
POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
Cuando una ciudad se encuentra situada junto a un depósito calizo de más de 800 hectáreas. No es difícil comprender la extensa relación que esa ciudad ha tenido con el principal producto que salía de las entrañas de un calerizo que estuvo presente en la vida social y económica de Cáceres durante siglos, hasta que, en los años 60 del pasado siglo, la irrupción brutal del cemento borró del paisaje local los pocos hornos que aun permanecían activos. Cáceres es una ciudad calera por necesidad, lo raro hubiese sido no beneficiarse de los que el entorno cercano ofrecía.
Se han cumplido más de veinte años desde que tuve el placer de presentar el trabajo ‘Caleros’ un estudio sobre el mundo de la cal en Cáceres, que realicé junto a un excelente investigador como fue Francisco García Moya. Para aproximarnos al objeto de estudio nos documentamos no solo en los archivos locales, también quisimos ‘humanizar’ nuestro trabajo a través de entrevistas a pedreros, cocedores, encañadores, carreteros o empresarios de la cal. La aportación de testimonios orales nos aportó muchos datos de cómo era la vida en las decenas de hornos que funcionaron en Cáceres durante siglos. Pretendíamos que los lectores conociesen de primera mano cómo era el duro trabajo de aquellas personas que guardaban en su memoria conocimientos imprescindibles si nos queríamos aproximar, de verdad, al mundo calero cacereño. Un mundo más cercano de lo que parecía.
Cuarenta hornos
En 1941 en Cáceres estaban activos 40 hornos de cal explotados por 19 empresarios que producían una media de 2.500 arrobas de cal, entre cal blanca y cal morena, en cada cocción. Todavía las caleras cacereñas abastecían la mayor parte de las grandes obras que se realizaban tanto en diferentes puntos de Extremadura como de otras partes de España. Pocos años después se inicia el declive de una actividad industrial que ha dejado un importante rastro documental que nos guían hasta el siglo XIII, cuando en el Fuero Romanceado cacereño se obliga a tener una autorización del concejo para poder ejercer en la villa los oficios de ‘aurifes o ferreroso caleros’.
Ya en el siglo XV la villa tenía dos ordenanzas específicas para reglamentar tanto la producción como el abasto de la cal; una Ordenanza de la cal la fruta y la hortaliza, publicada en enero de 1494 donde se reglamenta el proteccionismo que la villa ejerce sobre la cal, prohibiendo su venta al exterior sin permiso del concejo. Las otras ordenanzas que conocemos son las de los caleros, publicadas en 1496, donde se reglamenta desde el precio hasta las formas de vender la cal. Una cal, especialmente la morena que mezclada con agua y arena formaba un potente mortero, que va a estar presente en cuantas ermitas, palacios, iglesias o puentes se construyen en Cáceres y en otros lugares como Trujillo, localidad con quien se constatan diferentes conflictos, para solucionar la dependencia que Trujillo tenía de la cal cacereña para poder realizar las importantes obras que se estaban realizando en la villa. Esto ocurría en 1509.
Durante siglos Cáceres mantuvo una ingente producción calera que también tuvo sus daños colaterales, con la destrucción de gran parte de los bosques inmediatos a la vieja villa. De donde se estuvieron abasteciendo de combustible los hornos cacereños, hasta que una vez esquilmado el recurso se optó por traer la leña de la Sierra de San Pedro o de dehesas más alejadas de la villa. No en vano cada horno para realizar una sola cocción tenía que estar encendido tres días y tres noches hasta que la piedra caliza era cocida.
El mundo de la cal en Cáceres se manifiesta desde diferentes prismas tanto históricos como sociales; las murallas almohades realizadas con tapial donde la cal era su principal elemento. En bóvedas y muros de edificios civiles y religiosos que forman parte del rico patrimonio arquitectónico cacereño. Un pasado calero presente en los viejos hornos que permanecen fuertes y dispersos por los alrededores de Cáceres. La cal sigue viva en la memoria de quienes conocieron y trabajaron en esa actividad. De los pedreros que barrenando la cantera de Maltravieso encontraron una cueva que hoy es uno de los yacimientos prehistóricos más ilustres del mundo. Los caleros también se encuentran en el himno de la ciudad, donde aparece su vieja calle arrabalera, tan rica en matices antropológicos que nos podrían guiar por muchos siglos de pasado local. La cal está presente en la personalidad y en la historia de Cáceres por méritos propios.
FUENTE: https://www.elperiodicoextremadura.com/caceres-local/2025/01/12/caceres-ciudad-calera-113251146.html
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