
POR ÁNGEL DEL RÍO, CRONISTA OFICIAL DE MADRID Y GETAFE
Los turistas extranjeros que llegan a Madrid, parece que especialmente los japoneses, visitan en primer lugar el Museo del Prado; después, el Reina Sofía y el Thyssen, y terminan interesados en visitar el Museo del Jamón, en la certeza de que se trata de uno más de la amplia red de museos que tiene la capital de España, y que imaginan es una muestra donde se recoge todo lo relacionado con esa joya de nuestra gastronomía procedente del cerco ibérico.
No es lo que parece, aunque el contenido tiene mucho que ver con lo que se imaginan. El Museo del Jamón responde al nombre de una cadena de establecimientos comerciales, de mesones del sabor, dedicados a tan preciado manjar y que han cosechado fama internacional, convirtiéndose en algo más que una marca publicitaria y ya forman un emblema en el paisaje gastronómico de la villa y corte.
Desde el pasado domingo, una calle del distrito de Usera lleva el nombre de Marcelo Muñoz, el creador, el fundador de los Museos del Jamón. Este hombre, ya fallecido, se vino a Madrid en 1948, procedente del bello pueblecito cacereño de Cabezuela del Valle. Arreó con la familia y los pocos ahorros que había cosechado con sudor amasado en el campo, para buscar un futuro en el difícil Madrid de la postguerra, un caso de incipiente emprendedor de la época, de arriesgado aventurero, espíritu de conquistador extremeño. Puso una pequeña tienda de barrio por esas tierras humildes de Usera-Villaverde, entonces extrarradio de la capital.
La fe, el trabajo, el esfuerzo de toda una familia, hicieron el milagro de un pequeño negocio próspero, que poco a poco se fue multiplicando, y que en nuestros días se ha convertido en esa cadena de los Museos del Jamón, ejemplo de superación, de trabajo y constancia de un hombre que junto a su mujer, Jacoba; sus dos hijos, Luis y Francisco, y ahora sus nietos, ha prestigiado una marca y ha representado el ejemplo de aquellos aventureros que llegaron a Madrid con la esperanza de labrarse para él y para los suyos, el futuro que el campo no podía brindarles. La nueva calle de Marcelo Muñoz, en Usera, es el homenaje al trabajo bien hecho de un emprendedor de la época, la recompensa a un esfuerzo que dio sus frutos, una realidad de prestigio y sabor.
Fuente: http://www.madridiario.es/