XIX, la tarjeta postal, convirtiéndose con ello en la más importante empresa editora de tarjetas de todos los tiempos, con una tirada mensual de quinientos mil ejemplares en 1902.
De los talleres de Hauser y Menet salieron entre 1897 y 1904 veinticinco vistas de la ciudad de Ávila, de las cuales diez, fueron realizadas por el fotógrafo Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo, Káulak, uno de los creadores de la tarjeta postal artística. Káulak, sobrino del que fue Presidente de Gobierno Antonio Cánovas, contaba que «con dos series de tarjetas que había hecho a partir de sus propias fotografías había vendido en apenas un año veinte mil ejemplares”, lo que prueba el éxito y la popularidad de este nuevo producto asequible a cualquier bolsillo, era lo que se ha dado en llamar “la democratización de la imagen».
Káulak también editó dos series más sobre Ávila en la fototipia Laurent, donde el tema central de las fotografías eran unos “monaguillos traviesos” en el claustro de la catedral.
Las fotografías impresas por Hauser y Menet, junto con las de Laurent, fueron durante décadas la imagen con la que se identificó Ávila, siendo utilizadas como ilustración de numerosas publicaciones. Y entre las distintas vistas de la ciudad, los Cuatro Postes y su entorno (el puente sobre el Adaja y sus arrabales, San Segundo y las Murallas) ocupan un lugar destacado.
20. A PRÁXEDES M. SAGASTA EN RECUERDO DE ÁVILA.
Fijar la ciudad en imágenes y obsequiar las mismas al Presidente de Gobierno fue una forma de ofrecer esta tierra al resto de España. Y esto fue lo que debió pensar Rafael de Sierra allá por el año 1896. Para ello reunió medio centenar de vistas de los monumentos y escenarios más importantes de Ávila tomadas todas por un único fotógrafo, dada su uniformidad técnica, con las que confeccionó un álbum encuadernado en cuyas tapas mandó imprimir en letras doradas A Don Práxedes M. Sagasta. Álbum de fotografías de Ávila. Recuerdo de Rafael de Sierra. Nada sabemos sobre el autor de estas fotografías, pues Rafael de Sierra sólo debía ser su propietario, tan sólo hemos encontrado datos de terceros poseedores o intervinientes en nuevas reproducciones.
Como ejemplo de esto último cabe decir que algunas de las fotografías del álbum aparecieron publicadas en El Eco de la Verdad de 1896 sin identificar autor, en la Guía de Ávila de Antonio Blázquez del mismo año, donde creemos se atribuyen a su propietario José Tomé, y en la guía de Romanillos de 1900, en la que se apunta que los fotograbados se deben a la colaboración artística de Ángel Redondo de Zúñiga, si bien entre estos algunos fueron realizados por Lucien Lévy.
Entre los temas fotográficos incluidos en el álbum de Sierra destacamos aquí las vistas referidas a los Cuatro Postes y su entorno, rubricadas con los siguientes títulos: “Vista panorámica de la población y de los cuatro postes”, “Muralla medio día y Puente sobre el Río Adaja”, “Muralla y Castillo de San Segundo”, “Iglesia de San Segundo, la primera que se construyó en Ávila”, y “Murallas, grupo de Castillos de Poniente y Mediodía”. Como vemos, esta parte de Ávila ocupa un lugar preeminente en la percepción de la ciudad que se quiere contagiar, lo mismo que nos ocurre a lo largo de estas líneas.
El Presidente Sagasta (1825-1903) solía visitar Ávila con cierta frecuencia, de ahí la justificación del entrañable regalo fotográfico de Rafael de Sierra, y se le podía ver con frecuencia en verano en su casa de la plaza del Mercado Grande, lugar donde fue retratado por fotógrafo de la aristocracia madrileña Christian Franzen. También acudía Sagasta a la ciudad a descansar y le gustaba pasear por su finca “La Palenciana”, tal y como anunciaba la revista Nuevo Mundo en 1990 bajo una fotografía del propio Sagasta.
