BAJO LA ESPADAÑA… (L) ENCUENTROS ACAMFIANOS
Ene 04 2021

POR ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN, CRONISTA OFICIAL DE TELDE (LAS PALMAS DE GRAN CANARIA- CANARIAS).

A muchos de nuestros lectores les sorprenderá el título del presenta artículo,  lo acamfiano no es popular, si por ello se entiende que pudiera ser un  calificativo de uso cotidiano entre las gentes. Sólo los que viven el  apasionante mundo de la Literatura y las biografías de sus autores, sabrán a lo que nos referimos. Por lo que no estaría de más que aclaráramos de dónde  sacamos tal palabro

A.C.A.M.F.E. es el acrónimo de la Asociación de Casas Museos y  Fundaciones de Escritores. Hace ya más de veinticinco años que surgió en  Las Palmas de Gran Canaria y, concretamente durante un Congreso  Galdosiano la idea, novedosa por demás, de crear una Asociación que aunara  los esfuerzos e ilusiones de cuantos trabajaban en esas instituciones, creadas  a lo largo del siglo XX, tanto en Portugal como en España. Sin hacer de  menos a aquellas otras que surgieron en nuestra América hispana y lusitana, desde California a la Tierra del Fuego, así como en Filipinas, Guinea  Ecuatorial y Marruecos (antigua zona del protectorado español). 

Un grupo de directores empezando por José Payá el de la Casa-Museo de  Azorín de Monóvar (Alicante), Ana Chaguaceda de Casa-Museo de  Unamuno en Salamanca, Juan de Loxa de Casa-Museo de García Lorca en  Fuentevaqueros, (Granada), y Juan Cobos Wilkin de la Fundación y Casa 

Museo de Zenobia y Juan Ramón Jiménez en Moguer, (Huelva), capitaneados todos ellos por la grancanaria Rosa María Quintana de la Casa Museo de Pérez Galdós, iniciaron lo que veintiséis años después sigue siendo uno de los proyectos culturales más ambiciosos y notables de nuestro país y  su vecino inmediato. 

El hablar de ACAMFE, en el mes de octubre que es cuando esto escribimos,  no es baladí, pues cuando es llegado el décimo mes de cada año y como ya  dijimos van veintiséis, más de las cincuenta instituciones representativas de  otros tantos creadores literarios, se reúnen en los llamados Encuentros  Acamfianos. Según tradición, estas Juntas se celebran en distintos lugares de  la geografía peninsular e islas mediterráneas y atlánticas, que conforman los  territorios de esas dos grandes naciones ibéricas.  

Que yo recuerde, nos hemos reunido varias veces en la capital política y  cultural de Galicia, Santiago de Compostela. Y en estos casos han sido  anfitriones la Casas-Museos de Curro Enríquez de Celanova (Orense), unida  a las también gallegas Casas-Museos de Rosalía de Castro y la de doña  Emilia Pardo Bazán, ambas en la provincia de La Coruña.  

Un año, estuvimos al borde del mar en las bellísimas Rías gallegas de  Vilanova, entre las diferentes instituciones que recuerdan al gran don Ramón  Valle Inclán.  

En otros años hemos viajado a la Salamanca pétrea y universitaria. A la que  alguien, acertadamente, bautizó como Roma la chica.  

La Casa de Cantabria en Madrid, sede de la Fundación Gerardo Diego, nos  abrió sus puertas para celebrar allí uno de los encuentros anímicamente más  cercanos, porque no en vano fue en ese trocito de Santander, instalado en la  Meseta Castellana, el lugar elegido para hacer efectiva la entrada en  ACAMFE de la Casa-Museo León y Castillo de Telde.  También hemos estado en Monóvar, acogidos por las paredes que vieron  nacer y vivir, nada más y nada menos que a Azorín.  

En la cercana Valencia, se nos congregó bajo la luz esplendorosa de su  paisaje de playas y huertas, a través de la Fundación Blasco Ibáñez. Y como  no, guardamos un gratísimo recuerdo de nuestra estancia en la episcopal  Segorbe (Castellón), de donde nos trajimos uno de los mejores aceites si no el mejor de España. Allí fuimos acogidos por la fundación Max Aub, y  nuestro buen amigo Francisco Javier (Paco) Tortajada Blanca. 

