POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Con frecuencia escucho a senadores decir que viven a caballo entre Asturias y Madrid, a empresarios decir que viven a caballo entre Oviedo y Londres, a actrices asegurar que viven a caballo entre España y California… Se expresan así para darse pisto, pero si realmente fueran ciertas esas cabalgadas en tierra y agua de nadie serían dignos de compasión. ¡Qué vida la del político, bajo un sol injusto y al galope por la llanura de Castilla La Vieja!; ¡qué decir del empresario y su montura sobre las encabritadas olas del golfo de Vizcaya!, ¡y no digamos la amazona hollywoodiense, espatuxando en el Atlántico, más allá de las Azores, con su trotón, su guión, su maquilladora y los contralisios. Vivir a caballo, lo reconozco, es más humano que vivir en coche, pero, móntese a horcajadas o a la mujeriega, fardar de jinete ocupadísimo, más que caballeros hace caballerizos.
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