POR ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN, CRONISTA OFICIAL DE TELDE (LAS PALMAS DE GRAN CANARIA- CANARIAS).
A muchos de nuestros lectores les sorprenderá el título del presenta artículo, lo acamfiano no es popular, si por ello se entiende que pudiera ser un calificativo de uso cotidiano entre las gentes. Sólo los que viven el apasionante mundo de la Literatura y las biografías de sus autores, sabrán a lo que nos referimos. Por lo que no estaría de más que aclaráramos de dónde sacamos tal palabro.
A.C.A.M.F.E. es el acrónimo de la Asociación de Casas Museos y Fundaciones de Escritores. Hace ya más de veinticinco años que surgió en Las Palmas de Gran Canaria y, concretamente durante un Congreso Galdosiano la idea, novedosa por demás, de crear una Asociación que aunara los esfuerzos e ilusiones de cuantos trabajaban en esas instituciones, creadas a lo largo del siglo XX, tanto en Portugal como en España. Sin hacer de menos a aquellas otras que surgieron en nuestra América hispana y lusitana, desde California a la Tierra del Fuego, así como en Filipinas, Guinea Ecuatorial y Marruecos (antigua zona del protectorado español).
Un grupo de directores empezando por José Payá el de la Casa-Museo de Azorín de Monóvar (Alicante), Ana Chaguaceda de Casa-Museo de Unamuno en Salamanca, Juan de Loxa de Casa-Museo de García Lorca en Fuentevaqueros, (Granada), y Juan Cobos Wilkin de la Fundación y Casa
Museo de Zenobia y Juan Ramón Jiménez en Moguer, (Huelva), capitaneados todos ellos por la grancanaria Rosa María Quintana de la Casa Museo de Pérez Galdós, iniciaron lo que veintiséis años después sigue siendo uno de los proyectos culturales más ambiciosos y notables de nuestro país y su vecino inmediato.
El hablar de ACAMFE, en el mes de octubre que es cuando esto escribimos, no es baladí, pues cuando es llegado el décimo mes de cada año y como ya dijimos van veintiséis, más de las cincuenta instituciones representativas de otros tantos creadores literarios, se reúnen en los llamados Encuentros Acamfianos. Según tradición, estas Juntas se celebran en distintos lugares de la geografía peninsular e islas mediterráneas y atlánticas, que conforman los territorios de esas dos grandes naciones ibéricas.
Que yo recuerde, nos hemos reunido varias veces en la capital política y cultural de Galicia, Santiago de Compostela. Y en estos casos han sido anfitriones la Casas-Museos de Curro Enríquez de Celanova (Orense), unida a las también gallegas Casas-Museos de Rosalía de Castro y la de doña Emilia Pardo Bazán, ambas en la provincia de La Coruña.
Un año, estuvimos al borde del mar en las bellísimas Rías gallegas de Vilanova, entre las diferentes instituciones que recuerdan al gran don Ramón Valle Inclán.
En otros años hemos viajado a la Salamanca pétrea y universitaria. A la que alguien, acertadamente, bautizó como Roma la chica.
La Casa de Cantabria en Madrid, sede de la Fundación Gerardo Diego, nos abrió sus puertas para celebrar allí uno de los encuentros anímicamente más cercanos, porque no en vano fue en ese trocito de Santander, instalado en la Meseta Castellana, el lugar elegido para hacer efectiva la entrada en ACAMFE de la Casa-Museo León y Castillo de Telde. También hemos estado en Monóvar, acogidos por las paredes que vieron nacer y vivir, nada más y nada menos que a Azorín.
En la cercana Valencia, se nos congregó bajo la luz esplendorosa de su paisaje de playas y huertas, a través de la Fundación Blasco Ibáñez. Y como no, guardamos un gratísimo recuerdo de nuestra estancia en la episcopal Segorbe (Castellón), de donde nos trajimos uno de los mejores aceites si no el mejor de España. Allí fuimos acogidos por la fundación Max Aub, y nuestro buen amigo Francisco Javier (Paco) Tortajada Blanca.
