BOLLU PREÑAU
Feb 02 2021

POR MIGUEL ÁNGEL FUENTE CALLEJA, CRONISTA OFICIAL DE NOREÑA (PRINCIPADO DE ASTURIAS).

Puede ser el icono generalizado en todas las fiestas y romerías de la zona central asturiana, como final de las mismas en homenaje a los socios que son quienes mantienen las cofradías y las sociedades culturales, recreativas o de festejos. Es lo más típico  y tradicional de estas celebraciones y motivo de encuentro de hermandad entre amigos y familiares, por lo que tiene gran protagonismo dentro de cualquier programación festiva.

 Dicen que el bollu preñau fue inventado por alguna señorita que pretendió y logró comer chorizo –a mano, como se suele decir- sin mancharse los dedos, pero no logrando evitar mancharse los labios como relató el poeta León Delestal:    … pintau el fociquín con chorizu de Noreña Quizás también  haya contribuido a su popularidad, el ver algún cursi comiéndolo con cuchillo y tenedor de alpaca, servilleta y mantel de hilo o de lino, despreciando la navaja de Taramundi para trocearlo y así facilitar el compartirlo con el resto de los acompañantes bajo el toldo gris de alguna barraca de feria. Al igual que sucede con la sidra, el bollu preñau no es para tomarlo en solitario, y a no ser por alguna obligación ineludible, debe ser siempre comido en compañía y si esta es buena pues está asegurado el cincuenta por ciento de su éxito.

 A la masa que lo compone, algunos panaderos añaden manteca, lo cual hace que cuando salen crujientes y dorados del horno, desprenden un olor inconfundible. Huelen que alimentan se suele decir, gracias a la mezcla del pan con la grasa natural del chorizo, que lógicamente y como primera medida a tomar, deberá ser de plena confianza, tendrá que haber sufrido poca curación al humo de roble para que disponga y desprenda la grasa que tiñe el pan. El conjunto invita a romper con todas las normas dietéticas y con las que no lo son.

 Algunas variedades ofrecen una fina loncha de tocino acompañando al chorizo, otros prefieren la masa de hojaldre y el resultado a poco que se cuide la mezcla y la cocción, es una auténtica exquisitez.

 En las romerías el saludo a la hora de la merienda es siempre el mismo comentario:  ¿Cómo están los bollos?

 –          ¡Cojonudos! Contesta el que lo está devorando mientras le arroya un hilo de grasa por la comisura de los labios, demostrando pocas ganas de charlar hasta que no finalice con el último bocado. Tras un trago de vino  o unos culinos de sidra y unos movimientos de servilleta, todo queda en su sitio excepto el hambre. ¡Hay que ver lo bueno que estaba! ¿De donde serán? Pregunta el fartucu a los vecinos de mesa.

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