CAMINANDO HACIA LA DESMEMORIA (XXXVIII) ALMANAQUES Y CALENDARIOS
Jun 09 2023

POR EL CRONISTA OFICIAL DE TELDE (LAS PALMAS), ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN.

Almanaques antiguos canarios/Todocoleccion.

No estuvo errado aquel pensador latino que afirmó lo de Tempus Fugit, que traducido al castellano modo se convierte en El tiempo vuela ¡y tanto que lo hace! Ahora, cuando voy fresando los sesenta y ocho años de edad, cada día siento como la vida se nos va de las manos como agua vertida a caudales y presurosamente escapada entre los dedos. No sé si mis sufridos lectores tienen la misma sensación que yo, pero desde que cumplí los cuarenta el acelerón de los días, los meses y los años ha sido tal que, muchas veces, me siento perplejo ante acontecimientos vividos en el pretérito más o menos inmediato.

El otro día, viendo uno de mis programas favoritos de la  televisión, Cuarto Milenio del reputado periodista y escritor Iker Jiménez, oí una afirmación que de golpe me volvió a la realidad: en el año 2001, cuando el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York… ¿2001? No me lo podía creer ¿Cómo era que habían pasado veintidós años tan rápidamente? Al momento me di cuenta de que, así como de fugaz han pasado las dos últimas décadas, entre crisis de seguridades, económicas y sanitarias… también pasarían aquellos años que la Divina Providencia me tenía designados. Como diría mi madre: ¡Con todo lo que me queda por hacer y yo con estos pelos! Por lo que decidí afanarme en dejar las cosas más o menos bien dispuestas para evitar molestias y perjuicios a mis herederos, tanto materiales como intelectuales. Y en ello estoy.

Buscando por casa un almanaque o calendario, eché en falta aquel que nos obsequiaba anualmente la revista La Voz de San Antonio. Éste siempre colgaba mi padre frente a su mesa de despacho, desde allí lo miraba a regañadientes y no pocas veces empleando una palabra de doble sentido y con calidad de interjección en el hablar canario, y así espetaba ¡Coño, ya estamos a 20 de junio! Este día no tiene nada de bueno a no ser que, el siguiente será el día de mi onomástica: ¡San Luis Gonzaga! Y me tendrán preparado un año más mi comida preferida y, ese exquisito cake de limón o naranja que tan bien le sale a Menchu.

Este particular almanaque se dividía en dos partes desiguales, la superior ocupaba las dos terceras partes del total y en ella un cartón era la base que sustentaba una litografía coloreada del Santo de Padua, en verdad de Lisboa, pues el Seráfico San Antonio nació en Lisboa y su verdadero nombre era Fernando Martins. La imagen por repetida nos parecía familiar y delante de él solíamos cantar en coro infantil improvisado aquello de San Antonio Bendito tiene un niñito, que no come ni bebe y siempre está gordito. Bajo el Santo Varón, en fino papel blanco y estampados en negro los meses se sucedían hoja tras hoja. Las fechas impresas solían destacarse en rojo si era festivo. Y en cada una de ellas se señalaba el Santo correspondiente, según el más estricto de los Santorales de la Iglesia Católica.

En nuestra tienda, aquella que había fundado mi bisabuelo Francisco Pérez Cabral en 1868, había tres o cuatro almanaques, el más cercano a papá era el de Flex, aquellos vanguardistas colchones que tan bien vendíamos en la comarca teldense y en todo el Sur de Gran Canaria. Sobre un espejo, una estampa amarillenta nos mostraba a Cristo Crucificado y, muy cerca de él, otro almanaque, esta vez de la Gestoría García Machín, mostraba los números del diario devenir con mayor rotundidad dado el tamaño de los mismos. Ésto permitía que debajo de cada número se pudiera apuntar, a manera de agenda, aquellas cosas o situaciones que deberían ser recordadas a lo largo del año, entre ellas una muy importante para todos los comercios textiles de Los Llanos, nos referimos a acudir al Mercado Municipal para pasar el registro y control de nuestros metros de madera, que un escrupuloso y a veces chinchoso funcionario municipal medía y con un punzón marcaba, en uno de sus extremos de forma indeleble.

Al fondo del comercio, en la parte reservada a confeccionar y revisar facturas, así como tener en dos cajas fuertes a buen resguardo los caudales del Banco Central del que mi padre era Corresponsal, había otro almanaque esta vez de Clipper, la marca comercial por excelencia entre los refrescos de las Islas, en la que nuestro progenitor llegó a tener intereses económicos.

