POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Prefiero el cine íntimo al grandón, la calidad de página, las actuaciones sutiles, a las epopeyas y el oso pardo, me va más la penumbra que la sangre, el ritmo interior que la movida tarantinesca, la actriz sobria, que controla pupila y voz, que la desquiciada; prefiero a la delicada Cate Blanchett que a la descarada Laura Matamoros, que va con la verdad y la mandíbula por delante, y por eso disfruté con “Carol” y “Brooklyn” y renegué de “El renacido” y “Los ocho odiosos”. De “Brooklyn”, un homenaje a la emigración, me quedo con Eilis Lacey (Saoirse Ronan), mujer práctica de ideas claras; buena ambientación, lograda melancolía, elegancia para tratar los tópicos (los irlandeses meapilas borrachos y los italianos futboleros y enmadrados) y lamento que los viajes transoceánicos resolvieran tan rápido, con un par de vomitonas. Me impactó su paradójico final.
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