Cataluña nos abrió su corazón a través de la gentil invitación de Dolça Tormos Ballester, directora del Archivo Joan Maragall de Barcelona, aunque completamos nuestra visita de varios días a la Ciudad Condal y su entorno, visitando otras Casas-Museos, como la del sacerdote y escritor Jacint Verdagué.
En nuestro deambular por tierras peninsulares, nos acercamos a la blanca ciudad de Moguer, aquella que vio nacer al más prolífero poeta español de todos los tiempos, Juan Ramón Jiménez. Y estando allí, a través del Monasterio de la Rábida y el Puerto de Palos, conectamos con nuestros hermanos de Latinoamérica, tomando contacto con varias Casas-Museos y Fundaciones de Cuba, México y hasta de Los Estados Unidos de Norteamérica, gracias a los buenos oficios del poeta y escritor Antonio Ramírez Almanza.
Granada, ciudad y provincia, cantada por poetas e interpretadas a través de los pentagramas más bellos de la música nacional, nos sirvió como marco de nuestras reuniones en las dos Casas-Museos dedicadas al omnipresente Federico García Lorca. Y créanme, la gran suerte que tuvimos fue el ser agasajados por el director de directores, el granadino inmortal Juan de Loxa, genio y figura hasta la sepultura.
Un año, ahora no importa cual, saltamos una frontera, gracias a Dios inexistente, y llegamos a la región Norte de Portugal y allí, a pocos kilómetros de Oporto, tuvimos la suerte de conocer una media docena de Casas-Museos.
¡Lo que son las cosas de la vida! La Casa Museo León y Castillo, al poco tiempo de llegar, obtuvo la presidencia de ACAMFE en Orihuela, Alicante; profesionalmente hablando, fue una época dorada que siempre recordaré como los mejores años de mis casi cuatro décadas laborales. Esto sucedió cuando nuestra reunión Acamfiana Ibérica anual coincidió con el celebradísimo Centenario del Nacimiento Miguel Hernández. A raíz de aquí, mantuvimos ese privilegio por espacio de cinco o seis años y al ser director de esa institución teldense, fui invitado en numerosas ocasiones a presidir reuniones, encuentros, simposios, entrega de premios, y muchísimas presentaciones de libros. Cada año, en el mes de abril, acudía invitado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de España a la entrega de los Premios Cervantes, acto solemne que se desarrollaba en el antiguo Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, contando con la presencia de S.S.M.M. los Reyes, los primeros años don Juan Carlos I y doña Sofía y después don Felipe VI y doña Leticia. Eran momentos memorables porque me permitían charlar amigablemente con autoridades académicas, escritores, periodistas, familiares del homenajeado, los propios Premios Cervantes y hasta con sus Majestades en unos corros distendidos, aunque no exento de cierto protocolo.
En otra ocasión, estando en Portugal visitamos varias Casas-Museos y Fundaciones de Escritores. Entre ellas la Casa-Museo y Centro de Estudios de Camilo Castelo Branco, también la Fundación Cupertino de Miranda em Vila Nova de Famalicão. Así como la Fundación y Casa-Museo Eça de Queiroz. Estando en ésta última, fui invitado a la mesa que presidían una serie de autoridades lusas y con ellas, la señora doña María de Graça Salema de Castro (1919-2015), pariente cercana del gran escritor y diplomático portugés. Esta gran dama acamfiana nos sorprendió a todos, pues su figura parecía sacada de una de las grandes novelas realistas del siglo XIX. Su aspecto sereno y ligeramente autoritario, tenía un no sé qué que la hacía entrañable y distante a la vez. Ahora que nadie nos escucha, voy a relatarles nuestro encuentro con tal principal dama porque realmente fue digno de pasar a la memoria colectiva.
