POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA (ALICANTE)
Noventa y ocho es el nombre con el que se ha reunido a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social desencadenada en España por la pérdida de sus colonias de ultramar. Su importancia queda marcada si accedemos al Casino de Torrevieja por su entrada norte, nos encontraremos en la ‘Sala de la Generación del 98’, así bautizada a finales del pasado siglo en memoria de aquellos literatos que marcaron un estilo en el declive de la España de finales del siglo XIX. De sus paredes cuelgan, entre las emplomadas vidrieras de sus ventanas, sus retratos a modo de homenaje. No en valde la Sociedad Cultural Casino posee la biblioteca más antigua de Torrevieja, conservando en sus estanterías numerosos y valiosos libros.
Es verdad que, entre los retratos de escritores que penden en esas sus paredes, se ha colado Manuel Machado ajeno a este movimiento literario -no así su hermano Antonio- faltando dos escritores que sí que tienen una singular relación con Torrevieja: Ángel Ganivet, considerado como un precursor de la generación del 98, y Eugenio Noel su epígono.
Ángel Ganivet, nacido en Granada en 1865, está considerado por algunos como un introductor del movimiento literario del 98, encajando las ideas y teorías del resto de escritores de esa época y la raíz inconclusa de su resurgimiento; y, según otros, un miembro de pleno derecho de esta generación. Superdotado, de vida torturada y obra adelantada a su tiempo. En mayo de 1892 Ganivet alcanzó un primer puesto de trabajo como vicecónsul en Amberes, empezando a escribir y utilizando la escritura como refugió para olvidar así la añoranza de las cosas españolas. En 1895 fue ascendido a cónsul y destinado a Helsingfors, nombre sueco de la actual Helsinki.
Ganivet estaba emparejado con cubana Amelia Roldan, llevando al mismo tiempo una corta pero intensa relación sentimental y sexual con Masha o Marie Sophie Diakovsky, una finlandesa profesora de sueco, joven viuda y pelirroja, para la que el granadino compuso un cancionero de poemas en francés y español. El escritor se escindió entre una distante mujer «culta y refinada» y, «lo prosaico y la rutina» de Amelia Roldán. Confesó en una de sus cartas: «Comprendo las ventajas de la familia intelectual al estilo finlandés y prefiero la familia sentimental a la española». La frivolidad e inconstancia de ambas mujeres originaría su trágico final.
Caído en una gran depresión Ganivet se evadía en frecuentes reuniones organizadas por Claes Enrique Björnberg Sánchez, más conocido por Enrique Sánchez, comerciante de sal de Torrevieja establecido en Helsingfors, en cuyo puerto solían reunirse un reducido número de españoles para beber y comer gustosos arroces.
Enrique Sánchez, aunque nacido Finlandia se consideraba de Torrevieja, su abuelo, Antonio Hermógenes Sánchez Mateo, era natural del pueblo leonés de La Mata de Ledesma y había estado destinado en Torrevieja como cónsul ruso, junto con su abuela, Dolores Barceló Albaladejo, natural de Torrevieja. Su padre, el finés Claes Fredric Björnberg, era comerciante y armador de buques y estaba casado con Dolores Sánchez Barceló, también de Torrevieja.
Cuando se publican en Granada las ‘Cartas finlandesas’, Ángel Ganivet concreta su distribución al torrevejense Enrique Sánchez ya que Finlandia es el «escenario ganivetiano por excelencia». Escribió la mayor parte de su obra en una profunda soledad. Abatido mentalmente, se suicidó en 1898, a los 33 años, arrojándose al río Dvina, en Riga, hoy capital de Letonia.
En 1965, Elena Talavera, oriunda de Torrevieja y profesora de español en la Universidad de Helsingfors, fue elegida por el rector para que fuese a Granada, lugar de nacimiento del escritor, para asistir y representar a Finlandia en los actos que se celebraron con motivo del centenario del nacimiento de Ángel Ganivet, dando una conferencia sobre el insigne escritor y diplomático.
Otra de las figuras de la literatura que tuvieron un pie en el siglo XIX y otro en el XX fue Eugenio Muñoz Díaz, conocido por Eugenio Noel, seudónimo que tomo prestado de la cantante María Noel de quien fue amante. Nacido en Madrid en 1885 y fallecido en Barcelona en 1936 fue el epígono de la generación del 98.
Tuvo una vida orlada de miserias, hambres y hasta necesidad de papel y lápiz para poder escribir. Era hijo de un barbero y una lavandera, si bien algún tiempo estuvo bajo la protección de una duquesa, una de las pocas formas que tenían los pobres para salir de la ignorancia y la pobreza. Superadas unas juveniles presunciones de vocación religiosa, fue periodista y bohemio, republicano y socialista, además de un radical. Apostó fuerte contra el caciquismo y quiso la modernización de este país. Se movió por pueblos y aldeas buscando y descubriendo el modo de vida y el trabajo de sus gentes, entre ellos de Torrevieja. Uno de sus trabajos que más conmueven es ‘España nervio a nervio’, describiendo sobre Torrevieja el duro trabajo de la gente de la mar, de los obreros salineros, que tuvo la oportunidad de juzgar cuando en diciembre de 1912, visitó la población con motivo de ofrecer una conferencia en nuestro teatro. Define a la población salinera como “una ciudad bella, rara y pobre” y continúa: “La ciudad, que ha optado por cruzarse de brazos ante sus miserias, no tiene término municipal, estando, por lo tanto, fuera de la ley. […] El verano la salva. En la canícula, unos miles de forasteros se pasean por aquellas calles rectas, trazadas a cordel sobre un tablero de «damas»”.
Cuando vino a Torrevieja Noel rozaba los 27 años, cinco menos que los que tenía el granadino Ángel Ganivet cuando se dejó caer al helado río Dvina en Riga —. Eugenio Noel contó siempre con el apoyo y beneplácito de Unamuno y Azorín, «sus valedores», moviéndose entre aquellas bambalinas de la generación del 98.