POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
De nuevo el aprovechamiento del pan asentado (pan de hogaza con, al menos, dos días) es protagonista de esas «frutas de sartén» que antaño hacían las delicias de las fiestas carnavaleras y, ¡cómo no!, también de otras fiestas de invernía.
En general, todas estas dulcerías suelen tener origen conventual; pues sabido es que monjes y monjas , además de su vida de oraciones, se distinguen por su capacidad de ahorro y su habilidad para lograr con cosas muy sencillas y humildes auténticas obras de arte.
El «ora et labora» y la gracia de Dios hacen maravillass.
Los BORRACHINOS son dulcería muy localizada en la montaña central asturiana; Teverga, Proaza, Somiedo, Aller, Lena, Quirós… y su elaboración -tal indica su nombre- está condicionada por la presencia de vino.
Por tierras teverganas los preparan de este modo: «Se baten unas claras de huevo sin llegar a punto de nieve y seguidamente se les incorporan las yemas; en ese batido se añade miga de pan de hogaza (asentado) y se revuelve bien hasta formar una masa entre ligera y espesa.
Con porciones de esa masa se forman bolas del tamaño de una nuez grande y fríen en abundante aceite bien caliente.
Estos fritos se llevan a una cazuela donde previamente se preparó un almíbar , bien cargado de azúcar, con una taza de agua y más de medio litro de vino blanco, aromatizado todo con canela en rama y piel de limón. Hierve el conjunto, a fuego manso, durante unos 20 minutos; se deja enfriar y se sirve entre templado y frío.
Los MIÑUELOS o «buñuelos de leche» son más típicos del suroccidente astur: Tineo, Cangas del Narcea, Allande, Grandas de Salime, Ibias, Degaña…
Al igual que para los borrachinos se empapa la miga de pan asentado en un batido de huevos y con esa masa se moldean un a modo de croquetas mediano-grandes un poco aplanadas, que fríen en aceite hasta dorar.
Se llevan después a una cazuela donde ya está hirviendo leche con abundante azúcar y unas ramas de canela y cuecen así durante unos 15-20 minutos.
Se sacan a una fuente y se deja que la leche almibarada siga con sus hervores hasta que espese un poquito.
Con esa ligerísima crema se bañan los miñuelos, que han de servirse templados.
Si se desea, la leche puede aromatizarse con un chorrito de licor al gusto de cada cual.