Habíamos llegado a la finca y mansión-quinta familiar de los Queiroz, en plena Rivera del Duero, a mitad de una fresca mañana. Se levantaba la niebla dejando entrever los ricos viñedos de la comarca y, como por arte de magia, surgió de la nada un conjunto de edificaciones que conformaban: iglesia, casa principal, lagares y bodegas. Descendimos de nuestra guagua (para otros muchos, autobús) y nos dirigimos a una gran escalera de peldaños graníticos, que nos llevaría al zaguán de la casa principal. Allí, nos esperaba una joven guía, que en un portugués lento en demasía, nos dio la bienvenida, introduciéndonos en uno de los salones principales, que a todas luces, estaba concebido como sala de visitas.
Éramos tantos, casi medio centenar, que obviamente no pudimos sentarnos en la docena de sillas y en los cuatro o cinco sillones allí dispuestos, por lo que nos mantuvimos todos de pie. No había pasado cinco minutos, cuando dos personas abrieron al unísono una puerta con dos hojas de corredera y en el mismo centro, con actitud hierática y cuasi teatral, una anciana dama intentaba guardar el equilibrio a cada paso, apoyándose en un bello bastón de labrado marfil en su empuñadura. La guía anteriormente nombrada, dijo en alta voz: ¡La señora doña María de Graça Salema de Castro! E inmediatamente, todos hicimos un pasillo para permitirle entrar en la estancia. Ella iba agachando la cabeza y sonriendo a diestra y siniestra, hasta que llegó a un rincón, en donde había un alto sillón tapizado de cretona inglesa con motivos florales.
Allí se sentó cual trono de emperatriz, y todos fuimos pasando ante ella saludándola de la siguiente manera: Soy fulanito de tal de la Fundación o Casa museo tal o cual. Ella reconocía las ciudades, las provincias de España y hacía comentarios sobre las mismas. Al mismo tiempo mostró una alegría inmensa al conocer a la representante de la Casa-Museo de Unamuno, así como a la de Galdós. Después de terminar los saludos de nuestras compañeras, comenzamos a desfilar los hombres y éste que les habla, tuvo la ocurrencia, ya que era el primero que iba a cumplir con la salutación de tomar la mano de la dama, a manera de besarla. ¡Qué gran acierto! A doña María de Gracia se le cambió el semblante. Lo que había sido una faz tiesuna y pétrea, ahora dibujaba una cálida sonrisa muestra de su satisfacción. Mis compañeros hicieron lo mismo y al final, doña María de Graça exclamó ¡Qué cantidad de caballeros españoles!. Nos la habíamos ganado para siempre. En otras visitas posteriores, nos recibía siempre y nos invitaba a almorzar o a merendar. En unas de estas ocasiones le llevamos de regalo un foulard de seda estampado con unas frases firmadas por Benito Pérez Galdós. Estando ya yo en Gran Canaria, nos mandó una fotografía en a que se podía ver luciendo tal complemento y la siguiente frase: A mi amigo el caballero español, Antonio María González Padrón muy agradecida. Espero verle pronto por Portugal.
Contaré que, ella recordaba vagamente el Puerto de la Luz y la Bahía de Las Isletas así como algunos lugares de la ciudad atlántica de Las Palmas de Gran Canaria. Nacida en Angola, cuando a los diez años, aproximadamente, la llevaban a Portugal para ingresar interna en un colegio de monjas, el barco atracó en nuestro puerto capitalino para ser aguada y permitir el descanso de la tripulación. Tiempo suficiente para que el padre y la niña alquilaran una tartana, que les llevó a la calle Mayor de Triana y también a la Catedral de Santa Ana. Doña María de Graça repetía que Las Palmas de Gran Canaria era una ciudad bellísima y que recordaba que había una calle muy larga con muchos comercios, en donde su padre compró unos puros habanos que se llevó consigo a Portugal.