21. A LA BÚSQUEDA DE IMÁGENES.
Ávila es visitada continuamente por fotógrafos transeúntes en busca de imágenes monumentales, aprovechando las facilidades que presenta el ferrocarril. También acuden fotógrafos retratistas que compiten con los fotógrafos locales, de los que apenas quedan testimonios, salvo por los datos que aportan los cartones en los que montan las fotografías.
Tal es el caso de Manuel Soler Salas, nacido en Barcelona, aprendiz de escultor y condiscípulo de Benlliure, aprendió el oficio con el fotógrafo madrileño Matéu y trabajó como ambulante por los pueblos manchegos, estableciéndose después en Cuenca y finalmente en Madrid. Manuel Soler llegó a Ávila y los pueblos de los alrededores en la década de 1890, donde retrató grupos escolares y familiares, pues las vistas de monumentos como las Murallas no le debían parecer rentables.
De finales del siglo XIX existen una serie de fotografías sueltas reproducidas en papel a la albúmina pegadas sobre un duro cartón y marco dorado. Su autor es desconocido, pero bien pueden formar parte de antiguas colecciones particulares de un selecto grupo de personas especialmente sensibilizadas con el arte fotográfico y le patrimonio histórico cultural, de Ávila, como lo eran los arquitectos Isidro Benito y Enrique Mª Repullés, el contratista y académico Antonino Prieto, y el pintor y médico Manuel Sánchez Ramos.
En este fondo disperso de fotografías anónimas abundan las vistas de la ciudad contemplada desde los Cuatro Postes y su entorno, y entre ellas reproducimos sendas imágenes que reflejan al rica arboleda de chopos que rodean la fábrica de harinas con las murallas al fondo, y otra de un grupo de niños en el puente sobre el río Adaja.
Por otra parte, en estas fechas, a partir del 1 de enero de 1899, comienza en Ávila la publicación del semanario titulado La Ilustración Abulense con notables fotograbados donde la ciudad vista desde los Cuatro Postes aparece como un perfecto resumen de su historia.
Ya en los albores del siglo XX, Ávila recibe la visita de un viajero ilustre que recorre la ciudad a medio día y a pleno sol cargado con su equipo fotográfico. Este singular personaje que retrata los monumentos y las gentes era Alois Beer, un fotógrafo austriaco autodidacta premiado en exposiciones internacionales, que trabaja para la Corte Real del imperio y viaje por el mundo para recoger imágenes de tipos y costumbres con los que ilustrar libros de arte y viaje.
Entre las fotografías que toma Alois Beer en 1900 destaca una vista estereoscópica «desde la Cruz de Piedra sobre el Adaja, el sitio justo para admirar el panorama de la ciudad», se apunta en la guía de Mayer, así como otras vistas del puente “romano”, del convento de La Santa, de la Basílica de San Vicente, y de la puerta de la Muralla de San Vicente. Ávila, «nacida en la desértica meseta castellana, protegiéndose de forma orgullosa y altiva con su abrigo de muralla, se encuentra en un trapecio oblongo en el lomo de una montaña plana que cae de forma abrupta hacia tres lados. Sólo el Adaja, que discurre por el oeste, lleva algo de vida a esta naturaleza rígida», dice A. Mayer.
22. CATALOGANDO MONUMENTOS.
El 30 de julio de 1900 pudo verse bajar desde la estación del ferrocarril a un joven granadino cargado con una maleta y un flamante equipo fotográfico. Venía dispuesto a retratar y estudiar la historia monumental de Ávila, se llamaba Manuel Gómez Moreno y acababa de dejar sus clases como profesor de arqueología en el Sacromonte de Granada. «Sus primeros ensayos fotográficos resultaron positivos; monta su laboratorio en el cuarto de la fonda donde se hospedaba y va revelando lo hecho, con pocos fallos. Alguna vez se le ha ocurrido dejar abierta la máquina para una foto difícil por falta de luz y volver a cerrarla después de comer con excelente resultado».
