CALLES Y OFICIOS
Abr 18 2016

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

Reproducción “Callos, un siglo en imágenes. 1900-2000”.
Reproducción “Callos, un siglo en imágenes. 1900-2000”.

En el transcurso de tiempo hay profesiones que han ido desapareciendo debido a la industrialización y, de algunas de ellas sabemos de su existencia gracias al callejero ciudadano. Así, en Orihuela pervive como topónimo la calle Menadores o ‘menaores’ como decimos por esta tierra, que eran los encargados de mover la mena o rueda de hilar el cáñamo. Calle ésta emplazada al pie de la sierra que une la de la Virgen de la Fe, que nos recuerda a esta advocación mariana que se le daba culto en la iglesia de los frailes capuchinos, y la calle Cuartel en la que se encuentra el edificio que cobija a la Guardia Civil, y en cuyo solar estuvo albergado el Cuartel de Caballería construido a instancias del obispo Juan Elías Gómez de Terán. El cultivo de cáñamo en el Partido de Orihuela arrojaba una producción, en 1769, de 17.134 arrobas que daban un beneficio de 565.422 reales, al estar a 33 reales la arroba. Dicho cultivo y su industrialización se dio en nuestra zona, sobre todo en la mayor parte de Levante, como en las pedanías de Escorratel, Camino Viejo de Callosa, La Campaneta y Molins, debido a la calidad de sus tierras para su cultivo, por su rendimiento, y porque eliminaba las malas hierbas. De esta manera, nos lo narra José Guillén García en ‘El habla de Orihuela’, indicándonos que se sembraba en el mes de marzo y una vez recolectado, después de cocerlo en balsas y tras escurrirlo, se formaban las garbas. Estas eran gramadas, separando la gramisa y la hebra, pasando a continuación a ser industrializado, después de varias operaciones como el rastillado e hilado. Proceso este último que se llevaba a cabo en unas ruedas llamadas menas, como antes decíamos, que eran movidas por el menador o ‘menaor’. La manipulación de esta fibra natural generó muchas muertes por una enfermedad profesional, que fue denominada como cannabosis, identificada ya en el siglo XVIII por el médico italiano Bernardino Ramazini, considerado como el iniciador de la Medicina del Trabajo. Gracias a los estudios del médico callosino Ricardo Flores Marco y del doctor Antonio Barbero Carnicero, primer director del Sanatorio Cardiovascular de San Vicente (Alicante), muchos de estos trabajadores pudieron luchar contra esta enfermedad profesional. Curiosamente, este último médico, siendo director del Dispensario Antituberculoso de Alicante intervino quirúrgicamente en sus últimos días a nuestro inmortal poeta Miguel Hernández, al que tanto debe Orihuela. Actualmente, la cannabosis debido a la desaparición de este tipo de industria, está totalmente erradicada.

Pero, sigamos con otras calles que están rotuladas con el nombre de algunas profesiones, como son los casos de Cedaceros, Cantareros, Barberos y Tintoreros. Sin dejar al margen a la Mancebería, así nombrada por albergar casas en las que se ejercía el oficio más antiguo de este mundo.

De las primeras de éstas, en la relación de gremios de 1754 que nos ofrece Juan Antonio Ramos Vidal en ‘Demografía, Economía y Sociedad en la Comarca del Bajo Segura durante el siglo XVIII’, sólo referencia a un maestro de este oficio, cuyo trabajo era la fabricación de cedazos. Esta calle une las de Adolfo Clavarana y Tintoreros, linda con el convento de San Juan de la Penitencia de las clarisas.

La calle de Cantareros, que podríamos también como alfareros, y que enlaza a las calles de San Juan y Pintor Agrasot (Corredera o Corredora, tal como la identifica José Ojeda Nieto, en los siglos XVI-XVIII). De este oficio, en el citado año de 1754, siete vecinos trabajaban como cantareros.

Por otro lado, uniendo dichas calles de San Juan y Pintor Agrasot, encontramos la de Barberos, en la que se encontraba ubicado hasta la primera década del pasado siglo XX, el teatro conocido en diversos momentos como de Orihuela, de la Corredera, o Romero. En 1620, en el Arrabal de San Juan, ya aparece la calle Barber, de cuyo gremio, un siglo después encontramos 8 maestros, un oficial y un aprendiz, a los que podemos añadir un maestro peluquero y su aprendiz. En el pasado siglo, en 1924, en la ciudad había 26 barberos (entre ellos, uno en Arneva y otro en Molins), algunos de los cuales ejercían también como practicantes. Entre éstos, tenemos a los hermanos Ginés y Tomás Sáez Bernabé, en la calle Barcala (San Pascual) y Constitución, respectivamente. Asimismo, localizamos como barberos a José Castillo Gómez, en Calderón de la Barca; José Galiano García, en Alfonso XIII; Caralampio Ruiz Martínez, ‘El Sabio Caralampio’, en Calderón de la Barca. En 1942, el número se incrementa hasta 30, en los cuales se incluye uno en las pedanías de La Murada, Torremendo, Camino de Cartagena, San Bartolomé, Molins, y dos en Arneva. De aquella primera relación de 1924, en esta ocasión aparecen como practicantes sin contabilizar como barberos a José Galiano García, en Pintor Agrasot; Ginés Sáez Bernabé, en San Pascual; Mariano Andreu Angosto, en San Agustín; José Castillo Gómez, en Calderón de la Barca; Caralampio Ruiz Martínez, en Calderón de la Barca; Francisco Mira Lidón, en Adolfo Clavarana. Sirva la estrecha calle de Barberos como recuerdo a estos trabajadores que, en sus establecimientos lo mismo se rasuraba la barba y se cortaba el pelo, que se extraía una muela, se ponía una inyección o se curaba una herida leve.

Únicamente, nos resta la calle Tintoreros que dejamos para otra ocasión. Mientras, recordemos que ‘menaores’ ya no existen. Cantareros no hay, cedaceros que yo sepa tampoco. Barberos, aunque pocos, perviven, y las trabajadoras de mancebía mantienen su oficio, que sigue siendo el más viejo de este mundo.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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