En nuestro deambular por otros muchos lugares acamfianos, hemos tenido la suerte de conocer a muchísimas personas y guardar de todas ellas un entrañable recuerdo. Creo que, si hiciéramos una encuesta entre los acamfianos de antes, de ahora y de siempre; coincidiríamos en traer hasta aquí al siempre recordado Gonzalo Rey Lama, arquitecto especialista en restauración de Bienes Históricos y admirador sin igual de la gran Rosalía de Castro, quien fuera nuestro dignísimo presidente durante muchos años. Y también a Juan de Loxa, poeta, dramaturgo, periodista, descubridor de cantantes y actrices, crítico de arte… Él acercó a muchos de sus amigos
escritores, actores y actrices, hasta nuestros encuentros madrileños en la archiconocida Residencia de Estudiantes. Allí tuvimos ocasión de sentarnos a charlar, nada más y nada menos que con Chavela Vargas o conocer muy de cerca las realidades, siempre controvertidas de las Fundaciones de los grandes poetas coetáneos, Rafael Alberti, Camilo José Cela o Miguel Hernández.
Cuando estoy redactando estas líneas, vienen a mi mente tantos buenos momentos que, si alguno hubo que no lo fue tanto, créanme se me ha borrado para siempre de mi memoria. Alcalá de Henares y Cervantes, Madrid y Lope de Vega… y así entre grandes, nosotros pequeños, nos iban entrando por las venas chutes de amor a la Literatura de tal forma y manera que terminaríamos poseídos por nuestros propios autores. Ya no nos llamaríamos entre nosotros: Ibon, Lucía, Antonio, Julia, Ana, …. Sino, Blas de Otero, Jovellanos, Juan Ramón, Pardo Bazán, Unamuno…
La geografía que nos mantiene separados, nos unía cada otoño. Así recordamos nuestra estancia en Bilbao, visitando entre otras instituciones la Real Academia de la Lengua Vasca en su Plaza Mayor. No fue sólo en el País Vasco, en donde se esmeraron sobremanera para que degustáramos las mejores viandas y los mejores vinos, entre ellos su exquisito Chacolí (en euskera Txacolin). En todos los sitios a los que fuimos, se nos quiso mostrar lo mejor de lo mejor de la despensa del lugar. Y siempre, siempre, se cumplía la liturgia acamfiana de terminar nuestros encuentros en torno al fuego que alimentaba la queimada. Para ello, nuestro amigo Antonio Piñeiro Feijoo, magnífico anfitrión dentro y fuera de Celanova, traía todo lo necesario para hacer el rico brebaje con que pedíamos a duendes y brujas nos protegieran para seguir siendo valedores de todas las Literaturas, sin importar la lengua en que hubiesen sido escritas. Porque si ACAMFE se ha caracterizado por algo, es porque ha sabido sumar y porque ha huido siempre del restar.
En nuestra revista Poliédrica Palabra, Se escribió en gallego, en euskera, en catalán, en bable, en portugués, en valenciano y en castellano-español. Lo importante era la palabra y los sentimientos que ésta nos transmitía. Para concluir este conjunto de flases memorísticos, recordaré las tres veces que la gran familia acamfiana visitó la Gran Canaria. Tres Casas-Museos fuimos sus anfitriones: la moyense Casa-Museo Tomás Morales, la teldense Casa Museo León y Castillo y la laspalmense Casa-Museo Pérez Galdós. Recordaré siempre la emoción que nos embargó a todos, cuando procesionamos con nuestros autores y nuestras lenguas vernáculas por el desigual pavimento empedrado del barrio de San Francisco de mi ciudad natal. Los diferentes directores y directoras del medio centenar de Casa Museos adscritas a ACAMFE leímos con orgullo y pasión en todas las lenguas ibéricas trozos de las obras de nuestros autores, confirmando así que amábamos la Literatura por encima de cualquier otra cuestión y que en el camino de la vida, la Literatura es la comunión espiritual de los pueblos.
Publicado en la prensa digital Teldeactualidad el 11 de noviembre de 2020.