BAJO LA ESPADAÑA (LXIII) – LAS FIESTAS TRADICIONALES EN TELDE Y SU COMARCA (I)
Abr 01 2021

POR  ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN, CRONISTA OFICIAL DE TELDE (LAS PALMAS).

Procesión por las calles de Telde, en una foto de principios del siglo XX/Archivo Fedac.

La ciudad de Telde, situada a unos catorce kilómetros al sur de la capital de la isla, es el centro de un municipio que supera con creces los ciento y un kilómetros cuadrados de superficie. En la ahora llamada comarca Este de Gran Canaria, en tiempos pretéritos se le conoció como la Puerta del Sur o la Capital del Sur. Tal era su importancia que, desde la conquista castellana concluida el 29 de Abril de 1483, ocupó el segundo puesto entre las urbes grancanarias, y un tercero o cuarto puesto entre todas las del Archipiélago.

El núcleo primigenio, aquel que fundaran los capitanes de la Real Hermandad de Andalucía, en la primavera-verano de 1483, actualmente conforma el Conjunto Histórico Artístico de San Juan-San Francisco (B.O.E de 15 de junio de 1981) y el colindante Barrio de Los Llanos de San Gregorio o Jaraquemada, se ha convertido con el tiempo en su centro urbano por excelencia, pero otros sesenta y siete barrios o núcleos poblacionales, dispersos por toda su geografía comarcal, desde los 1.100 metros de altitud hasta las mismas orillas de su litoral atlántico, son la otra realidad teldense.

Para analizar el nacimiento y desarrollo de la propia ciudad y de cada uno de sus barrios, tenemos que echar mano de la historiografía, pero también de no pocas aportaciones orales de los más ancianos de esos lugares.

Lo que no cabe duda es que el primer patrón de la ciudad fue San Juan Bautista

Lo que no cabe duda es que el primer patrón de la ciudad fue San Juan Bautista, que como es de todos sobradamente conocido, se conmemora su onomástica el 24 de Junio. Copatronos de la parroquia matriz del Bautista, son Nuestra Señora del Rosario y San Pedro Mártir de Verona. La primera remonta su patronazgo a varios siglos atrás, vinculando sus sucesivas imágenes con una célebre y bien arraigada cofradía, unida al destino de los esclavos y libertos. El segundo, santo protector de la Inquisición, por ser el titular del cercano hospital, que fundara, allá por la primera mitad del siglo XVI, la teldense Inés de Chimida.

El otro copatrono de la ciudad es San Gregorio Taumaturgo, cuya parroquial se encuentra enclavada en el centro mismo del populoso y comercial barrio de Los Llanos. Este templo tiene como copatrona a Nuestra Señora del Buen Suceso, y aunque ha habido intentos de ser suplantada por otras advocaciones marianas, tales como Nuestra Señora del Rosario, y más recientemente por Nuestra Señora del Carmen, lo cierto es que las gentes no han cedido en esas pretensiones clericales.

Por lo tanto, y en un primer momento podríamos afirmar que Telde tiene dos patronos generales: San Juan Bautista y San Gregorio Taumaturgo, este último celebrando sus fiestas el 17 de Noviembre. Las demás advocaciones que hasta ahora se han reseñado son copatronos de las parroquias, pero nunca de la ciudad.

Siguiendo un orden cronológico casi exacto, correspondería al pago de Jinámar, el tercer gran momento de creación de ermita y de cobijar entre sus paramentos a Nuestra Señora, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción. En un primer momento, finales del siglo XV, postrimerías del siglo XVI, se levantó un pequeño habitáculo de 4×4 metros, pequeño postigo y hornacina, además de puerta de arco ojival. Actualmente a tal edificio se le conoce con el nombre de Casa de la Ermitaña, ya que, al levantarse la nueva ermita, aquel pasó a ser hogar de la persona que custodiaba el nuevo lugar sagrado.

En pleno siglo XVI, un hijo de Cristóbal García del Castillo, al que llamaban Hernán el Joven, para diferenciarlo de su abuelo Hernán García el Viejo, erigió una ermita en su finca de Las Longueras, junto al barranco que baja de Tecén, y corre al margen del Valle de los Nueve. Este terrateniente deja escrito que la hizo por la especial devoción que tanto su esposa Doña Catalina como él, le tienen al Bienaventurado Patriarca San José, patrón de la buena muerte, y a la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de la Anunciación.