Cataluña nos abrió su corazón a través de la gentil invitación de Dolça  Tormos Ballester, directora del Archivo Joan Maragall de Barcelona, aunque  completamos nuestra visita de varios días a la Ciudad Condal y su entorno, visitando otras Casas-Museos, como la del sacerdote y escritor Jacint  Verdagué.  

En nuestro deambular por tierras peninsulares, nos acercamos a la blanca  ciudad de Moguer, aquella que vio nacer al más prolífero poeta español de  todos los tiempos, Juan Ramón Jiménez. Y estando allí, a través del  Monasterio de la Rábida y el Puerto de Palos, conectamos con nuestros  hermanos de Latinoamérica, tomando contacto con varias Casas-Museos y  Fundaciones de Cuba, México y hasta de Los Estados Unidos de  Norteamérica, gracias a los buenos oficios del poeta y escritor Antonio  Ramírez Almanza. 

Granada, ciudad y provincia, cantada por poetas e interpretadas a través de  los pentagramas más bellos de la música nacional, nos sirvió como marco de  nuestras reuniones en las dos Casas-Museos dedicadas al omnipresente  Federico García Lorca. Y créanme, la gran suerte que tuvimos fue el ser  agasajados por el director de directores, el granadino inmortal Juan de Loxa,  genio y figura hasta la sepultura.  

Un año, ahora no importa cual, saltamos una frontera, gracias a Dios  inexistente, y llegamos a la región Norte de Portugal y allí, a pocos  kilómetros de Oporto, tuvimos la suerte de conocer una media docena de  Casas-Museos.  

¡Lo que son las cosas de la vida! La Casa Museo León y Castillo, al poco  tiempo de llegar, obtuvo la presidencia de ACAMFE en Orihuela, Alicante;  profesionalmente hablando, fue una época dorada que siempre recordaré  como los mejores años de mis casi cuatro décadas laborales. Esto sucedió  cuando nuestra reunión Acamfiana Ibérica anual coincidió con el  celebradísimo Centenario del Nacimiento Miguel Hernández. A raíz de aquí,  mantuvimos ese privilegio por espacio de cinco o seis años y al ser director  de esa institución teldense, fui invitado en numerosas ocasiones a presidir  reuniones, encuentros, simposios, entrega de premios, y muchísimas  presentaciones de libros. Cada año, en el mes de abril, acudía invitado por el  Ministerio de Cultura del Gobierno de España a la entrega de los Premios  Cervantes, acto solemne que se desarrollaba en el antiguo Paraninfo de la  Universidad de Alcalá de Henares, contando con la presencia de S.S.M.M. los Reyes, los primeros años don Juan Carlos I y doña Sofía y después don  Felipe VI y doña Leticia. Eran momentos memorables porque me permitían  charlar amigablemente con autoridades académicas, escritores, periodistas,  familiares del homenajeado, los propios Premios Cervantes y hasta con sus  Majestades en unos corros distendidos, aunque no exento de cierto protocolo. 

En otra ocasión, estando en Portugal visitamos varias Casas-Museos y  Fundaciones de Escritores. Entre ellas la Casa-Museo y Centro de Estudios  de Camilo Castelo Branco, también la Fundación Cupertino de Miranda em  Vila Nova de Famalicão. Así como la Fundación y Casa-Museo Eça de  Queiroz. Estando en ésta última, fui invitado a la mesa que presidían una  serie de autoridades lusas y con ellas, la señora doña María de Graça Salema  de Castro (1919-2015), pariente cercana del gran escritor y diplomático  portugés. Esta gran dama acamfiana nos sorprendió a todos, pues su figura  parecía sacada de una de las grandes novelas realistas del siglo XIX. Su  aspecto sereno y ligeramente autoritario, tenía un no sé qué que la hacía  entrañable y distante a la vez. Ahora que nadie nos escucha, voy a relatarles  nuestro encuentro con tal principal dama porque realmente fue digno de  pasar a la memoria colectiva. 

