ASI LO RECORDABA EN UNA CONFERENCIA BARTOLOMÉ DÍAZ, CRONISTA OFICIAL DE CAMPANARIO (BADAJOZ)
La que desarrollaron los tratantes de mulas fue una de las actividades económicas más importantes en la historia de Campanario.
Una profesión singular que contribuyó a potenciar la economía local durante muchos años. De hecho, se convirtió en un gremio que se movió por toda la península, e incluso por Portugal, Francia y Bélgica, buscando mulas que cuidaban, adecentaban, las ‘preparaban para el escaparate’ y de esta forma aumentaban su valor económico dejando unas ganancias sustanciales con su posterior venta.
Tanto marcó esta profesión en Campanario, que en el año 2015 el Ayuntamiento decidió dedicar una escultura en la plaza de España a los tratantes de mulas, para que su recuerdo perdure de por vida. Se trata de un bajo relieve sobre una piedra de granito, que realizó el escultor villanovense Ricardo García Lozano, tomando como base una vieja foto de tratantes ‘campanarios’.
Encuentros
Pues bien, Campanario ha querido ir más allá en el reconocimiento de esta figura imprescindible en su historia, y el viernes y ayer ha acogido los XI Encuentros de Estudios Comarcales de Vegas Altas, La Serena y La Siberia, organizados por la Federación SISEVA, el Fondo Cultural Valeria y el Ayuntamiento de Campanario, que se han dedicado a esta temática.
En estos dos días se impartieron tres conferencias con este tema de fondo, al tiempo que también se organizó una mesa redonda con la presencia de cuatro tratantes de mulas de Campanario en activo.
Unos encuentros salpicados de anécdotas, datos curiosos y que han dejado patente que los tratantes de Campanario tenían unas aptitudes idóneas que les hacían sobresalir.
A los tratantes de mulas o ganado equino en general se les conocía como chalanes y eran fácilmente reconocibles por sus características chambras. La chambra era una especie de blusa larga, abrochada en el cuello y sin solapas, de color negro en los de mayor edad y de tonos más claros en los jóvenes.
Además de servir como protección a las otras prendas de vestir, formaba una barrera infranqueable con los chalecos y las fajas ante los numerosos carteristas que merodeaban por el rodeo.
Así lo recordaba en su conferencia del viernes el cronista oficial de Campanario, Bartolomé Díaz, quien dejó claro que en los mejores tiempos todos los agricultores de la localidad combinaban sus labores agrícolas con las propias de los tratantes.
De hecho, dejó datos curiosos. Y es que a mediados del siglo XIX, mientras que había unos 100 arrieros en Badajoz, 100 en Castuera, más de 90 en Quintana y unos 80 en Villanueva, en Campanario había casi 200. Asimismo, en el año 1852 había censadas en Campanario 1.200 mulas, algunas para la labor, quedando buena parte de ellas, entre 400 y 500, para el trato.
En las numerosas y variadas ferias, Bartolomé Díaz reconoció que los chalanes de Campanario se desenvolvieron como «auténticos maestros en el conocimiento del ganado y como verdaderos catedráticos» en el comercio del mismo.
A través de anécdotas y de las triquiñuelas usadas, supieron desenvolverse con soltura en un mundo lleno de picaresca e ingenio que dio fama a los hombres campanarienses que consiguieron subsistir holgadamente en tiempos difíciles.
Anécdota
El cronista oficial, por ejemplo, recordó la anécdota protagonizada por un paisano. Después de desechar un chalán manchego una mula y retirarse del trato, entró al mismo un chalán campanariense que compró el équido.
Se marchó a la posada, la preparó y la acicaló de tal manera, que a la mañana siguiente fue capaz de vendérsela al manchego que despreció al animal el día anterior. Eso sí, por un precio más elevado del que la había comprado y sellando el trato con un simple apretón de manos que, antes, era más efectivo que los contratos de papel de hoy en día.
Especialmente llamativa era la presencia de los ‘campanarios’ en la feria de febrero de Villanueva de la Serena, que era una de las mejores de Extremadura.
Llegaban con las reatas de mulas bien preparadas por sus expertas manos, para deslumbrar al más avezado y exigente de los posibles compradores como solo ellos sabían hacerlo. Y allí, a la hora del trato, iban varios ‘campanarios’ juntos y todos apoyaban si convenía al paisano.
Sin embargo, esta profesión que tanta gloria dio a Campanario empezó a agonizar con la entrada de la maquinaria al campo. Pero eso no quita para que Campanario muestre su orgullo por sus chalanes. Fran Horrillo