Aquí tal vez deberíamos llamar la atención sobre la ermita de San Antonio de Padua, en el Tabaibal, fundación que se debiera a la familia Castillo Olivares, allá por el siglo XVII. Después de pasar a los De La Nuez, por compra-venta, dicha ermita pasó por diferentes vicisitudes, sobre todo a partir de los años ochenta y noventa del pasado siglo XX. Fue entonces cuando las lluvias y otros accidentes meteorológicos dañaron sobremanera la cubierta de tejas árabes a dos aguas. Después vino la venta de la hacienda colindante, conocida por De Las Tres Suertes, y la cesión de dicho lugar de culto al ayuntamiento como compensación urbanística.

Este Cronista, sigue manteniendo que tal cesión no procedía y además no era legítima, toda vez que la propiedad de la ermita es de la Iglesia Católica o si se prefiere de la Diócesis de Canarias, ya que ni los señores Castillo Olivares ni los De La Nuez fueron propietarios, sólo mayordomos o patronos, ejerciendo tal autoridad a la hora de cuidar y mejorar el inmueble.

En las llamadas Vegas de Arriba: Valsequillo y Tenteniguada, unidas municipalmente a Telde hasta 1802, se veneran y tienen como patrones a San Miguel Arcángel y a San Juan Bautista; al que habría que añadirle en el Barranco y Pago de su nombre a San Roque. Desde la secesión del nuevo municipio, quedaron como patronos del mismo los titulares de sus tres parroquias. Pero no debemos olvidar el Oratorio de Era de Mota, al que se le dotó de unas magníficas piezas de origen flamenco, pertenecientes al antiguo Retablo de la Virgen, los Santos y los Ángeles, de la Capilla de San Bartolomé en la Basílica Menor de San Juan Bautista de Telde, y que hoy se custodian en la parroquial de San Miguel Arcángel de Valsequillo, después de haber sido restauradas por el Cabildo de Gran Canaria.

Recientemente, y gracias a las investigaciones llevadas a cabo por el Doctor D. Vicente Suárez Grimón, profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, se ha añadido a nuestra nómina de lugares de culto, otro oratorio-ermita, esta vez en la Hacienda que llaman de Los Campos de Rosiana, tras la Montaña del Guirre o Aguirre, dedicada a la Purísima Concepción.

A mitad del siglo XIX, superada ya la epidemia del Cólera Morbo del verano de 1851, un clérigo Bartolomé Martínez de Escobar, para más señas nieto del gran imaginero guíense José de Luján Pérez, eleva una petición al Señor Obispo de la Diócesis Canariensis, para que le deje edificar un oratorio o ermita en su finca de Las Salinetas, en este caso para agradecer a la Divinidad el que tanto su familia como él, se hubieran salvado de tan maléfica pestilencia. De ahí que dedicara el pequeño templo a Nuestra Señora de La Salud y San Pedro de Alcántara.

En la primera mitad del siglo XX en Lomo Magullo adquirió gran solemnisa la veneración de Nuestra Señora de las Nieves

En la primera mitad del siglo XX, y gracias al impulso del sacerdote Rvdo. Padre Collado, en el barrio de Lomo Magullo, adquirió gran solemnidad la veneración a Nuestra Señora de Las Nieves, de las que pocas noticias se tienen en los siglos pretéritos, aunque hay quien sostiene que tal devoción pudo llegar allí de la mano de los frailes dominicos que tenían convento en la cercana Villa de Agüimes. Pero antes de que todo esto sucediera y en torno a 1920-25 se habían erigido las ermitas de Cazadores y La Breña, la primera de ellas puesta bajo la custodia celestial de San Francisco, Nuestra Señora del Rosario y San Isidro, en el caso de la segunda cuidada por San José y Nuestra Señora la Virgen del Pino.

Otras iglesias, ermitas y oratorios se sumaron con el tiempo: Iglesias Parroquiales de San Isidro, en La Pardilla; del Santo Cura de Ars, en Las Clavellinas (Playa de Melenara); Nuestra Señora de Fátima, en El Calero; Santa Rita de Casia, en Ojos de Garza- Gando; Sagrado Corazón de Jesús, una en la Higuera Canaria y otra en la Playa de La Garita; Nuestra Señora del Carmen y San Pedro, en El Ejido; Nuestra Señora del Pilar, en Malpaí o Malpaís (Valle de los Nueve); Santa Marta, también en el Valle de los Nueve; Santiago Peregrino en El Lomo del Cementerio; San Juan Bosco, en el Polígono Residencial de Jinámar; San Venancio y María de Nazaret, en Casas Nuevas; Nuestra Señora del Carmen, en Las Huesas; San Ignacio de Loyola, en La Majadilla; Iglesia del Convento de El Espíritu Santo y el Patriarca San José, en Las Medianías; Capillas de los colegios Enrique de Ossó (Teresianas), en Las Medianías y María Auxiliadora (Salesianas), en Los Llanos.

