POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
En mayo de 1850, los efectos de un temporal causaron grandes destrozos en el mar.
Desde las nueve de la mañana del viernes 24 de mayo, según el ‘Diario Mercantil’ de Valencia, un fuerte viento al Este-Norte-Este, con mar gruesa del Este, y que duró hasta las cinco de la tarde, hizo que una goleta inglesa cargada de guano embarrancara en la playa, junto al antiguo Lazareto, y a la boca del puerto de Valencia una barca de esa matrícula, cargada de géneros de Cataluña, se perdiera totalmente, salvándose parte de su cargamento. A todos los buques que se hallaban fondeados les faltaron las cadenas, por lo que, si a las seis no se hubiese calmado el tiempo, todos los buques hubieran ido sobre la playa.
Otros buques llegaron de arribada, teniendo que arrojar al agua la mayor parte de sus cargamentos para liberarse de un naufragio seguro. Lo mismo se vieron obligados a hacer dos o tres buques que venían de Torrevieja cargados de sal.
La playa del Grao de Valencia presentaba un triste cuadro. Al horror que infundía el espectáculo, se añadió la desesperación de los marineros que presenciaron los naufragios y vieron el peligro en que estuvieron los demás buques sin poder darles auxilio.
El día anterior, jueves 23 de mayo, habían salido para Cullera algunos buques de cuya suerte nada se supo hasta pasados algunos días, terminando embarrancados.
Al comenzar el temporal llegó a Valencia, procedente de Barcelona, el vapor ‘El Cid’. Una de los pasajeros que quiso desembarcar corrió graves peligros. Por la noche, a pesar de que aún reinaba el viento en el canal, entró en el golfo de valencia, por la parte de Alicante, el vapor mercante ‘El Alba’, llegando felizmente al amanecer del día 24 de mayo.
En marzo de 1852, un temporal en Málaga se hizo sentir en Gibraltar, según leemos en la ‘Crónica’ de aquella plaza, correspondiente al 8 de marzo.
En la noche del día 3, se presentó un fuerte viento de del S. E. que arreció mucho al día siguiente día y no empezó a ceder hasta el día 7, después de una copiosa lluvia. Los daños causados en la ciudad de Málaga fueron de poca consideración; pero contra la murallas del puerto se perdió el bergantín inglés ‘Lord Dupplin’, que procedente de Glasgow iba destinado a Barcelona con carbón, y el bergantín prusiano ‘Irene’, procedente de Liverpool, para Trieste, se hizo pedazos bajo el fuerte de Algeciras, así como el laúd español en Torre Carbonera (San Roque-Cádiz), en Palmones (Cádiz). En el Rinconcillo (Algeciras) se perdieron dos faluchos. Otras muchas embarcaciones sufrieron averías o desgracias de más o menos consideración, apareciendo gran número de botes y efectos de buques en las playas
En Algeciras, también se hallaron entre los perdidos la goleta española ‘Estrella’, de Torrevieja, con sal, y el bergantín austriaco ‘Jena’, de Trieste. Cuya tripulación fue salvada por una lancha enviada por las autoridades españolas.
A lo largo de la costa desde Guadarranque (Sal Roque-Cádiz) a Algeciras se vieron restos y fragmentos de embarcaciones que indican los estragos hechos por el temporal. El barco español ‘Inés’, que se perdió en la plata de Getares (Algeciras), desapareció totalmente.
Lo más triste fue la pérdida de dos hombres y algunos heridos.
Los pormenores del sensible naufragio ocurrido en Torre Carbonera, según el único superviviente de la embarcación, el laúd iba sin rumbo y a merced del horrendo temporal, y su tripulación solo anhelaba que el buque pudiese embarrancar en la playa. Ningún esfuerzo les bastó para poder conseguir este triste recurso, pues lo enfurecido de las olas lo impidió. En tan angustiosa situación, ese marinero, bien persuadido por del seguro riesgo de permanecer en el buque, creyó que con su fuerza pudiera salvarse nadando hasta la tierra. Sólo el fuerte anhelo por su existencia le arrastró a ese intento. Se armó de valor e invocando a la Virgen se entregó al desgraciado y despiadado enemigo de las furiosas y embravecidas olas. Sus compañeros le suplicaron que volviese a bordo, creyéndose más seguros en el buque que en unos momentos se fue a pique.
