POR JUAN FRANCISCO RIVERO DOMÍNGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS BROZAS (CÁCERES)
Como estamos encerrados hay tiempo para todo, incluso para repasar y divulgar viejos libros. En este caso, una guía turística de 1929 y así saber cómo era el pueblo de Brozas visto por un viajero hace ya casi 100 años. Se trata del libro “Por la vieja Extremadura. Guía artística de la provincia de Cáceres”, escrito por José Blázquez Marcos, con 143 fotografías originales de Tomás Martín Gil, publicada en la Tipografía “Extremadura”. Así los broceños de hoy pueden apreciar tres vistas antiguas de su pueblo.
El autor dice que “entre su propósito no está amenazar al lector con un plúmbeo mamotreto, sino un librito manejable que ayude a comprender y sentir toda nuestra riqueza artística de una tierra que el ayer hizo augusta”. Tras tratar temas de Cáceres, Coria, Plasencia, Yuste, Trujillo, Guadalupe y Alcántara, le dedica a nuestro pueblo lo siguiente:
Pasadas las cuestas de Araya y dejando a la derecha Navas del Madroño pronto nos acercamos a Brozas, de cuyo señorío y valía en la historia nos avisan, antes de llegar, la esbelta torre de Santa María y los viejos muros de algunos palacios y caserones. Entre tanto, su nombre se exalta y ennoblece ante el recuerdo de tantos hijos ilustres, caballeros, capitanes, monjes, sabios y artistas: Fray Nicolás de Ovando, el colonizador de la Española, el adelantado del Yucatán, Francisco de Montejo el Viejo, Carvajales, Argüellos, y, por encima de todos el sabio humanista y maestro de la escuela salmantina Francisco Sánchez “El Brocense”.
Ya en la villa nos sorprenden y deleitan el recio carácter y sobrio tipo castellano de su Plaza Mayor, el sello solariego y viril de algunas casas antiguas y, sobre todo, la mole amplia y severa del templo de Santa María.
Es éste un buen ejemplar gótico del siglo XVI, con mezcla ya de elementos de gusto renacentista, y se considera el mejor templo de la diócesis de Coria después de la Catedral. En el exterior destaca la portada principal (en la foto) de labor decorativa bastante profusa, mostrando la puerta, entre dos pináculos resaltados góticos y con haces de columnillas, cresterías florenzadas y grumos, archivoltas muy adornadas y con figuras de ángeles en relieve, sobre las cuales aparece un ventanal de medio punto con medallones en sus enjutas, por cima un entablamento, y sobre este por remate la figura del Padre Eterno. A la derecha de esta portada, se yergue una torre altísima y saliente de dos cuerpos, que remata una balaustrada coronada de flameros, más una espadaña de traza clásica.
El interior es de una elevación y amplitud sorprendente; tiene tres naves separadas por esbeltos pilares, de los que arrancan los nervios de las bóvedas ojivales que forman estrellas, con sus claves historiadas ornamentadas la capilla mayor ofrece al fondo un enorme retablo baroco, de tala sin dorar, y en sus pilares, palomillas de hierro, también barrocas, hechas acaso en el siglo XVIII, por el rejero brocense Juan Cayetano Polo; enfrente , en el último tramo de la nave, aparece el coro sobre arcos rebajados y con balaustrada.