Debemos advertir, que en algunos casos los templos católicos que representan físicamente la sede parroquial están en periodo de construcción o ampliación. Hay algunas comunidades religiosas y seglares que poseen oratorios en sus domicilios particulares. No viene al caso describirlos, puesto que no son generadores de fiestas patronales, que es el motivo principal de la redacción del presente artículo.

La Santa Iglesia Católica Apostólica Romana es, desde 1492 tras la expulsión de los judíos, el único credo religioso admitido en los territorios que hoy conforman el Reino de España. La fidelidad de los Reyes Católicos y sus descendientes en los tronos de Castilla y Aragón, y más tarde de la España unificada, Austrias y Borbones, pero también del usurpador José Bonaparte y el efímero Amadeo I de Saboya, no supusieron cambio alguno en cuanto a la fe de los españoles. La Primera y Segunda República, dado sus laicismos, fueron cortos períodos, en donde la libertad religiosa fue un hecho constatable. La larga Dictadura del General Franco, y su Nacional Catolicismo, afianzó aún más la primacía de los católicos y de lo católico.

Analicemos por tanto las fiestas patronales de Telde y su comarca, basándonos en algunas crónicas del pasado y del presente, echando mano a alguna bibliografía local, a numerosos artículos de prensa, y sobre todo a la memoria de muchos conciudadanos y a la nuestra propia.

Desde finales del siglo XV y hasta los años sesenta del pasado siglo XX, casi la totalidad de las fiestas poseían un profundo sentimiento religioso

Desde finales del siglo XV y hasta los años sesenta del pasado siglo XX, casi la totalidad de las fiestas poseían un profundo sentimiento religioso. No se concebía un día de fiesta, sin que éste estuviese amparado bajo alguna advocación religiosa. Los Santos y la Virgen María, copaban esas fechas, a excepción de la Semana Santa, El Corpus Cristi y La Navidad- Reyes.

No fue nuestra ciudad amiga de festejos populares de otros tintes, si bien en febrero no faltaban jamás los famosísimos y muy ambientados Carnavales, exceptuando el período comprendido entre 1936 a 1968 en que la autoridad civil y eclesiástica los tuvo prohibidos. Aquí debemos hacer constar que en Telde se siguieron celebrando, bien en casas particulares o en la sede de alguna asociación cultural y de recreo, tales como: La Fraternidad de Los Llanos y Cánovas del Castillo en el Callejón de Castillo-La Fonda.

Fuera de este calendario, sólo hemos podido constatar algunos festejos de índole profana, es el caso de corridas de toros, en el pasado más remoto siglos XVIII y XIX o en los más cercanos años sesenta y principios de los setentas del pasado siglo XX, en el que Telde contó con plaza de toros propia en el Polígono Industrial del Goro, junto a la autovía G.C.1, en este caso de obra de mampostería, superando la portátil de madera que se levantó ocasionalmente en algunos otros lugares del municipio.

También se celebró con toda pompa las proclamaciones o subidas al trono de los Reyes de España. Apoteósica fueron las de Doña Isabel II, Don Alfonso XII y la de Don Alfonso XIII, así constan en rotativos tales como: El Liberal, El Ómnibus, El Diario de Las Palmas y La Provincia, entre otros.

La ciudad de Telde tiene como patronos, como ya hemos reflejado con anterioridad, a San Juan Bautista y a San Gregorio Taumaturgo. Una festividad estival (24 de junio) y otra otoñal (17 de noviembre). Algunas semanas antes, las madres acudían a las tiendas de textiles y peleterías para abastecerse de cuánto podría ser necesario para el buen vestir y calzar a sus esposos e hijos.

Todos debían acudir a los actos cívico-religiosos de punta en blanco, con las mejores galas que la economía permitía. En Telde se estrenaba ropa de verano por San Juan y ropa de invierno por San Gregorio. Estas compras programadas estaban cargadas de expectación y el día del estreno, ésta se trocaba en excitación. Tanto en mayo como junio los múltiples talleres de costura y sastrería entraban en una actividad frenética. Las mujeres suspiraban por llevar nuevos trajes y los hombres se las componían para mostrar ternos de reciente hechura. Antes de todo ello las librerías y alguna que otra imprenta vendían los celebres figurines, revistas especializadas en moda, y los no menos útiles patrones. Las mercerías vendían toda suerte de artículos, y las especializadas en forrar botones, cinturones y hasta zapatos hacían buenas cajas.

