NOTICIA ENVIADA POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, CRONISTA DE LEGANÉS (MADRID).
Recordamos que durante el mes de Agosto la «Bodega del Arriero / Perotas» está abierta al público de martes a domingo en horario de 13:00 h. a 14:00 h.
Os dejamos con el siguiente escrito de Marolo Perotas sobre su Bodega, en cosas de mi pueblo.
Mi bodega (Marolo Perotas)
En la cumbre derecha del retorcido y cochambroso río Arevalillo, por dentro del lienzo de la antiquísima y desaparecida muralla que unió el venerable «RINCÓN DEL DIABLO» con el histórico y mutilado Castillo, está situada MI BODEGA, del que probablemente sería lóbrega mazmorra de aquellos despóticos y temibles tiempos del feudalismo, donde, como es sabido, la tiranía, el absolutismo y la ostentación se derramaban por doquier, encarnada en aquellos violentos señores de Horca y cuchillo, pendón y caldera.
Dice la tradición que en siglo XVIII, por virtud de la desamortización, un «Arriero» de los que tan maravillosamente pintaba el Príncipe de los Ingenios utilizó la cueva como morada, viviendo y conservando en ella, vino, aceite y otros artículos bebestibles y alimenticios que después vendía con moderada ganancia en nuestro concurrido mercado, tomando desde entonces, la mencionada cueva, el nombre de tan popular y mísero mercader, que hoy, a pesar de los años transcurridos sigue denominándose la bodega «El Arriero».
El barrio de la fortaleza mermaba considerablemente. Las pequeñas covachas de zarzas y adobe, adosadas a las recias cortinas de la muralla, fueron víctimas del tiempo y de los hombres. Muere el «Arriero». Su oscura vivienda se convierte en albergue de gitanos, mendigos y gente de mal vivir.
Las tropas francesas desmantelan el Castillo, destruyen la muralla y utilizan la Bodega y el bardal que la rodeaba, como refugio magnífico, silencioso e impenetrable.
Don Rubén Varadé Sisí, arevalense acomodado, hombre de señalada reputación y ciegamente enamorado de la agricultura y de la botánica, compró el corral y la Bodega, por el año 1.880; seis años después de representar por vez primera, con admirable acierto, la alcaldía de nuestro pueblo; y la compró para depositar en ella los sabrosos caldos que recolectaba de los majuelos de su propiedad, escrupulosamente cultivados y rodeados de árboles frutales en las proximidades de la «Cuesta de la Cabeza», a mano derecha del polvoriento camino de Sinlabajos.
Pasan unos lustros; Don Rubén construye el Aviadero, reviste la escalera que había cavada en la tierra dura y parda, y hace tres cuadradas chimeneas por donde sigue saliendo el gas ácido carbónico cuando los mostos están en periodo de fermentación tumultuosa.
Los negocios del infortunado señor Varadé cada día iban a menos y, para cubrir ciertas necesidades, que no son del caso referir, viose obligado el desventurado señor, a sacar dinero del Pósito, mas como le fue imposible cumplimentar la liquidación, el Ayuntamiento, se quedó con la Bodega, vendiéndola en pública subasta, a Don Luciano Muriel de la Vega, el cual se la cedió a mi señor padre en escritura otorgada ante el notario que fue de esta ciudad, Don Juan Baró Sánchez, con fecha 7 de Enero de 1910.
En 1911, para mayor comodidad de las operaciones vinícolas, mi señor padre manda edificar e instalar el lagar que vemos en la parte alta del alcacel y practicando someras excavaciones en la habitación que hoy llamamos el «Libatorio», los obreros, hallaron un fardel con un martillo de dos cabezas troqueladas, un tarro con ungüento gris y diez o doce monedas de hierro que no revelaban los años, pero que, sin duda, pertenecían a uno de aquellos soberanos de la nobleza que acuñaban moneda, fijaban derechos y deberes, enristraban la lanza y no reconocían más ley que Dios y su espada.
La Bodega tiene catorce metros de profundidad, descendiéndose a ella por una escalera suave y tendida, ligada a una rampa de veintidós metros de longitud.
La solidez de sus arcos y machones y los techos abovedados y revestidos de cal y ladrillo, acreditan la construcción del siglo XV a cuya época se remonta -según los arqueólogos- la tétrica y legendaria guarida.
A la muerte de mi señor padre, Don Alfredo Perotas Prado, ocurrida el 9 de Julio de 1.935, el cronista se hizo cargo de la Bodega, manteniendo con la constancia y fuerza de voluntad de que somos capaces, el ritmo acelerado y progresivo que supo imprimir y sostener mi querido e inolvidable antecesor.
La desmedida afición que siempre tuve a la elaboración y crianza de nuestros vinos, unida al extraordinario entusiasmo y admiración que siempre sentí por el periodismo, me han impulsado a evocar en la Bodega los anales de la historia de este mi querido pueblo, dedicando la nave de la izquierda a la memoria de los hijos de Arévalo que a nuestro juicio se han distinguido y destacado en el campo de la ciencia, de las artes y de la inmortal literatura.
La nave del fondo seca y confortable honra la memoria de la prensa arevalense. Cada cuba de cuatro y cinco mil litros de capacidad, ostenta el nombre de uno de los periódicos publicados en Arévalo desde que mis expertos paisanos tuvieron la feliz intuición de conducir en nuestro pueblo ese vehículo indestructible de cultura que se llama Prensa.
Y para que nada falte en tan acogedora «cueva» hay una pequeña habitación llamada «Libatorio» donde el buen humor tiene su trono y la alegría se difunde y vivifica con los grotescos dibujos de Pedro Donis, los rústicos banquillos y el raquítico tablao, testigo mudo de cuchipandas, chascarrillos y canciones populares.
De todo ello, querido visitante, indígena o de adopción quiero hacerte partícipe: A ti le la ofrezco para que te recrees en ella, bebas el delicioso néctar de sus entrañas y estampes tu garabatosa firma en el curioso albúm, para recuerdo de generaciones futuras, deleite de escudriñadores y satisfacción de tu mejor e incondicional amigo.