POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNG (ASTURIAS)
Cuando uno «echa la vista atrás» afloran recuerdos que se tenían casi olvidados y los hace presentes como si fueran de ayer mismo. Este me sucedió la pasada noche -de insomnio, claro- cuando al «escanear» emisoras de «arradio» apareció una cantante del hoy -ROSALÍA- interpretando una canción de «antes de la guerra», «LA HIJA DE JUAN SIMÓN», que hizo famosa el inolvidable ÁNGEL SAMPEDRO MONTERO «ANGELILLO» (1908-1973), magistral cantante de flamenco y de coplas y entusiasta republicano, lo que le acarreó el exilio en tiempos del general Franco.
¿Recuerdan ustedes la letra de esa copla tan triste? Se la cuento:
«Cuando cumplí mi condena / me vi muy solo y perdío;
ella se murió de pena / y yo que la culpa he sío
se que murió siendo buena.
La enterraron una tarde / a la hija de Juan Simón
y era Simón en el pueblo / el único enterraor.
El la llevó al cementerio / y él la fosa cavó,
mientras lloraba y rezaba / murnurando una oración.
Y con la pala en la mano / y en el hombro el azadón
las gentes le preguntaban;/ ¿de onde vienes Juan Simón?
.- Soy enterraor y vengo / d´enterrar mi corazón »
Yo aprendí esa canción siendo muy niño porque la cantaban algunas «viejinas» en el Asilo de Colunga. Ignoro la causa, pero casi todas las que me enseñaron (letra y «soniquete») eran todas tristísimas. Valga este otro ejemplo, también lleno de amargura y remordimiento:
«Estando yo en el presidio / un entierro vi pasar;
era la pobre mi madre (bis) / que la iban a enterrar.
¡Pobre mi madre querida, / cuántos disgustos te daba!
¡Cuántas veces, madre mía, / llorando la mar, sentía,
en un rincón te encontraba.
No la acompañaba nadie / nadie la iba a acompañar
porque decían que era madre (bis)/ la madre de un criminal.”
Al lado de canciones «tan alegres» había otras que, como los cuplés, estaban llenas de picardía. Reproduzco una que me enseñó, también en el Asilo, «María la de la Llera» y que, aún no hace mucho, encontré en un cancionero popular de Extremadura:
«A la zambomba / y al zambombero;
pues tu m´entiendes / yo lo compriendo.
Al virulín, que voy al molín , / no quiero luna;
quiero el cielo estrellado / la noche ‘escura’.
Cara de mono / culo mortero;
no echarás más garbanzos / al mío puchero,
que si los echas / tengo jurado
de quebrantar la olla / vaciar el caldo.
Y aquí que caldo / y aquí que hay vino / y pepitoria;
toda la noche anduve / a la zambomba…»
Pues nada, nada. A ver si ustedes me explican eso de «la noche escura», de «echar garbanzos al puchero» y lo de «vaciar el caldo». Tiene su «busilis», que decían las beatas ignorantes del latín.