POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Asistí a la última clase de Gustavo Bueno y entendí poco, pero me gustó todo; así en los conciertos de Bela Bartok. Al carecer de formación académica filosófica y tocar de oído, los capto al vuelo, como el gato las moscas, o el perro las hierbas purgantes; nada que ver con uno, del que me da cuenta José Manuel Barreal, que al salir de una película de arte y ensayo dijo: “Ha de ser muy buena porque no la entendí”. Siendo yo rapacín, llegó un misionero a mi casa, en Pravia, a vender un libro; estábamos solos la chacha y yo, y dijo ella: “No tenemos dinero, ni siquiera sabemos leer”. “No es necesario leer para entenderlo”, repuso. “¿Qué veis aquí?”, mostró la portada. “Un señor que viaja al Cielo en un carro de fuego”, dijimos. “¡Pues ya está, ya habéis entendido el libro!”, y nos lo regaló. ¡Ah! Entendimiento e intuición, razón y emoción, ¿serán una disyuntiva ficticia?
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