POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Manolo, un niño de Corés, preguntaba a uno del pueblo en sucesivos encuentros: “¿Cuándo morres, José, pa que me dejes la pipa?”, “¿Cuándo morres, José, pa que me dejes la fragua?”, “¿Cuándo morres, José, pa que me dejes el horru?”. El jueves conocí el horru; me llevaron dos soviedanas (somedanas de Oviedo); desde sus pegoyos (los del horru) contemplé venados a simple vista, con prismáticos conté las puntas de sus cuernos y callé hasta el anochecer mientras desaparecían en la niebla el Pico La Fana, la ladera Trascantín y las cabañas de Fontisiella o de Fonticiechi, no sé bien porque la borrina las cubría de misterio; envuelto en ese hechizo del otoño boreal escuché la berrea alucinante en la que el macho anuncia su fortaleza. Varias horas disfruté con los pies colgando sentado en la talamera del horru de Manolo (sí, de Manolo, que ya no es tan niño) y fumando su pipa de la paz.
Fuente: https://www.lne.es/