En ese fatal momento, y sin poder los marineros aliviar en nada su peligrosísima situación, quedaron sepultados bajo el buque. Desaparecieron estos desgraciados, no sabiéndose nada de sus cadáveres. El que estaba nadando tuvo el triste dolor de observar la catástrofe, y no pudiendo ser nada útil, concentró todas sus fuerzas para liberarse de las garras de la muerte. Se dirigió a hacia tierra, y cuando después de romper algunas olas se vio próximo a ella, lo halló todo perdido, pues la resaca le hacía retroceder de cuanto creyó ganado.
En tan penosa situación emprendió de nuevo su anhelado objetivo, y siempre la pequeñez de su poder sucumbió a su enemigo. Sus fuerzas se fueron gastando y sus esperanzas perdiendo. Desde las doce y media del 3 de marzo de 1852, hasta las tres de la tarde duró la penosa porfía, la de querer salir y la resaca de introducirlo.
Aún había otro riesgo más del que lo estaba su suerte., pues habiendo recorrido en esas dos horas y media una mulla de litoral, sobrevivió siempre, a pesar de las piedras y haber pasado tres puntas o pequeños cabos.
Ya casi exánime, aún cuando la resaca volvió a arrebatarlo de encima de la playa a donde pudo acercarse, siendo visto por un carabinero, fue socorrido por él, sacándole de las aguas. A hombros fue conducido a Torre Carbonera, en cuyo destacamento de Hacienda le prodigaron cuantos auxilios necesitó, pasando luego al hospital de San Roque.
El nombre de este marinero era Blas Arques. Sus compañeros ahogados fueron: patrón Juan Cala; marineros, Agustín Pinana; Joaquín Sola; Miguel (a) Benicarló y Viterie Coses. El laúd ‘Santa Cinta’ iba cargado de regaliz. Todos eran de Tortosa.
Hacía muchos años que no se había conocido en Gibraltar un temporal tan fuerte de viento al Sur y Este.
Las averías que hicieron a los barcos menores anclados en la bahía. Arrastraron a tierra al bergantín inglés ‘Lord Duplin’ con carbón de Pont Albert para Cartagena, y el bergantín prusiano ‘Irene’, capitaneado por Martín, con un cargamento general de mercancías procedentes de Liverpool para Trieste. Ese buque fue sacado a flote aprovechando la marea.
En Algeciras embistieron el bergantín austriaco ‘Jenny’, capitaneado por Demetrio Cerganovich, procedente de Trom con 623 toneladas de carbón de piedra para Trebisonda. El buque, no pudiendo tomar ese fondeadero ni el de Puente Mayorga, porque tenía roto el palo de trinquete, no pudiendo barloventear, tuvo por necesidad que dar fondo en Algeciras.
Toda la tripulación, de diez y seis hombres y su capitán, se salvaron en la lancha de auxilio que mandó el comandante de marina de Puente Mayorga, a quien debieron sus vidas toda la tripulación. Aquella noche arreció el temporal partiendo el buque sus tres amarras, viniendo a tierra sobre el arrecife de Santa Bárbara, en cuyo sitio se desfondó y tiró por la banda de babor el palo mayor.
Hizo bastante daño el vapor francés ‘Narcul’, que echó a pique a un falucho cargado de cebada, perteneciente, uno y otro, a Ramón Orozco, minero de Sierra Almagrera, y al guardacostas Barceló. También le hizo en la popa una avería de más de doscientos reales.
A poniente del río Palmoses embistió también una polacra goleta española con cargamento de sal de Torrevieja para Ribadeo; pero como era un buque nuevo, sacando el porte de trigo, se pudo poner a flote.
También naufragó la fragata inglesa ‘Mary’, capitaneda por Ellis, detrás del monte cerca de Gualguiton, con cargamento de trigo procedente de Odezsa para Cork o Fulmouth. El buque se hizo mil pedazos y muy poco pudo salvarse. De su tripulación, dos se quedaron en bote y la corriente les echó fuera; pero afortunadamente pasó un bergantín francés y los recogió, trayéndolos a la bahía de Gibraltar.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 20 de diciembre de 2014