POR ÁNGEL RÍOS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE BLANCA (MURCIA).
El ejército francés, casi con toda probabilidad, pasó por Blanca para requisar comida y destruir todo lo que no pudieran llevarse, con su táctica de “tierra quemada” y digo que es muy posible ya que en Cieza entraron el 29 de septiembre de 1812, cuando se retiraban de Andalucía hacia Valencia, y allí estuvieron tres días saqueando destruyendo, quemando… y Blanca sabemos a qué poca distancia se encuentra de Cieza. Pero por si esta “plaga” no era suficiente, pocos meses después Murcia sufrió el azote de la “fiebre amarilla” y, como consecuencia de esta, el hambre.
La fiebre amarilla o vómito negro es una enfermedad viral transmitida por los mosquitos. Esta enfermedad va desde un síndrome similar a la gripe hasta una hepatitis severa y una fiebre hemorrágica. La fiebre amarilla ha sido una fuente de epidemias devastadoras en el pasado. Esta enfermedad tiene una duración muy breve, y la persona contaminada puede sufrir de los síntomas siguientes:
• Fiebre
• Escalofríos
• Dolor en los músculos y en las articulaciones
• Ictericia
• Náuseas y vómitos
Por la garantía de salud que ofrece nuestro clima, en el verano de 1813, concretamente del 24 de julio al 25 de octubre, se vienen a Blanca el Cabildo y Coro de la Catedral de Murcia, huyendo de la “fiebre amarilla”. También residió aquí el Obispo D. José Jiménez Sánchez, que había venido por motivo de la Santa Visita Pastoral y, cuando tuvieron certeza de que el peligro había desaparecido de Murcia, este “ejército” clerical volvió a la capital; decidieron venir a Blanca descartando a Alguazas y San Pedro del Pinatar, tras varias comunicaciones entre Diego Trigueros Sánchez (alcalde), Josef Valentín Baset (párroco), y el Cabildo, que envió al canónigo D. Juan Gómez Durán para conocer la situación del pueblo. Como compensación a su estancia, entre otras cosas, pidieron al Cabildo el arreglo del órgano de la iglesia, también se hicieron cargo de todos los gastos de la iglesia y del alquiler de los canónigos, racioneros, medioracioneros…, trasladándose el fabriquero con las alhajas y vestimentas para las celebraciones, también concedieron al cura párroco el que se pudiese sentar en la tercera fila del coro.
En el inventario de la Iglesia Parroquial de San Juan Evangelista de Blanca figura un cáliz de plata repujada y cincelada, datado en 1786, realizado por el orfebre murciano Juan Esbrí Ruiz Funes para el Obispo de Cartagena D. Manuel Felipe Miralles (1785 – 1788), con los Cuatro Santos de Cartagena (San Isidoro, San Leandro, Santa Florentina y San Fulgencio) y temas eucarísticos (cordero, vides, arca de la alianza, espigas de trigo) y de la pasión (clavos, martillo, tenazas, esponja, caña, lanza y túnica), del que se dice fue traído por el clero catedralicio cuando vino en el verano de 1813 huyendo de la “fiebre amarilla” y dejado como recuerdo de su estancia. La marca del maestro Juan Esbrí (ESB…) figura en el cáliz, se acompaña de la correspondiente al Fiel Contraste de la ciudad de Murcia (G/86), cargo que por aquellos tiempos ejercía el platero de origen valenciano Antonio Gozalvo. Este cáliz está catalogado por el profesor D. Jesús Rivas Carmona, siendo sus medidas 25 cm de altura y 15,5 cm de ancho.
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