POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)

Dormité “Cantábrico”, de Gutiérrez Acha, y dando cabezadinas vi un armiño que, a 350 pulsaciones, jugaba en la nieve; pájaros carpintero con su taladro, rebecos entre abismos y neveros, osos perezosos, un lirón, la freza cuasi pornográfica del salmón, orugas de mariposa que se cuelan cual troyanas en hormigueros; vi cómo medra, entre hayas, la amanita muscaria, y el mirlo entre cascadas, la manada de lobos que embosca a un ciervo, el gato montés a la caza del topo, las hojas trampa de la drosera, devorando insectos, el canto roto del último urogallo, el fabuloso encuentro entre la víbora y el sapo, sin Esopo; vi Torrecerredo, la Palanca, Urriellu…, oí gotas de estalactitas y no vi las salamandras de Oviedo. Ante un texto poco original y esa voz soporífera de los documentales de La 2, ¡qué esfuerzos hice para no roncar en el cine de las siete la siesta de las cuatro!

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