POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Fue Fray Luis de León (1527-1591) un fraile agustino y gran poeta místico, profesor en Salamanca, que por haber traducido sin permiso de sus superiores «El Cantar de los Cantares» (Libro bíblico un tanto erótico-amoroso) fue condenado a cárcel por la Inquisición el 27 de mayo de 1572 y en ella estuvo hasta el 7 de diciembre de 1576.
Ya libre, le fue otorgada la cátedra de Sagrada Escritura en la Universidad salmantina y recibido triunfalmente por profesores y alumnos quienes asistieron masivamente a su primera clase esperando un duro discurso contra sus jueces.
Fray Luis, que era persona sabia y humilde empezó su lección con esta célebre frase: «Dicebamus hesterna díe…»(Decíamos ayer…).
¡Oiga! Pero eso ¿no lo dijo San Juan de la Cruz?
¡No, hombre, no!
Fue un político actual quien se lo atribuyó y lo transcribió una poco documentada periodista.
¡Errores de la vida de resistencia y de venganza!
Pues nosotros, humildemente como Fray Luis, dicebamos hesterna die que el escanciado de la sidra, tal como se practica y se publicita actualmente, es costumbre asturiana muy moderna, con posible antigüedad de finales del siglo XIX.- Esto es fácil de entender puesto que hasta esos años no se fabricaban botellas de sidra (las conocidas como de «molde de hierro» o «modelo Gijón) y los vasos para su consumo son algo posteriores.
La sidra se elaboraba en los llagares y se almacenaba en toneles o pipas de capacidad muy variable. Para conocer si la sidra estaba «en sazón», y probarla, se espichaba el tonel (se practicaba un pequeño orificio en su parte medio-baja, que luego se cerraba con una espita de madera) y el líquido se recogía en una «xarra», o «zapica», de capacidad próxima al litro, para luego ser distribuido en cuencos, «caciplos», o «tarreñes»… a los comensales. Tales recipientes eran tradicionalmente elaborados en madera o en barro.
Escanciar era «servir la sidra desde la xarra a la tarreña».
Lo decía el cantar:
«Escancia, escancia condenada;
¡qué mal mides, so bribona!
La tarreña está mediada;
que San Bartolo te ayude
a tener la vista clara»
Las espichas, que antaño consistían en una reunión de vecinos expertos para «probar un tonel», terminaron siendo, como ahora, una actividad comercial. El «llagareru» apuntaba en una pizarra «les xarraes» que suministraba a cada asistente para luego cobrarle su «consumición». Lo contaba Francisco González Prieto, «Pachu´l péritu» en «La vida asturiana nun cientu sonetos» (Gijón, 1921):
«Rompió una´ spicha Xuan el Llagareru
y acudieren cuarenta bebedores;
de toa la parroquia los meyores,
a cuál más secañosu y folixeru.
Abondo comestible unvió´l tenderu.
pa tar allí sorbiendo cuarenta hores
y APUNTABEN CON TIZ LES CANTIMPLORES
QUE DIBEN EMPINANDO POL GORGÜERU…»
¿Y qué nos cuenta de los vasos?
Pues eso: otra invención de la modernidad.
Los primeros vasos de vidrio eran de forma troncocónica invertida, de vidrio grueso y varillado, con una altura de unos 11 cm, boca de 9 cm de diámetro y base de 7,5 cm de diámetro.
Los vasos actuales, también de vidrio (aunque algunos los llamen «de cristal») son de pared muy fina, altura 12 cm y boca y base de igual diámetro que los primitivos.
¡Oiga! Otra pregunta.
¿Y cómo se escancia ahora?
Pues la cosa tiene su «quid», su «busilis».
Hacen falta galanura en la persona y en los brazos (uno en alto, otro en bajo), horizontalidad en la botella y verticalidad en el chorro de sidra que ha de «romper» en el borde del vaso; elegancia en la postura del escanciador (nada de «figuritas» ni de filigranas de brazos torcidos tras la cabeza o la espalda) y tino para la medida (una botella suministra 5 «culinos bien echaos»).
¿Y eso cómo se consigue?
Pues lo enseña el refranero: «Cortando cojones aprendió el capador».
No hacen falta estudios técnicos de anatomía ni de Física.