Habíamos llegado a la finca y mansión-quinta familiar de los Queiroz, en  plena Rivera del Duero, a mitad de una fresca mañana. Se levantaba la niebla  dejando entrever los ricos viñedos de la comarca y, como por arte de magia,  surgió de la nada un conjunto de edificaciones que conformaban: iglesia,  casa principal, lagares y bodegas. Descendimos de nuestra guagua (para  otros muchos, autobús) y nos dirigimos a una gran escalera de peldaños  graníticos, que nos llevaría al zaguán de la casa principal. Allí, nos esperaba  una joven guía, que en un portugués lento en demasía, nos dio la bienvenida,  introduciéndonos en uno de los salones principales, que a todas luces, estaba  concebido como sala de visitas.

Éramos tantos, casi medio centenar, que  obviamente no pudimos sentarnos en la docena de sillas y en los cuatro o  cinco sillones allí dispuestos, por lo que nos mantuvimos todos de pie. No  había pasado cinco minutos, cuando dos personas abrieron al unísono una  puerta con dos hojas de corredera y en el mismo centro, con actitud hierática  y cuasi teatral, una anciana dama intentaba guardar el equilibrio a cada paso,  apoyándose en un bello bastón de labrado marfil en su empuñadura. La guía  anteriormente nombrada, dijo en alta voz: ¡La señora doña María de Graça  Salema de Castro! E inmediatamente, todos hicimos un pasillo para  permitirle entrar en la estancia. Ella iba agachando la cabeza y sonriendo a  diestra y siniestra, hasta que llegó a un rincón, en donde había un alto sillón  tapizado de cretona inglesa con motivos florales.

Allí se sentó cual trono de emperatriz, y todos fuimos pasando ante ella saludándola de la siguiente  manera: Soy fulanito de tal de la Fundación o Casa museo tal o cual. Ella  reconocía las ciudades, las provincias de España y hacía comentarios sobre  las mismas. Al mismo tiempo mostró una alegría inmensa al conocer a la  representante de la Casa-Museo de Unamuno, así como a la de Galdós.  Después de terminar los saludos de nuestras compañeras, comenzamos a  desfilar los hombres y éste que les habla, tuvo la ocurrencia, ya que era el  primero que iba a cumplir con la salutación de tomar la mano de la dama, a  manera de besarla. ¡Qué gran acierto! A doña María de Gracia se le cambió  el semblante. Lo que había sido una faz tiesuna y pétrea, ahora dibujaba una  cálida sonrisa muestra de su satisfacción. Mis compañeros hicieron lo mismo  y al final, doña María de Graça exclamó ¡Qué cantidad de caballeros  españoles!. Nos la habíamos ganado para siempre. En otras visitas  posteriores, nos recibía siempre y nos invitaba a almorzar o a merendar. En  unas de estas ocasiones le llevamos de regalo un foulard de seda estampado  con unas frases firmadas por Benito Pérez Galdós. Estando ya yo en Gran  Canaria, nos mandó una fotografía en a que se podía ver luciendo tal  complemento y la siguiente frase: A mi amigo el caballero español, Antonio  María González Padrón muy agradecida. Espero verle pronto por Portugal.

Contaré que, ella recordaba vagamente el Puerto de la Luz y la Bahía de Las  Isletas así como algunos lugares de la ciudad atlántica de Las Palmas de Gran  Canaria. Nacida en Angola, cuando a los diez años, aproximadamente, la  llevaban a Portugal para ingresar interna en un colegio de monjas, el barco  atracó en nuestro puerto capitalino para ser aguada y permitir el descanso de  la tripulación. Tiempo suficiente para que el padre y la niña alquilaran una  tartana, que les llevó a la calle Mayor de Triana y también a la Catedral de  Santa Ana. Doña María de Graça repetía que Las Palmas de Gran Canaria  era una ciudad bellísima y que recordaba que había una calle muy larga con  muchos comercios, en donde su padre compró unos puros habanos que se  llevó consigo a Portugal.  