En el siglo XIX los festejos tenían una duración máxima de tres días, y en años de sequía, y por lo tanto de estrecheces económicas, se reducían a uno

En el siglo XIX los festejos tenían una duración máxima de tres días, y en años de sequía, y por lo tanto de estrecheces económicas, se reducían a uno. El momento álgido por antonomasia era la procesión del Santo Patrono, acompañado la mayor parte de las veces por titulares de capillas o ermitas. Tal es el caso de San Juan Bautista, quién se hacía acompañar de San Pedro Mártir de Verona, Nuestra Señora del Rosario, San Francisco de Asís, y no pocas veces el Patriarca San José. En cambio, San Gregorio Taumaturgo, salía en procesión junto a Nuestra Señora del Buen Suceso, aunque ésta tenía festividad propia, la siguiente semana al domingo de Pascua, llamada popularmente Fiesta de Los Marinos.

En el Barrio de Abajo o lo que es lo mismo en San Juan, zona fundacional de la ciudad, el Patrono salía a la Plaza de la Iglesia, seguía calle Real abajo hasta entrar en la calle Conde de La Vega Grande, después de recorrerla se entraba en la zona conocida La Placetilla y se volvía por la calle de La Cruz o Licenciado Calderín, desde ahí se pasaba a la Plazoleta de Marín y Cubas o Trasera de la Iglesia Matriz, para subir por Doramas, y calle arriba hasta Pérez Camacho, retornando al templo por la vieja calle Real o León y Castillo.

Los fastos, venían precedidos de la consabida novena, conjunto de eucaristías y sermones protagonizados siempre por clérigos naturales de Telde que habían destacado en la vida eclesiástica, llegando a ser miembros del Cabildo Catedral o Vicarios, Arcedianos u otros cargos de la Curia Diocesana.

Las grandes familias del lugar se disputaban el honor de engalanar con las más variadas flores el trono del Santo Patrón, muchas de ellas procedentes de los jardines, huertos, fincas o cercados de su propiedad.

La procesión, era presidida por los dos beneficiados, coadjutores, frailes del cercano Convento de Santa María La Antigua, hasta su extinción en 1836; también asistían en lugar preeminente las autoridades civiles, encabezadas por el Señor Alcalde-Presidente, Concejales, Secretario General del M.I. Ayuntamiento y del Cronista Oficial. Así mismo participaban del acto religioso varios miembros de la Policía Municipal, miembros del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, y a partir de los años cuarenta del siglo XX, los máximos representantes militares de la Base de Aérea de Gando. Las Bandas de Música y más tarde la unificada Banda de Música, solemnizaban el momento con sus marchas acompasadas. Eran invitados de honor el Presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria, los Hijos Adoptivos y Predilectos, además del Señor Registrador de la Propiedad, el Notario y el Director del Hospital de San Pedro Mártir y Santa Rosalía. Destacados miembros de la sociedad como los Señores Manrique de Lara, propietarios del archiconocido Cortijo de San Ignacio, el Señor Conde de la Vega Grande de Guadalupe y el Señor Marqués del Muní, venían de vez en cuando, para afianzar así sus prestigios y el de sus Casas. Ha habido años que la procesión del Patrono de la ciudad ha contado también con la Banda de Música de la Base Aérea de Gando, conocida popularmente por la feligresía como la del Ejército del Aire. Las gentes en gran número seguían la procesión de las más diversas formas y maneras. Los había que iban como penitentes descalzos y los más cantando salmos al ritmo que marcaban los sacerdotes y religiosos.

En otro orden de cosas, tenemos que reseñar las célebres hogueras que, si bien no eran las primeras del año, reservadas éstas a San Antonio de Padua, si marcaban un hito que se prolongaba en las de San Pedro y San Pablo el veintinueve del mismo mes.