En el cercano bar La Cueva y en otros tantos de nuestro barrio colgaban un número indeterminado de almanaques, a veces éstos reproducían en su parte superior bellísimas escenas paisajísticas de Los Alpes, Los Pirineos, La Cordillera Cantábrica y otros lugares lejanos en lo físico y cercano en nuestras ensoñaciones. Las cumbres nevadas del Mulhacén, el Mont Blanc, el Aneto o el Everest nos asomaban a otros mundos y también, como no, a otras temperaturas nada comunes a nuestros paisajes insulares, excepto al del Padre Teide en su gigantismo volcánico. Pero no todo eran paisajes de montaña o de verdes praderas, en donde ovejas, cabras, vacas y caballos pastaban libremente.

Compitiendo con aquellas imágenes bucólicas, se mostraban otras que tenían por protagonistas indiscutibles a Rita Hayworth, Sofía Loren, Gina Lollobrigida, Brigitte Bardot, Rachel Welch y la mismísima Marilyn Monroe, bien en bañador o en bikini, cuando no envueltas en una corta toalla, haciendo las delicias de la nutrida clientela. Las moscas ¡ay, las moscas! Se pegaban a las blanquecinas pieles de nuestras actrices de moda como si fueran azucarados pasteles ¡Todos queríamos ser moscas!, pero para nuestra desgracia sólo éramos mentes calenturientas.

Esos bichejos revoloteaban de almanaque en almanaque dejando sobre ellos sus pequeñas defecaciones y créanme, a veces, cubrían de tal forma las imágenes cinematográficas con muchísima más rotundidad que las piezas de tela que había dispuesto el fotógrafo y el sensor.

Las barberías, así llamadas por entonces las peluquerías de caballeros, eran otros espacios con frecuencia decorados con almanaques y poseían su propia variante, ya que éstos mostraban bodegones a base de naturalezas muertas o lo que es lo mismo varias piezas de caza sobre una mesa o colgadas de algún garfio sobre pared anodina.

Dando un salto en éso de los almanaques, vamos a posar nuestra vista sobre los llamados calendarios, que a veces los creemos sinónimos de los anteriores, pero no son tales. El calendario en forma de taco abultado podía situarse sobre una mesa, casi siempre mesa-escritorio, en las oficinas de Correos y Telégrafos, en las llamadas Dependencias Oficiales: Notarías, Registros de la Propiedad, Ayuntamientos, Palacio de Justicia… y también en los despachos de Procuradores y Abogados, cuando no en las consultas de Médicos y Practicantes. Eran elementos indispensables, pues en esas hojas se podía marcar algún que otro asunto que hoy bien podíamos llamar agendado.

Si el profesional no arrancaba la hoja del día pasado, siempre había alguien dispuesto a hacerlo. En casa, mi hermano Julio y yo nos disputábamos el don de hacer pasar el tiempo de tal forma y manera que alternábamos las fechas. Y líbrese aquel que osara quitar de nuestro almanaque dos días seguidos…

La sofisticación llegó en manera de almanaque móvil y plurianual. En una especie de molinete los 365 días del año se movían de adelante hacia atrás, desde el 1 de junio hasta el 30 de junio y al contrario desde el 1 de julio al 31 de diciembre. Éste podía ser equívoco en su marcaje de días, pues al limpiar los objetos de sobremesa, sin querer se le podía sumar o restar las fechas, sin que nadie advirtiera el error. Ya entrado los setenta, apareció el modelo de reloj con calendario, que hizo furor entre los más jóvenes. Comprar entonces un Casio era toda una muestra de vanguardismo. No sólo podíamos contestar a ¿Qué hora tienes? Sino también a ¿Qué día es hoy? Y eso en palabras de un niño actual molaba cantidad. Y en el cursi decir de las niñas de mi época era chupi piruli. Para el resto de nosotros simplemente era guay.

Hasta aquí estas breves líneas sobre almanaques y calendarios… ya sé que algunos de mis lectores, dados a enmendarme la plana, echarán en falta los grandes calendarios manuales y electrónicos de pared, tan propios de las oficinas bancarias. Y así otros tantos modelos, pero creemos que ya hemos dicho suficiente.

FUENTE: https://teldeactualidad.com/art/153729/almanaques-y-calendarios

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