POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Mis antiguas alumnas – y «sin embargo» amigas, como ya se dijo – me piden desde Sal y Azúcar (Viesques-Gijón) que les cuente la historia de los BUÑUELOS.
Vamos a remontarnos al siglo XII cuando doña Blanca, hija del rey Alfonso IX de Castilla, casó con el rey Louis VIII de Francia.
De ese matrimonio nacieron: el primogénito Louis IX (rey santo canonizado por Bonifacio VIII en 1297), y sus hermanos Roberto de Artois, Alfonso de Poitou y Carlos de Anjou, conde de Provenza y después rey de Nápoles.
En los finales del siglo XI surge aquel gran movimiento religioso-europeo, de carácter militar, LAS CRUZADAS, para liberar los Santos Lugares de manos infieles, básicamente musulmanas.
Fueron 8 Cruzadas y la séptima (1248-1254), promovida por el Papa Inocencio IV, fue especialmente dirigida por el rey Louis IX de Francia y sus hermanos.
Esta Cruzada, como las anteriores, resultó un enorme fracaso que supuso, entre otros avatares, la prisión y cautiverio del propio Louis IX.
Se cuenta que la prisión del rey fue, digamos, muy «llevadera», gozando de los honores y comodidades propios de su estirpe regia.
Y aunque su liberación le resultó cara (800 000 piezas de oro y la entrega de la ciudad de Damieta), no cabe duda que estuvo «bien comido y bien servido».
Y se dice que entre las dulcerías que le ofrecían abundaban los BUÑUELOS cuya fórmula trajo consigo a Francia y a la corte castellana de su madre.
Los BUÑUELOS son dulcería árabe, quizá derivada de los judíos BIMUELOS que se elaboraban para celebrar la fiesta judía de la Hanukkah, o «fiesta de las luces» durante el 25 de Kislev (a finales de noviembre), coincidiendo con la recolección de la aceituna.
Probablemente los BUÑUELOS se hayan extendido desde la corte andalusí a toda España a través de los moriscos (en Madrid son tan típicos como los churros y las porras) y centrando su presencia en estos días otoñales y también en los carnavaleros. Háganlos así: preparen una pasta choux (cociendo harina en agua con un poco de sal y levadura, ya bien hecha, añadan, batiendo bien, huevos de uno en uno).
Pequeñas porciones de esta pasta, tipo bola, fríen en abundante aceite bien caliente. Retiren y, ya fríos, rellenenlos con crema pastelera, chantilly, etc. al gusto. Finalmente, espolvoreen con azúcar.
¡Y a disfrutar, que está el tiempo frío!