POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN)
Para los pueblos anglosajones y escandinavos, cuya cocina no es de envidiar, el caracol no deja de ser un bicho despreciable y repugnante, siendo la bárbara costumbre de comérselos una mera curiosidad etnográfica de los pueblos del sur.
Para su preparación hay que atenerse a una regla de oro guardada en el siguiente refrán: Caracoles sin picante, no hay quien los aguante.
Para el amante de este manjar de andar lento y parsimonioso, símbolo de esa lúcida visión de la vida en la que el tiempo es una decisión propia, nada mejor que estos caracoles de las tierras de Olavidia, y a ser posible acompañados de una buena cerveza de espuma controlada a baja tempetatura de las que se fabrican artesanalmente en Jaén.