POR ÁNGEL DEL RÍO LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GETAFE Y MADRID CAPITAL
El callejero de Madrid es una gran necrópolis con nombres propios de los que nos dejaron. Los últimos en incorporarse son los de Manolo Santana y Verónica Forqué, recientemente fallecidos. Cada vez que se produce un deceso importante, notorio o popular, ya tenga que ver o no con Madrid, su ascenso al reino del callejero está prácticamente garantizado, porque esta ciudad es generosa y agradecida con sus hijos más notables, pero especialmente, con los de fuera.
Santana y Forqué eran madrileños, pero hay muchos otros que sin serlo, y quizá sin ninguna vinculación, afectos o reconocimiento a nuestra ciudad, también son elevados al callejero de la Villa y Corte, aunque hay excepciones inasumibles, injusticias fragantes, “olvidos” imperdonables, como es el caso de la actriz y cantante Nati Mistral, fallecida en 2017, madrileña de pura cepa, artista universal que llevó el nombre de su ciudad prendido en su arte por todo el mundo, una de las artistas más prolíferas, brillantes y mundialmente conocida que haya dado la villa del oso y el madroño. No ha habido manera de que ninguno de los ayuntamientos que han pasado desde su muerte, la hayan tenido en cuenta para ponerle su nombre a una calle.
Otra de las asignaturas pendientes del Ayuntamiento de Madrid en esta cosa de los honores a personas destacadas, es la necesaria revisión de su protocolo, pues es la única ciudad española importante que no pone nombres propios de personas a sus calles hasta que el personaje no ha muerto. Esto no tiene ningún sentido. Si alguien ha contraído méritos suficientes para figurar en el callejero, ¿por qué no se le reconoce en vida? ¿por qué hay que esperar a que fallezca?. Recuerdo que el bueno de Alfredo Di Stéfano, comentó en su día a un grupo de amigos, que le gustaría tener una calle con su nombre en Madrid. Con toda la buena intención del mundo, éstos, ignorantes de lo que dice el protocolo municipal, tomaron la iniciativa, y se encontraron con esa absurda realidad. Al enterarse el astro argentino, y sacando su sentido supersticioso, dijo: “Dejadlo, amigos, para dentro de muchos años”.
Algo parecido me pasó en lo personal con mi amigo Tony Leblanc, cuando ya en avanzado estado de vida, me dijo que a él no le importaban los homenajes, las medallas, ni las condecoraciones, que lo único que le hacía ilusión es que le pusieran su nombre a una calle de Madrid. Cuando le conté que eso sólo era posible después de muerto, me respondió: “Olvídate, yo no he dicho nada”.
Y así las cosas, el callejero de Madrid se parece mucho a una gran necrópolis, donde están todos los que son, pero no todos los que deberían estar.
FUENTE: https://www.madridiario.es/callejero-de-madrid-una-gran-necropolis-opinion