POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Ayer, asombrado por el boato del banquete regio en honor del Presidente de la República de Portugal, me entró una especie de congoja pensando qué podría guisar yo para hoy con el fin de emular a los menús de Palacio.
Se me ocurrió preparar un arrocín «a lo probe»; es decir, con «cosuques» que vas dejando en el frigorífico y que pueden ser base para un plato apetecible.
Lo explicaba Luis Antonio de Vega en su «Guía Gastronómica de España» (Ed. Nacional. Madrid 1970) presentando algunos «arroces a lo pobre».
Así que abrí el «frigo» y me encontré con unas sobras de pollo «casi pasteru» que había guisado el día anterior.
Digo lo de «casi pasteru» porque estos pollos, de unos 6 meses de edad, son criados en libertad pero con una alimentación combinada de grano y pienso de engorde.
Lo curioso del caso es que el granjero avicultor se apellida «del Campo» y , claro, sus pollos pueden anunciarse como «del Campo» sin ser realmente «pasteros» , aunque sí puedan tildarse de «camperos».
Y es que esto de los apellidos tiene su «coña» de contrastes y de aciertos según los casos.
Por ejemplo: ¿qué pensarían ustedes de un médico que se apellide MATA, de un juez que se llame VERDUGO; de un carnicero que firme como VERDURAS; de un ateo que sea «DE DIOS»; o de un padre de familia numerosa apellidado CONDÓN?.
O, sea ahora el caso contrario, ¿verdad que les inspiraría confianza un profesor llamado BUENO, un Gobernador apellidado JUSTO o un sacerdote de apellido SANTO?
Y ya, en alarde de contrasentido simpático, conocí a dos familias, residentes en el mismo edificio de Gijón, que la que vivía en el 4º piso se apellidaba RATÓN y la del 5º, GATO.
Pueden creerme: eran muy amigos.
Bueno, bueno… Pues guisamos el arrocín con sobras de pollo, unos pimientinos, unos trocinos de jamón, un toque de ajo y caldo de ave hecho con carcasas de pollo- Una maravilla.
De segundo preparamos unos filetes de merluza (de «volanta»), muy buenos y muy frescos, fritos a la romana, complementados con unos langostinos (peladas las colas) fritos al ajillo con un ligero toque de guindilla.
Otra maravilla.
Mi mujer y yo, sin diadema, sin traje largo de gala (para que no se desabrochara), sin condecoraciones ni collares de Toisón de Oro… Nada de nada; de paisano «de andar por casa».
Y sin discursos plagados de mentiras y sin parafernalia de besamanos.
Nosotros, a lo nuestro. Al arrocín probe con pitu casi pasteru, a la merlucina de Llastres, y a un buen vinín de Cangas que ye gloria de Asturias.
¡Ah! Se me olvidaba. Y hasta sobró para la cena.
Nosotros no trabajamos la «sopa de acelgas».