Fruto de este intenso viaje por Ávila y su provincia fue el «Catálogo Monumental de la Provincia de Ávila», en cuya elaboración Gómez Moreno consultó los archivos existentes y, entre otras, las obras de Cianca, González Dávila, Ariz, Ayora, Madoz, Repullés y Quadrado, apoyándose también en sus propios dibujos y fotografías, y en las disponibles en aquella época de autores como Laurent, Alguacil, Lacoste y Hauser y Menet, las cuales se vendían en el comercio de “Lucas Martín” sito en la plaza del Alcázar. La vista de la ciudad desde los Cuatro Postes fue entonces una perspectiva permanente que se aparecía al salir y regresar a la ciudad por la puerta del Puente o de San Segundo, itinerario que Gómez Moreno siguió en repetidas ocasiones en su recorrido por la provincia.
Concluido el catálogo de Ávila, Gómez Moreno continuó recorriendo España en sus investigaciones, y en algunos de cuyos viajes le acompañó el fotógrafo Joaquín Ruiz Vernacci, creador del importante archivo que lleva su nombre a partir de los fondos de Laurent que ampliaron Lacoste, Roig y Portugal.
Siguiendo la estela viajera de tantos otros fotógrafos transeúntes, hacia 1900 llegó a la capital abulense Mariano Moreno García (1865-1925), un fotógrafo que había trabajado como jornalero hasta ingresar como aprendiz en el estudio del Jean Laurent, donde permaneció hasta la muerte de éste en 1893. Quizás por esto se explique el extraordinario parecido de la panorámica que tomó Mariano Moreno desde los Cuatro Postes con otra similar tomada por Laurent hacia 1869, las cuales se reproducen en este capítulo.
De la comparación de ambas fotografías se observa el lento devenir de la ciudad en estos treinta años, la cual sólo se ha visto transformada con la construcción del nuevo puente sobre el Adaja (1878-1883) y la modernización de la fábrica de harinas, donde se ha instalado nueva maquinaria y una chimenea, y se ha eliminando del edificio el torreón que sobresalía de la cubierta, observándose también la restauración del cubo de la muralla que estaba desmochado.
Por lo demás la contemplación de la ciudad en estas vistas ofrece toda su grandiosidad y espíritu ancestral, lo mismo que en esas otras tomas que hizo Moreno de la puerta del Alcázar, la iglesia de San Pedro o la de San Francisco.
En cuanto a la importante obra fotográfica que realizó Mariano Moreno, cabe decir que la misma constituyó el embrión del “Archivo Moreno”, fundamental para el estudio del patrimonio histórico español, cuyas imágenes han sido utilizadas para ilustrar la ciudad en multitud de obras de arte, historia y arquitectura.
23. DINER LHARDI.
En el mismo año de 1900 , la imprenta de El Diario de Ávila, sucesor de El Eco de la Verdad, publicó el libro Monumentos de Ávila. Guía para visitar la ciudad, escrito por Fabriciano Romanillos y Fernando Cid con la colaboración artística de Ángel Redondo de Zúñiga.
La colaboración de Ángel Redondo consistió en ocuparse de la reproducción de veinticuatro fotograbados de la ciudad encabezados por una vista general de Ávila con los Cuatro Postes en primer plano, para lo cual utiliza copias hechas por él mismo, y otras de Laurent, Lévy y Lacoste, en cuya empresa de fototipia trabajaba. Algunos de los fotograbados incluidos en la guía de Romanillos ya habían sido reproducidos en el periódico local El Eco de la Verdad en el número extraordinario dedicado a Santa Teresa de 1896.
