POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRACIAS (ASTURIAS)
Conocí a un constructor que odiaba los domingos, le gustaba el ruido de una hormigonera más que Ray Charles cantando “Crying Time”; la hormigonera le sonaba a actividad y a producción. José Ponce, el último farero de Vidío, despertaba sobresaltado con el silencio interminable, diez segundos, que mediaba entre los estridentes toques de la sirena, cuando la conectaba en noches de niebla. Hay silencios sobrecogedores. Cuenta el narrador de “Trastornos”, novela de Thomas Bernhard, cómo va con su padre a visitar a una enferma, la señora Ebenhöh, y tienen que atravesar su huerto donde las peras caídas no habían sido recogidas; dice (lo traduce Miguel Sáenz) que las irregularidades del huerto eran sospechosas y la calma, febril y enfermiza, sugería gentes de ritmo vital perturbado. Así la zona cero de Buenavista y las autoridades que extrajeron la pieza y nos tienen aún con la boca abierta.
Fuente: http://www.lne.es/