EL CRONISTA OFICIAL DE BETANZOS REGISTRABA CON PESAR ESA MEDIDA DEBIDA «A LA FALTA DE RECURSOS EN LA DEPOSITARÍA MUNICIPAL, PENURIA ENDÉMICA QUE PADECERÍA LA CIUDAD DE BETANZOS A LO LARGO Y ANCHO DE SU HISTORIA»
Como todas las esculturas monumentales, da la impresión de que estuvieron ahí siempre. Pero los dos imponentes leones de mármol que reciben al visitante del Real Sitio de Covadonga están mucho más viajados de lo que pudiera pensarse. Recorrieron por mar y tierra el camino de Roma a Betanzos a principios de la última década del siglo XIX, para acabar flanqueando la entrada a los peculiares jardines brigantinos llamados «El Pasatiempo». Casi ochenta años después, volvieron a desplazarse desde la ciudad gallega hasta su actual ubicación en el corazón de la montaña asturiana en la primavera de 1970. Y aún podría quedarles un viaje más; el mismo, de regreso, que ya recorrieran hace más de 46 años: de vuelta a Betanzos.
Al menos, así lo pretende una iniciativa que ayer mismo anunciaba el ayuntamiento encabezado por el socialista Ramón García Vázquez para devolver a los dos grandes felinos de mármol de Carrara a su ubicación original. El regidor ya ha remitido, a tal efecto, una carta al arzobispo de Santiago, Julián Barrio, para pedir su «mediación» ante la archidiócesis de Oviedo «y concretar una reunión en la que se pudiera abordar esta cuestión», aun siendo consciente de la «dificultad que entraña» un rescate del que, por el momento, en la archidiócesis ovetense dicen no saber «absolutamente nada».
Así lo aseguran fuentes del arzobispado asturiano, desconocedoras por completo del recado del alcalde que de momento sigue en Santiago de Compostela. Mientras la hipotética mediación llega o no a Oviedo, el ayuntamiento de Betanzos sabe al menos que cuenta con el apoyo de la Diputación coruñesa para un genérico plan de recuperación de los jardines construidos por el indiano Juan García Naveira a finales del siglo XIX, sometidos durante décadas a un intenso deterioro del que se les ha intentado sacar, con resultados solo provisionales y recaídas, en más de una ocasión. Ahora, con el apoyo de la Diputación, se ha concretado en un proyecto de un millón de euros de presupuesto para recuperar el jardín y su notable parque escultórico… donde faltaría su pieza más antigua y espectacular: los leones.
Indiano y filántropo
La historia de Juan García Naveira es la del indiano que prosperó y que compartió su buena fortuna con sus conciudadanos. Emigrado a Argentina y enriquecido allí, a su regreso en 1893 invirtió buena parte de sus ganancias en construir escuelas, servicios sanitarios, viviendas o asilos y un parque realmente extraordinario surgido de la filantropía que tanto impregnó a la burguesía de la época y de una imaginación francamente notable.
«El Pasatiempo» se inició al regreso del indiano y fue creciendo poco a poco durante dos décadas, casi como un work in progress inacabado en el que García Naveira y su familia fueron agregando elementos en un largo goteo con no poco de capricho. El resultado, ecléctico y acumulativo, tuvo mucho de parque temático antes de tiempo y algo también de quimera, con sus paseos y jardines, sus edificaciones de distintos estilos, su estatuaria de sabor grecolatino y sus pastiches de relieves egipcios, sus estanques y canales, un zoológico e incluso aeróstatos y un teleférico que ponían la nota de tecnología y progreso recreativo para disfrute de todos los brigantinos.
Los leones llegaron muy tempranamente a ese conjunto; no mucho después de que Juan García Naveira y su hermano Jesús quedasen admirados, en uno de sus muchos viajes, ante la tumba del papa Clemente XIII en Roma, un mausoleo neoclásico obra de Canova en el que destacan dos poderosos felinos, uno dormido y otro vigilante. El indiano quiso la misma (o al menos, parecida) custodia a la entrada de su jardín, y encargó a un escultor italiano las dos estatuas que viajaron hasta Betanzos. El traslado fue extremadamente engorroso, según las crónicas. El enorme peso de los mármoles exigió incluso que se reforzara el puente por el que hicieron su entrada a la ciudad. Lo cual, seguramente, no vino mal cuando tuvieron que volver a salir de ella.
Animación y decadencia
Pero antes estuvieron allí durante casi ocho décadas, siendo primero testigos de la animación de «El Pasatiempo» y de la progresiva decadencia que llegó con la guerra civil, que fue deteriorando los jardines y todo lo que contenían. Los leones también sufrieron lo suyo hasta que llegó el momento en que un improbable traslado les volvió a sacar brillo y a ponerlos a la vista de los seres humanos. Sucedió en 1970, cuando un hijo del filántropo, Juan Jesús García Iribarne, accedió a venderlos al arquitecto Javier García Lomas, que decidió adquirirlos para rematar la última gran reforma del santuario y su entorno, y sustituir unos pilones diseñados por el arquitecto Federico Aparici para flanquear el camino de acceso, que fueron trasladados a El Repelao.
Según recoge el blog consagrado a «El Pasatiempo», el cronista oficial de Betanzos registraba con pesar esa medida debida «a la falta de recursos en la Depositaría municipal, penuria endémica que padecería la ciudad de Betanzos a lo largo y ancho de su Historia», y que impidió en esta ocasión que el municipio adquiriese las esculturas. El precio fijado, según el cronista y una noticia en la revista asturiana Luces del Auseva fue de medio millón de pesetas, 3.000 euros al cambio actual; según algunas fuentes, el coste del traslado, lo que quizá podría hacer pensar más en una operación de rescate que en una operación comercial.
Ahora los leones vuelven a estar en el punto de mira de sus antiguos paisanos. De momento, no hay contacto oficial con la propiedad arzobispal de los felinos ni se conocen ofertas concretas por el «rescate». Como anticipa el propio alcalde de Betanzos, parece dudoso que el Arzobispado de Oviedo desee desprenderse de las esculturas, una vez puestas durante tantos años bajo la advocación de la Santina. Y en el improbable caso de que así sucediese, quizá haya que recordar que hay, dispersas por el mundo, otras cuantas réplicas de los leones de Canova: en la tumba del propio escultor, en Brescia; en Cypress Lawn (California) y, más a mano, en Santurce (Vizcaya) e incluso en otra casa indianos, «Villa Flora», en Llanes, llamada Villa Flora. Aunque en este último caso, con los dos leones despiertos.
Fuente: http://www.lavozdeasturias.es/ – J. C. Gea