Ángel Redondo de Zúñiga fue un fotógrafo con estudio en la calle San Agustín, 3 de Madrid, que eligió Ávila como escenario artístico de su actividad profesional, y a quien vemos colaborando con frecuencia en las publicaciones abulenses desde principios de siglo. Una fotografía suya, donde se ve un mendigo a la puerta del convento de Santo Tomás junto a un niño, comiendo ambos la “sopa boba”, fue merecedora de un “diploma medalla de oro” en el concurso organizado en 1901 por la Sociedad Fotográfica de Madrid que ganó Antonio Cánovas del Castillo.
En este concurso también fue premiada otra fotografía de Ávila que había realizado Narciso Clavería, obteniendo una medalla de oro por una imagen del coro del Monasterio de Santo Tomás.
Junto a José Lacoste, Ángel Redondo instaló en Madrid en 1903 un importante taller de fotografía y fototipia de tarjetas postales ilustradas en el que se anuncian interesantes vistas de Ávila. Las bellas y originales fotos de Ángel Redondo también fueron comercializadas con los sellos de la fototipia Laurent, Lacoste, Hauser y Menet, y Thomas, haciendo constar en dichas tarjetas «Cliché de Ángel Redondo de Zúñiga» o “Fotografía A. R. Z.”.
En 1904, Ángel Redondo ilustró con cuatro fotografías el número extraordinario de El Diario de Ávila dedicado a Santa Teresa publicado con motivo de las fiestas patronales, lo que le valió merecidos elogios de la redacción del periódico y, especialmente, de Valentín Picatoste, quien además alaba su participación en la Exposición de Arte Monumental Español.
Ya en 1914 la revista La Fotografía que dirigía Antonio Prast y presidía Ramón y Cajal publica una bella fotografía en color (autocromo) de personajes típicos abulenses de su redactor y secretario Ángel Redondo, quien también estuvo vinculado al movimiento pictorialista, pertenecía a la Sociedad Fotográfica Madrileña, y formaba parte de la colonia veraniega de Ávila.
La ciudad de Ávila se vio especialmente engrandecida con las fotografías panorámicas que hizo Redondo de Zúñiga tomadas desde los Cuatro Postes en una perfecta composición de cuatro vistas, tal y como se aprecia en la copia que se reproduce.
En ellas aparecen la ciudad amurallada y el territorio que se extiende desde el cerro de San Mateo hasta «Fuentes Claras» en una gran proyección paisajística que se comercializó en cuatro postales distintas y en otras dobles y triples. Los tipos populares con sus caballerías y otras escenas callejeras de Ávila fueron otro de los temas preferidos de Redondo de Zúñiga, tanto que las postales que recogen sus fotografías son las más apreciadas y valiosas para los coleccionistas, también para el público en general.
24. REGALO PARA COMUNICARSE.
Con el comienzo del siglo XX, la tarjeta postal ilustrada se convierte en la mejor forma de dar a conocer la ciudad y de universalizar su historia monumental. «La postal en nuestros días –escribía Adolfo Alegret en 1904- tiene un alcance y significación extraordinaria, populariza los monumentos, lo más notable de los pueblos, revela los gustos del individuo, su cultura y sus aficiones. Sintetiza todo lo grande de una comarca, de una ciudad o pueblo, estableciendo un intercambio espiritual por medio de la reproducción de la vida pasada y presente» .
Prueba del éxito y popularidad que alcanzó la tarjeta postal son las vistas seleccionadas de la ciudad vista desde los Cuatro Postes y su entorno que, durante los primeros años del siglo XX, hicieron las fototipias de Hauser y Menet, Laurent, Lacoste, Alberto Martín y Thomas.
Del éxito que tuvieron las postales, y por ende la fotografía, es buena muestra el texto publicado por El Diario de Ávila en 1905, donde se reseña que los dueños del local “Pepillo”, aprovechando la afluencia a sus famosos conciertos, «buscando siempre el gusto del público, y sabiendo que hoy día lo que más priva, entre la juventud, es la postalmanía, regaló a todos los concurrentes tarjetas postales muy de novedad y muy bonitas. Este regalo le agradecerán los muchachos y las muchachas porque, al fin y al cabo, siempre es un dato para comunicarse».
