POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Hay personas que manifiestan su buena voluntad en acciones cotidianas, que pueden pasar la vida entregadas al bien, sin haberse visto en la situación extrema de elegir entre salvarse a sí mismas o salvar a sus semejantes, un día se ven en ésas y descubrimos un egoísmo inédito, como quien vive en santidad y muere apóstata. Otras personas son miserables en su rutina diaria pero ante un acontecimiento extraordinario, en un callejón sin salida, se convierten en mártires de cualquier causa, arrepentidos de última hora, como el cisne que sólo canta cuando va a morir. Traigo esta reflexión por el famoso bañista que se zambulle en las gélidas aguas de la playa de San Lorenzo un lluvioso día de febrero y al salir por la Escalerona, descalzo, en traje de baño y calado hasta los huesos, abre su paraguas para resguardarse del orbayu. Sí, cabe el heroísmo entre melindrosos.
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