POR MANUEL GALEOTE LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE IZNAJAR (JAÉN)
Fue en julio de 2019 los 15 alumnos del taller de caligrafía practicaron en el salón de actos de la sede principal de la Fundación Santa María la Real las habilidades necesarias para familiarizarse con la caligrafía carolingia. “Hasta hace poco más de cinco siglos no existió en Occidente ningún libro impreso, de ahí que el único medio para guardar un texto o difundirlo fuese la copia manuscrita”, recordaba la profesora y artista Esperanza Serrano.
En la Edad Media esta tarea fue realizada primero en el Scriptorium monástico y más tarde en las cancillerías regias. Monjes y escribanos se entregaron al laborioso trabajo de copiar códices y diplomas, siguiendo muchas veces un proceso largo y dificultoso que, incluso podía llegar a deparar secuelas físicas. Florencio de Valeránica, un amanuense del siglo X, dejó constancia en sus escritos de que “la visión se debilita, la espalda se encorva, las costillas y el vientre se aplastan haciendo que los riñones se carguen de dolor, todo el cuerpo queda dañado”. (Doy fe de que me perjudica más el ordenador o la computadora, como quiera que se llame, que la escritura a mano.)