Las vistas de Ávila ocupan un lugar destacado en la producción de postales, al juzgar por la publicidad de la casa Lacoste que aparece en la revista España Cartófila de marzo de 1903, donde solamente figuran los conjuntos monumentales de Ávila, la Granja, el Monasterio de Piedra, Aranjuez, Segovia, Montserrat, Madrid, Sevilla, Zaragoza, Salamanca.
José Lacoste, fue un fotógrafo que recuperó y comercializó el archivo de Laurent desde 1893, especializado en reproducciones de obras de arte y fotógrafo oficial del Museo del Prado, también fue miembro de la Sociedad Fotográfica Madrileña y junto a Ángel Redondo de Zúñiga, como ya dijimos, instaló una moderna fototipia en la madrileña calle Cervantes. De estos talleres salieron numerosas postales como las reproducidas en estas crónicas, donde Ávila ofrece una visión romántica que se aparece en una sucesión de imágenes nostálgicas que reclama la mirada atenta del visitante.
A Lacoste, en 1915 le sucedió en el negocio J. Roig, quien también comercializó con buen resultado las fotografías de Laurent y las postales que antes tenían el sello Lacoste.
Es posible que muchas de las fotografías seleccionadas ahora ya resulten familiares, pues no en vano su valor histórico y cultural ha propiciado en los últimos años un especial interés divulgativo. Interés que coincide con el aprecio que la tarjeta postal antigua significó justamente en sus orígenes, ya que «satisface a todos los gustos y sentimientos; todo está comprendido y compendiado en ella; mediante la tarjeta postal ilustrada se estudia y se aprende geografía, historia, mitología, indumentaria, heráldica, etnografía y arte», escribió Durán Borai en 1901.
25. PORFOLIO ABULENSE.
El Porfolio Fotográfico de España fue una buena idea editorial y empresarial que utilizó el editor barcelonés Alberto Martín en 1900-1904 para dar a conocer los pueblos de la península al socaire del éxito de la tarjeta postal. De cada provincia se editó un cuaderno de dieciséis fotografías con los que se formaba la colección completa de España, fotografías que también fueron editadas como postales años después. Ávila figura en el cuaderno coleccionable número 9, y la primera fotografía es una vista del río y sus puentes, la arboleda de chopos frente a la fábrica de harinas y al fondo la ciudad amurallada, como en plena Edad Media decía el texto al pie de la foto. Relaciona este cuaderno todos los pueblos de la provincia con indicación de sus habitantes y las estaciones de ferrocarril de las distintas localidades, la capital cuenta entonces con 11.885 habitantes, población correspondiente al censo del año de 1900.
Una serie de vistas estereoscópicas, editada también por Alberto Martín dentro de la serie titulada «El Turismo Práctico», completan la visión de Ávila que se difundía entre los numerosos visitantes que acudían a la ciudad. Y la primera imagen con la que se abre la colección de «vistas estereoscópicas de España» es precisamente una panorámica de los Cuatro Postes.
Aunque uno no puede cansarse de mirar las entrañables vistas de una ciudad que todavía conserva su atractivo milenario, nunca está de más cualquier oportunidad que se presente para su contemplación, y ésta lo es.
Así, las fotografías y postales antiguas que se agolpan en la memoria y se perciben con la mirada puesta en ellas, ofrecen una nueva visión de la ciudad a través de sus monumentos impasibles en la lejanía, de la soledad de sus calles y plazas, de las gentes que se llegan en días de fiesta o de mercado, de las típicas escenas campesinas alegradas con animales y aperos de labranza, y del deambular y el bullicio cotidiano que produce vivir en Ávila.
Todo esto sucede en el recorrido visual que se propone desde los Cuatro Postes, donde la ciudad quiere ser reconquistada de nuevo y recatada de cualquier olvido.