POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Por Todos los Santos quise tocar el techo de Salamanca, el Canchal de la Ceja, al extremo de Gredos; viajé a Candelario (fundado por pastores asturianos), subí temprano al Albergue del Solitario, al Travieso, donde desapareció el paisaje entre niebla y lluvia; orientado por el topográfico de mi móvil, entre piornales y rocas, viento y nula visibilidad, ascendí hacia la raya con Ávila y por canchales resbaladizos alcancé el cordal, a más de 2.400 metros de altura; sería la una cuando mi móvil marcó la cumbre, un cerro inmenso en plena borrasca y me dispuse a bajar, siguiendo el trazado virtual de mi subida, pero al mojarse el móvil se fundió y con el frío y el vaho de mi desaliento también le salieron cataratas a mis gafas. Imposible distinguir los hitos desvaídos que marcaban el regreso y los que seguían al Torreón, techo de Cáceres, que me alejaban de la vida. Me acordé de Todos los Santos, debí de dormirme congelado, luego morí.
Fuente: https://www.lne.es/