La Feria de Ganado, en una sociedad agrario-pecuaria, supone un atractivo para los colectivos sociales de toda índole. No sólo avivaba el orgullo de los ganaderos, mostrando lo mejor de sus ganados, sino que servía de escaparate para la posterior compra de algunos ejemplares, bien a cambio de unas buenas monedas o realizando el tan recurrente trueque. El ganado vacuno era la principal atracción, junto al caballar; a los que le seguía el caprino y el lanar, de notable incidencia en la economía comarcal. El porcino no le iba a la saga, ya que Telde, junto con El Ingenio, Agüimes y Valsequillo, siempre destacaron en la producción de ese tipo de carnes, afamadas fueron, y aun hoy lo son las tan celebradas patas de cochino a la manera de Telde.

Las carreras de caballos eran esperadas por todos, propietarios y público en general. Desde muchos días antes se publicaban en sendas pizarras, colocadas estratégicamente en La Alameda de San Juan y La Plaza de los Llanos, los nombres de los equinos que iban a competir, junto a los de sus dueños, siendo famoso en los años treinta y cuarenta el Caballo Blanco, propiedad de Don Fernando Rodríguez. Las apuestas iban desde unos míseros céntimos hasta escrituras públicas de casas, solares, fincas o acciones de pozos y galerías, cada uno apostaba lo que podía, pero la fiebre del juego corría como la pólvora entre las gentes.

Varios concursos salpicaban los días de fiesta. Para los más pequeños la participación en carreras de sacos y juegos tales como la sartén tiznada o el pañuelito, hacían las delicias de todos. Ya bien entrado el siglo XX, se impuso la bicicleta y con ella las carreras y también la muestra de destreza a la hora de conducirlas en lo que se llamó las cintas.

El juego de la cucaña fue muy popular entre los jóvenes. El elevar un alto tronco de árbol y después ascender por el hasta conseguir el premio que contenía en su extremo superior, era toda una prueba de virilidad.

Los fuegos artificiales se lanzaban al aire desde las plazas públicas, al no existir el color en ellos, siempre se hacían explotar sobre las doce de al mediodía. La chiquillería corría eufórica de un lado para otro, a veces con peligro de quemarse entre los atractivos churros o molinillos de fuego. En la segunda mitad del siglo XIX y hasta los años cuarenta del XX, se llevaron a cabo los nominados como caballitos de fuego. A partir del principio de los años sesenta del siglo XX el color se añadió al estruendo de los voladores y los fuegos pasaron a las doce de la noche de la víspera del Santo.

Los mojigangos, papahuevos o gigantes y cabezudos, son parte muy destacada del jolgorio festivo. En Telde se corren los carnavales y también los papahuevos. Tenemos noticias escritas, desde 1805, en el que un cronista de la época, reseña con toda suerte de detalles como se celebró la llegada a la ciudad de la nueva imagen de San Gregorio Taumaturgo, esta vez salida de la gubia del escultor guíense José de Luján Pérez. El memorialista nos dice que hubo fuegos artificiales y hasta mojiganga.

Del siglo XIX, sólo tenemos vagas noticias de los personajes representados en los mojigangos o papahuevos, según parece los había de dos tamaños, unos verdaderos gigantes de tres/cuatro metros de altura y otros más pequeños, a manera de enanos. La cabeza y parte del busto eran de cartón sobre coloreados, podían portar o no pelucas, realizadas éstas en fibras naturales como plataneras o palmeras. Éstos aludían a un negro zumbón, a un narizudo, a un orejudo y según parece a un bocaplato. Ya en los años cuarenta del siglo XX, fueron modificados o mejor dicho se añadió algún que otro personaje como fueron los Reyes Católicos y también ciertos personajes hollywoodense, así aparecieron Charlot, el Gordo y el Flaco, los hermanos Marx; pero entre todos los mojigangos el que más feligresía tenia, sin duda alguna, era el mexicano Mario Moreno, Cantinflas.

Para la alta sociedad teldense era privativo el paseo de la Alameda, en el se daban cita los jóvenes y las jovencitas, que previamente se habían presentado en sociedad y que al decir de entonces eran casaderas. Las madres y las tías, así como alguna prima solterona, hacían de carabina y todos a una giraban y giraban marcando el perímetro del rectangular espacio público, parándose de vez en cuando para brevísimos saludos. Era importante ver, pero mucho más dejarse ver. Los comentarios por lo bajini era método eficaz y descarnado para la crítica más aguda. Si el paseo era de mañana había limonada y música, pero si era de tarde el tal paseo era preámbulo del consabido baile.

