POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
La curia de los jesuitas en Roma donará a la parroquia de la Tenderina huesos de San Francisco Javier, evangelizador inagotable que se agotó en la India, China y Japón. En documentos mil gasté los ojos tras su periplo y descubrí que, en una de sus misiones en Indostán, cristianó en veinte días a 10.000 pescadores de Travancore; escribió a Roma: “Muchas veces me acaece tener cansados los brazos de bautizar”. Murió de fiebres en la isla Shangchuan, de China, lo inhumaron en una caja con cal para que se consumiera la carne y poner cargar mejor los huesos; a los tres meses, al desenterrarlo para su traslado a Malaca, lo hallaron incorrupto, pasado un tiempo lo condujeron en urna de plata a San Pablo de Goa, en la India, y lo acomodaron definitivamente en otra urna más rica; de ésa sacaron uno de sus brazos y lo enviaron a Roma; el brazo, supongo, que bautizó tanto, el más enérgico, el más sagrado, el que los jesuitas tienden a la Tenderina.
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