POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES.
Fue construida por Vicente Marrón y a las calles les dio el nombre de su esposa y de su madre
De un tiempo a esta parte la conocida calle del Camino Llano aparece en las crónicas de la vieja villa como un veterano espacio urbano que, gracias al arte, va a experimentar grandes cambios en tiempos venideros. La culpa de este despegue es la inauguración del Museo Helga de Alvear, un nuevo espacio cultural donde la conocida galerista alemana va a depositar su colección privada, convirtiendo a Cáceres en lugar de peregrinación para los amantes del arte contemporáneo en sus distintas expresiones. Obras de Picasso, Goya o Paul Klee, se mostrarán públicamente en un nuevo y espectacular edificio que se ha construido en el patio trasero de la conocida Casa Grande. Patio que comunica con el Camino Llano, vieja vía de comunicación que lleva presente en Cáceres desde el Medievo. El Camino Llano, con ese nombre y recorrido, ha sido algo más que la arteria por la que accedían a la Plaza Mayor y aledaños los viajeros que venían desde el sur, bordeando el recinto amurallado. Su trazado empezaba junto al Puente de San Francisco y finalizaba casi en la Plaza de San Juan. Fue tradicionalmente lugar para posadas y mesones, donde se acomodaban trajineros, arrieros y gente de los caminos.
A finales del siglo XVIII, el ganadero local Vicente Marrón construye un barrio en la cabecera del Camino Llano, cuyas calles denomina con los nombres de su esposa, su madre y él mismo; Barbará, Polonia y Vicente. También a principios del siglo XIX, el conocido y rico capitalista de origen camerano, José García Carrasco, construye en el Camino Llano una serie de casas para sus empleados, que hasta su desaparición en pleno siglo XX, fueron conocidas como ‘Casas de Carrasco’, una hilera de viviendas que García Carrasco podía ver desde el patio trasero de su casa, actualmente Hotel Albarragena. Con el tiempo esta zona de mesones, posadas y casas populares se convertirá en el lugar donde llegaban los transportes públicos que comunicaban con los pueblos cercanos y llegado el siglo XX acabará por urbanizarse sus alrededores quedando el viejo Camino Llano en el centro de la ciudad. Estas serían las primeras ocupaciones de un área de la ciudad que, tradicionalmente, estuvo escoltada por barranqueras que caracterizaban la topografía de la zona, donde las traseras de la actual calle Pizarro eran solares inservibles para la construcción de viviendas. Si acaso algún olivar o alguna pequeña edificación adosada a los empinados barrancos. En uno de esos solares se acaba de construir un moderno edifico de blancas columnas, diseñado por el arquitecto Emilio Tuñón que poco tiene que ver con la arquitectura humilde y tradicional de ese espacio urbano. Un edifico de diseño atrevido que debe servir, entre otras cosas, para dinamizar una parte de la ciudad de pasado longevo. Un innovador inmueble para la cultura y el conocimiento que pretende cambiar el rumbo hacia el futuro del primitivo Camino Llano que tantos servicios ha proporcionado a la vieja villa cacereña a lo largo de su dilatada y rica historia.