POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN)
Mira, paisano, qué tiempos aquellos cuando nos apuntábamos a todas las guerras de la utopía y queríamos bajarnos del mundo para seguir a pie la senda de la Historia. Hoy, con casi todas las batallas perdidas, con todas las viejas banderas arriadas en el bolsillo de la gabardina en la que un día olvidamos las manos más abiertas de nuestro cuerpo, hemos aprendido de sobra a sacarle lustre cada mañana a los zapatos de ganarnos el pan, y a calzarnos por las tardes los pies desnudos de sentarnos a la orilla del río de los sucesos. De vez en cuando nos dejan clamar en el albero de este artículo de los martes.
A fin de cuentas nos queda el consuelo, y con ello nos sentimos pagados, que ponerle nombre a las patrias, sobre todo las que limitan al norte con el corazón y al sur con sus latidos, es de los pocos menesteres profundamente decentes que la ventolera de los días nos va dejando como único patrimonio en esta selva de tarzanes mindundis y pillabichos de pelo engominado.
La colonización de las tierras yermas de Sierra Morena daría lugar en el siglo XVIII a las poblaciones que hoy conforman los municipios de un territorio que un día dimos en llamar Olavidia, la tierra que soñó Pablo de Olavide y sobre la cual pretendió construir con colonos centroeuropeos –inmigrantes, a fin de cuentas— una sociedad modelo de agricultores en la que todo se había diseñado con el propósito único de procurarle felicidad a sus habitantes.
Hace unos días el pueblo de Carboneros, con su alcalde Domingo Bonillo al frente, hizo entrega de los Premios Corazón de Olavidia con los que se quiso reconocer la meritoria labor de todos los vecinos que han mantenido activas sus empresas desde hace más de veinticinco años. Un acto emotivo y un ejercicio de autoestima colectiva en el que se puso de manifiesto que en tiempos difíciles vale la pena poner en práctica lo que decía el genial Alan Turing: Podemos saber poco del futuro, pero lo suficiente para darnos cuenta de que hay mucho que hacer. ¡Y decidir hacerlo todos juntos! ¡Chapó!