POR ALBERTO GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ
En el pasado el nombre de las calles lo ponían sus vecinos, que aplicaban el que mejor cuadraba a cada una. Propios en sentido literal. El consolidado por el uso. A medida. Surgidos desde dentro. La calle empedrada, era la que lo estaba. La de la fuente, la ermita, el convento o la cárcel, donde ésta se encontraba. La larga, corta, derecha, revuelta, cuesta, o llana, la que presentaba tales características. Por eso los nombres no eran intercambiables. Lo que en Badajoz fueron en tiempo más reciente las del Cubo, el Maestro, Médico o Transformador.
Sobre el precedente de la orden de las Cortes de Cádíz, repetida luego varias veces, de que la plaza principal de cada población debía llamarse ‘de la Constitución’, en 1860, bajo pretexto de ordenar el callejero unificando los diferentes nombres de sus distintos tramos, o que una misma calle ostentara varios, la nominación pasó a los ayuntamientos. Con lo que el sistema perdió virtualidad, porque los nombres empezaron a imponerse aleatoriamente desde fuera de manera artificial, al margen de sus peculiaridades, historia, tradición y usos. A menudo por razones políticas. Lo que originó un baile de nombres que aún no ha terminado, sometido a continuo cambio según el color de quien gobierne.
En Badajoz, de las viejas calles ‘del olivito junto a la puerta de Mérida’, ‘calleja que va a las casas episcopales’, ‘rúa que sale a la del Concejo’, ‘Cojo Lanero’, ‘rincón del verdugo’, Aduana, Sal, Álamo, del Granado, Braguetillas, La Revolla, Corredera, Alhóndiga, Cuerna, Zumbadera, Zapatería, Cerrajería, o Pozo, que eran las que solo podían ser ellas, y que todo el mundo localizaba por sus identificativos, se pasó a las nominadas por árboles, plantas, animales, personas de notoriedad fugaz, y otros nombres ficticios que lo mismo que señalan a una podían hacerlo a cualquiera otra, porque nada tienen que ver con ella.
Los nuevos tiempos han complicado las cosas, porque no es lo mismo dar nombre a las menos de cien calles que el Badajoz intramuros tenía hasta el primer tercio del siglo XX, que a las casi mil de la actualidad. La mayoría, además, carente de personalidad o rasgos propios que las diferencien de otras, no ya de Badajoz, sino del mundo entero. Porque, por causa de la globalización, hoy, las calles, como casi todo, son cosas sin alma propia, idénticas en todos los sitios.
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