El popular ferial, con casetas de tómbolas, tiros, cochitos de choque, ruletas, tiovivos, etc. Primero se llevaba a cabo dentro de la ciudad y en las inmediaciones de la Alameda y Plaza de San Juan. En 1968 se cambió su ubicación al Quinto, para en tiempos posteriores y más cercanos llevarse todo el jolgorio a la Hoya de San Pedro, hoy mal llamada de San Juan.

Los pregones de las fiestas no se oficializan en Telde hasta la llegada del siglo XX

Antes de concluir debemos reseñar que el hoy tan cacareado pregón, no se oficializó en Telde hasta la llegada del siglo XX. Con anterioridad un empleado municipal con corneta y tambor iba anunciando los festejos por calles y plazas, haciendo mayor bulla, si cabe, los domingos en la plaza del mercado o Plaza de los Llanos de San Gregorio. Después, durante la Dictadura de Primo de Ribera y la II República, el M.I. Ayuntamiento elegía a pregoneros de alto prestigio intelectual, así eran llamados al Salón de Plenos de las Casas Consistoriales a relevantes académicos, poetas, periodistas, médicos, etc. Aún resuenan las loas de Don Luis Doreste Silva, Montiano Placeres Torón, Saulo Torón, Antonio Rumeu de Armas, Alfonso Armas, y tantos otros que entre 1923 y 1970, verbalizaron la belleza de nuestros campos, la importancia urbanística y artística de nuestra ciudad, la nobleza y laboriosidad de sus gentes.

Recientemente, si por ello entendemos los últimos veinte o veinticinco años, un fenómeno social se ha incardinado en la sociedad insular en general, y muy particularmente en la teldense. Nos referimos a ciertos ritos paganos, con visos de religiosidad antillana, más folclórica que espiritual, que lleva a algunos ilusos a celebrar en las orillas de nuestras playas ciertos ritos, que creíamos olvidados y propios de otras latitudes y creencias. Así en la noche previa al día de San Juan Bautista, noche del 23 de junio se reúnen en las playas algunas personas que danzan, cantan y se bañan en el Atlántico en medio de un verdadero potaje de flores, ramas y frutas, dejando nuestro litoral con el mismo aspecto que una plaza de mercado tras la celebración de éste. El M.I. Ayuntamiento en aras de ese populismo tan rentable para los políticos locales anima la fiesta con grupos musicales, antorchas y cuantas más cosas no les debiera permitir la cultura y el civismo.

 

El 14 de septiembre de cada año, era tradicional celebrar el Día del Santo Cristo del Altar Mayor, conocido también por Santo Cristo de Telde, del que dice el cantar de Telde el tesoro y el bien mejor. Durante siglos esa festividad se llevaba a cabo en el interior de la hoy Basílica Menor de San Juan Bautista, y todo se reducía a una misa solemne o cantada. En días previos la consabida novena que atraía a cientos de devotos de ésta y de otras tantas localidades insulares. En tiempos pretéritos, hay noticias que reducen las Bajadas a años de sequía pertinaz o a momentos de gran mortandad por la aparición de fiebres y de más epidemias. También se realizaron estos actos al finalizar alguna contienda bélica, como nos consta se hizo en 1939, al concluir la última Guerra Civil. Pero a partir de los años sesenta de la anterior centuria, y gracias a los desvelos de Don Juan Artiles Sánchez, el obispo Don Antonio Pildain y Zapiain aprobó que cada año se llevase a cabo la Bajada cada 12 de septiembre, acto en el que se desciende su admirada imagen, desde el ático del altar mayor hasta los pies del mismo.

El ya mentado catorce, la venerada imagen de origen mexicano es sacada en procesión siguiendo ruta parecida a la de San Juan Bautista, y solo en contadas ocasiones superando los limites fundacionales de la ciudad, con visitas al Barrio de Arriba o Los Llanos. Durante el 2000, fue llevado a la Catedral de Santa Ana, en larga procesión que duró varios días y donde fue acompañado por casi 14.000 teldenses. Esta festividad es netamente religiosa, por lo que no hay ningún tipo de acto lúdico, incluyendo ahí la ausencia de fuegos artificiales, solo las campanas de su Santuario y las de otras Parroquiales, se hacen replicar frenéticamente a gloria para anunciar así a la feligresía su salida del templo y su andar por las calles de la ciudad.

Como ya habíamos avisado, dada la extensión de este artículo, en total veintidós páginas, lo hemos dividido en dos, comprometiéndonos a publicar el próximo miércoles la segunda parte.

FUENTE: https://www.teldeactualidad.com/articulo/geografia/2021/03/31/309.html

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