En nuestro deambular por otros muchos lugares acamfianos, hemos tenido  la suerte de conocer a muchísimas personas y guardar de todas ellas un  entrañable recuerdo. Creo que, si hiciéramos una encuesta entre los  acamfianos de antes, de ahora y de siempre; coincidiríamos en traer hasta  aquí al siempre recordado Gonzalo Rey Lama, arquitecto especialista en  restauración de Bienes Históricos y admirador sin igual de la gran Rosalía  de Castro, quien fuera nuestro dignísimo presidente durante muchos años. Y  también a Juan de Loxa, poeta, dramaturgo, periodista, descubridor de  cantantes y actrices, crítico de arte… Él acercó a muchos de sus amigos 

escritores, actores y actrices, hasta nuestros encuentros madrileños en la  archiconocida Residencia de Estudiantes. Allí tuvimos ocasión de sentarnos  a charlar, nada más y nada menos que con Chavela Vargas o conocer muy  de cerca las realidades, siempre controvertidas de las Fundaciones de los  grandes poetas coetáneos, Rafael Alberti, Camilo José Cela o Miguel  Hernández.  

Cuando estoy redactando estas líneas, vienen a mi mente tantos buenos momentos que, si alguno hubo que no lo fue tanto, créanme se me ha borrado  para siempre de mi memoria. Alcalá de Henares y Cervantes, Madrid y Lope  de Vega… y así entre grandes, nosotros pequeños, nos iban entrando por las  venas chutes de amor a la Literatura de tal forma y manera que terminaríamos  poseídos por nuestros propios autores. Ya no nos llamaríamos entre nosotros:  Ibon, Lucía, Antonio, Julia, Ana, …. Sino, Blas de Otero, Jovellanos, Juan  Ramón, Pardo Bazán, Unamuno… 

La geografía que nos mantiene separados, nos unía cada otoño. Así  recordamos nuestra estancia en Bilbao, visitando entre otras instituciones la  Real Academia de la Lengua Vasca en su Plaza Mayor. No fue sólo en el  País Vasco, en donde se esmeraron sobremanera para que degustáramos las  mejores viandas y los mejores vinos, entre ellos su exquisito Chacolí (en  euskera Txacolin). En todos los sitios a los que fuimos, se nos quiso mostrar  lo mejor de lo mejor de la despensa del lugar. Y siempre, siempre, se cumplía  la liturgia acamfiana de terminar nuestros encuentros en torno al fuego que  alimentaba la queimada. Para ello, nuestro amigo Antonio Piñeiro Feijoo,  magnífico anfitrión dentro y fuera de Celanova, traía todo lo necesario para  hacer el rico brebaje con que pedíamos a duendes y brujas nos protegieran  para seguir siendo valedores de todas las Literaturas, sin importar la lengua  en que hubiesen sido escritas. Porque si ACAMFE se ha caracterizado por  algo, es porque ha sabido sumar y porque ha huido siempre del restar.  

En nuestra revista Poliédrica Palabra, Se escribió en gallego, en euskera, en  catalán, en bable, en portugués, en valenciano y en castellano-español. Lo  importante era la palabra y los sentimientos que ésta nos transmitía. Para  concluir este conjunto de flases memorísticos, recordaré las tres veces que la  gran familia acamfiana visitó la Gran Canaria. Tres Casas-Museos fuimos  sus anfitriones: la moyense Casa-Museo Tomás Morales, la teldense Casa Museo León y Castillo y la laspalmense Casa-Museo Pérez Galdós.  Recordaré siempre la emoción que nos embargó a todos, cuando  procesionamos con nuestros autores y nuestras lenguas vernáculas por el  desigual pavimento empedrado del barrio de San Francisco de mi ciudad natal. Los diferentes directores y directoras del medio centenar de Casa Museos adscritas a ACAMFE leímos con orgullo y pasión en todas las  lenguas ibéricas trozos de las obras de nuestros autores, confirmando así que  amábamos la Literatura por encima de cualquier otra cuestión y que en el  camino de la vida, la Literatura es la comunión espiritual de los pueblos. 

Publicado en la prensa digital Teldeactualidad el 11 de noviembre de 2020. 

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