POR ANTONIO VERDÚ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE JUMILLA (MURCIA)
Tras los inquietantes comentarios de la llamada fiebre española de 1918, se me ocurrió repasar las Actas Capitulares del mencionado año con el objeto de comprobar, si por estos lares tuvo alguna incidencia, y cómo quedó reflejada.
Fue curiosa la búsqueda, ya que pensando en que la gripe suele desarrollarse mayoritariamente en periodos invernales, buscaba con más detenimiento en los primeros meses del año, sin embargo, el primer dato que pude recoger tuve que llegar hasta el 15 de junio de 1918. El alcalde que había por entonces era D. Juan Guillén Molina.
La gripe estuvo presente desde junio hasta noviembre. ¿Comprenden por qué les digo que yo buscaba por otras fechas? Es evidente que hablando de gripe siempre la asociamos a los meses invernales. En este caso es evidente que no lo fue, ya que se desarrolló totalmente durante el verano.
Se empieza a tener conocimiento de la misma, cuando se recibe el Boletín Oficial de la Provincia de Murcia, número 137, que inserta una circular el miércoles 12 de junio, para toda la provincia de Murcia.
Hemos oído muchas veces comentar que se trató de la gripe española, sin embargo, según podemos ver en la mencionada circular, el caso queda claro de donde procede el contagio: viene de Portugal.
Como digo, el primer dato que encuentro en las Acta Capitulares de Jumilla, es el 15 de junio, que prácticamente dicen lo mismo que la circular, y lo hacen de la siguiente manera:
“…llamando la atención del peligro que entraña la propagación del tifus exantemático por los pordioseros, vagabundos, gitanos y emigrantes pobres y desaseados, considerando los piojos como vehículos del contagio, y disponiendo que todos los Ayuntamientos monten para su propia defensa sanitaria, un servicio de vigilancia organizado bajo la dirección de los Médicos municipales…
Ordenar por medio de bandos impresos, al vecindario, el temor justificado de que se propague tan terrible enfermedad, debiendo proceder al hervido de ropas en cada domicilio antes de ser lavadas en los lavaderos públicos; y para los mendigos forasteros, habilitar dos habitaciones en la Plaza de Toros donde sean desinfectadas sus ropas con la estufa al formol, y lavados sus cuerpos con una disolución fenicada….para que nombre dos individuos que realicen el servicio expresado para los mendigos forasteros”.
La epidemia siguió afectando a muchos de nuestros familiares. Sin embargo ya no se toma ninguna medida, que haya encontrado, hasta el mes de septiembre, y lo hacen ante el próximo inicio del curso escolar. La entrada de los niños a la escuela, puede traer el aumento del contagio, con desagradables consecuencias. Por ello, el 14 de septiembre, “… ruega a la Presidencia que en los días inmediatos reúna a las Juntas Locales de Sanidad y de Primera Enseñanza, al objeto de que se adopten los acuerdos más pertinentes a las circunstancias de salubridad e instrucción pública. La Presidencia promete cumplir estos deseos”.
El 21 del mismo mes y en la página 35, además de lo que sigue, al margen podemos ver la palabra “Grippe”, y debajo (ver folios 54 y 68): “La Presidencia da cuenta al Ayuntamiento de las sesiones y acuerdos adoptados el día diez y nueve del mes actual, por las Juntas Locales de Sanidad, y de primera enseñanza, que se refieren, ante todo, a las medidas de precaución e higiene que deben adoptarse en las actuales circunstancias en que la salud pública, en general, se halla tan gravemente amenazada de las enfermedades de la grippe y sarampión, que ya padecemos varios meses; y de las más graves que parecen afectar a Portugal, y al Mediodía de Francia, cuales son, el tifus exantemático y el cólera. Con la venia de la Presidencia, y a estos efectos, el concejal D. Pascual Herraiz, como vocal de esas Juntas locales, explica los motivos y razones de los acuerdos allí adoptados”.
Una circular del BO de 30 de septiembre dice que en los pueblos afectados no se celebren ningún tipo de fiesta, espectáculos, reuniones y aglomeraciones públicas en lugares confinados donde se multiplican las causas del contagio; así como deben prohibirse las ferias, mercados, y todo otro medio de relación de unos pueblos con otros que pueden facilitar la propagación de la epidemia.
A continuación otra circular del mismo día, dispone que suspendan las clases en todas las Escuelas Nacionales de Primera Enseñanza de la provincia hasta nueva orden.
El número de fallecidos por la epidemia en Jumilla, fue muy elevado si tenemos en cuenta los datos de 1917, que los fallecidos fueron 302, mientras que en el año 1918, lo fueron 610. Esta desproporción sólo tiene una clara explicación: que la epidemia tuvo que ocasionar unos 300 fallecidos más o menos, ya que los datos no se pueden cuantificar exactamente.
La página 54 de las Actas Capitulares, se encuentra en el acta del 23 de noviembre en la que ya van viendo el final de la epidemia, quedando reflejado de la siguiente manera: “La Presidencia da cuenta de la sesión celebrada por la Junta municipal de Sanidad, el día veintiuno del mes actual, en la que se acordó, visto el notable decrecimiento de invasiones y defunciones, dar por terminado el periodo epidémico de la “grippe”, volviendo al periodo normal en todas las actividades y
funciones de la vida pública; … Acordándose también, que los individuos de la “brigada sanitaria”, continúen prestando sus servicios por los días que restan del mes actual; agradeciendo a la nombrada Junta de Sanidad, los elogios que dedica a esta Corporación por sus medidas y acuerdos en estos días de epidemia; a la vez, que faculta a la Presidencia para que, en el día y forma que estime prudente, proponga el acuerdo que debe adoptarse como premio a todos los señores Médicos de esta localidad, por el celo, actividad y desinterés, con que han ejercido su sacratísima profesión”.
La página 68 se encuentra en el acta de 4 de enero de 1919, en donde aparece el agradecimiento oficial tras la desaparición de la epidemia, y lo hacen así: “… se dio lectura al acta de la sesión celebrada el día quince de noviembre último por la Junta municipal de Sanidad, en la que se ensalza la conducta seguida por los señores Médicos de esta localidad durante la epidemia “grippal”, que tan intensamente hemos padecido, visitando sin descanso y con igual solicitud a cuantos enfermos y familias así lo han reclamado; y por ello, justo es consignarlo, muy justo el agradecerlo públicamente, y un deber de todos, premiar, como mejor nos sea factible, conducta y servicios tan meritorios.
Y cumpliendo la Presidencia lo ofrecido y consignado en esa sesión de la Junta municipal de Sanidad, propone al Ayuntamiento haga suyas las palabras transcritas de justo reconocimiento en honor a la conducta observada por los señores Médicos de esta localidad durante la epidemia “grippal”, de tan tristes recuerdos; y, como premio, aunque modesto, a tan singulares servicios, debiera gratificarse o remunerarse a cada uno de los nueve Señores Médicos, con quinientas pesetas. El Ayuntamiento así lo acuerda por unanimidad.
El médico más recordado de los que tuvieron que hacer frente a tan terrible epidemia, sin lugar a duda fue D. Miguel Carrión, que incluso ha llegado a nuestros días, como el que mejor supo diagnosticar y poner remedio a la enfermedad, ya que sus pacientes fueron los que más se salvaron. Tuvo la fortuna de ser el más eficaz de los nueve médicos, pero no tenemos constancia de su remedio.