ARTÍCULO QUE CITA A ENRIQUE DE AGUINAGA LÓPEZ. DECANO DE LOS CRONISTA OFICIALES DE LA VILLA DE MADRID.
Reproducimos por primera vez la galerada de un artículo escrito por Franco con pseudónimo en 1947 para el diario ‘Arriba’ en el que su propia censura tachó dos párrafos donde el dictador afirmaba que en España no había censura.
Es el documento más paradójico e irreal que he tenido en mis manos.
¿Puede ser real un artículo escrito por Franco donde el dictador afirme que en España no hay censura, reafirme que la demostración es que ese mismo párrafo se publicará y que el párrafo acabe tachado por los propios censores del dictador?
No es un chiste de Gila. Ni una viñeta de Perich. Este bucle existe, lo he tocado con incredulidad y Cabaret Voltaire lo reproduce aquí por primera vez.
“Sucedió en 1947 y yo tengo la prueba”, dice Enrique de Aguinaga, redactor de La Vanguardia en los años cincuenta y decano de los cronistas de la Villa de Madrid. Me mostró la galerada en su casa, en la Ciudad de los Periodistas. Ha contado la historia alguna vez, pero nunca antes se había publicado el documento original con las tachaduras. Todo un poema visual.
Como tantas historias políticas de la época, ésta empieza con un motorista. Un motorista llegando con un sobre al diario Arriba . Franco escribía artículos para ese rotativo firmando con tres seudónimos –Hispanicus para los temas nacionales, Jakin Boor para los temas de masonería y Macaulay para los temas internacionales– y enviaba los textos a través del ministro de Educación, de quien dependía la prensa y la censura.
En principio, sólo el director en Arriba sabía que Franco era el autor. “Pero otros, incluso yo, un redactor pelado, estaban en ese secreto relativo –me explica Aguinaga–. Los artículos venían mecanografiados en papel de mucho cuerpo, corregidos por Franco a mano. Y, lógicamente, tanto en la composición como en el repaso, se ponía un cuidado exquisito. Un linotipista de élite los componía y, luego, se hacía una doble corrección. Al final, rutinariamente, para no dar pistas, con el resto de galeradas del diario, los artículos de Franco se sometían a Monte Esquinza”, la calle de Madrid donde la censura tenía sus oficinas.
Una madrugada, la del 26 de agosto de 1947, el diario envió a la censura un artículo escrito por Franco, Serenidad , en el que –ante la crisis económica que sufría el Reino Unido– el dictador salía en defensa de los laboristas británicos. Lo firmaba con el pseudónimo Macaulay, un político británico del siglo XIX.
“El pretender achacar a los errores laboristas todas las desgracias de la nación británica constituye para nosotros una injusticia y un lamentable error –escribía el dictador–. Ni las fórmulas conservadoras servirían para nada en la presente ocasión ni es el orden capitalista el que puede salvar a la Gran Bretaña en la hora de su desgracia”.
Con una izquierda británica netamente antifranquista, el capote que Franco le echaba al laborismo era muy llamativo. “Por esto –afirma Aguinaga–, el censor, un funcionario nocturno, ignorante de quién era Macaulay, tachó con lápiz rojo dos párrafos”.
Nombre en clave: ’11. P’ ¿Quién era el censor? ¿Se acabó enterando de que había censurado al propio dictador?
La primera tachadura es una pirueta del todo fabulosa: el censor elimina un párrafo donde el dictador niega que la prensa española siga las directrices del régimen. Como demostración, Franco escribe ¡en el mismo párrafo censurado! que esas frases –“una alabanza a nuestros enemigos”– se publicarán.
“Si [la prensa] obedeciera a consignas o directrices de Gobierno, como fuera de las fronteras se nos achaca –dice el dictador en el primer párrafo eliminado–, desde luego, no aparecerían esas frases de alabanza y de consideración a quienes, con motivo, podríamos encasillar en el número de nuestros enemigos”.
Franco iba a su bola. Con estas palabras, escritas bajo pseudónimo, se sitúa sorprendentemente fuera del Gobierno franquista: él mismo afirma que el Gobierno nunca alabaría al “enemigo”, y él sí lo hace.
¿Y el censor? ¿Qué decir del inmenso arrebato de sinceridad que hizo al tachar el fake de que el régimen no controlaba a la prensa? ¿Sería un rojo encubierto?
“Si nos parece torpe la política desarrollada por el laborismo en momentos de tan graves crisis económicas –escribe el Generalísimo en el segundo párrafo que le censuraron–, más grave nos parece que, a pretexto de intentar defender una economía, se pretenda echar sobre un partido la responsabilidad integra de una situación, engañando al país con la ilusión de que un cambio de política pueda resolver la crisis y hacer la felicidad de los británicos”.
Entre los dos párrafos, el censor también tachó dos palabras –“como España”– cuando Franco habla de los países con los que el Reino Unido salía ganando comercialmente.
La galerada regresó de la calle Monte Esquinza a la redacción así, con estas tachaduras, con dos sellos de PASE SALVO LO TACHADOy otro sello de registro, en el que se puede leer la hora de entrada (02.30), la hora de salida (03.45) y una clave (11. P), que seguramente identifica al censor.
“Al ver la galerada censurada, ¿qué íbamos a hacer? –recuerda Aguinaga–. Pues reírnos un poco y llevarla sin censura a imprenta. A primera página. Un artículo de Franco se publicaba por encima de los censores y de lo que fuera. Después cogí la galerada y me la llevé a casa”.
¿Quién era 11. P, el nombre en clave del censor? ¿Se acabó enterando de que había censurado al propio dictador?
Dicen que cuando algún cineasta se quejaba a Franco de la censura, el dictador respondía: “¿Pero usted ha visto algún censor que no sea tonto?”.
¿Quién era 11. P? Me temo que, hoy, lo somos un poco todos.