POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Acababa de encontrarme con un vecino veterinario, a quien pedí consejo sobre un cuervo que crío en casa, y me encontré en la plaza de América con Antonio González Busto, abogado a quien conocí recién egresado de la Universidad. Aguardando a que se abriera el semáforo, hablamos de nuestros oficios y las dificultades para que los clientes nos paguen; en su caso porque le hacen consultas fuera del despacho, sin cita previa, y no le da tiempo a bajar la bandera, a mí porque creen que trabajo por amor al arte. “¿Podría Hacienda reclamarnos los impuestos de ese lucro cesante?”, le pregunté. “No, la ley, en el artículo 1 del Estatuto de los Trabajadores dice que se excluyen de su aplicación los trabajos hechos a título de amistad, benevolencia y buena vecindad”; enseguida se abrió el semáforo y cada cual siguió su camino. Hoy me llegaron dos minutas: la del veterinario y la del abogado.
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