POR MIGUEL ROMERO, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA
Desde hace tiempo, las ONGs como proyectos de desarrollo y solidaridad vinculadas a las causas necesitadas del mundo, están siendo reevaluadas y cuestionadas. En 1990 había en el mundo 22.334 Organizaciones No gubernamentales (ONG) legalizadas según el Anuario de la Unión Internacional de Asociaciones, y aunque ante la opinión pública están animadas por una virtud, por unos principios humanitarios incuestionables y con unos objetivos loables, han ido perdiendo parte de su fe en la ciudadanía, entrando en una encrucijada donde se les ha perdido la confianza y están siendo muy cuestionadas, en gran parte por sus claros abusos de poder y su ingreso en corruptelas engañosas.
Sin embargo ha tenido que venir -desgraciadamente- la pandemia del Covid19 para lacrar a una sociedad mundial, pero a su vez también, para revitalizar valores perdidos, aumentar efectos solidarios y concienciar a una sociedad decrépita en el abuso de personalismos y tildes hipócritas y poner nuevamente en valor -frase muy recurrente para los políticos del momento- a este tipo de ONGs cuya marca viene definida por esa solidaridad que les guía en su objetivo fundacional, ayuda, colaboración, expresión bondadosa y auxilio sentimental.
«No hay mal que por bien no venga» dijo el enano oriental, y cierto es que, aquellos efectos de consumismo desorbitado, carrera egoísta hacia el poder de la comodidad más absoluta, «zancadillas profesionales» para alcanzar el liderazgo de la soberbia frente al vecino de enfrente e impersonalismo en el confort social de la deshumanización, ahora, nos ha hecho rememorar recuerdos de amistad juvenil, desear el bien prójimo, luchar contra la pobreza, ayudar al miserable para salir de su necedad y creer en las bondades universales del ser humano.
Y eso está bien. Por eso, esta situación dramática en la que nos hemos visto envueltos, nos ha traído la reflexión más exigente y a la vez más necesaria. La situación de pobreza en la que hemos vuelto a caer, la necesidad perentoria de los mecanismos de ayuda para familias en situación límite por el fulgurante paro obrero en esta crisis sanitaria y a la vez, económica y social, ha puesto en el candelero ese principio fundamental que le determina: «una verdadera formación y educación de los ciudadanos en cuestiones de participación en los asuntos comunes, en solidaridad y desarrollo etc., que nos ha llevado a un desorbitado aumento del número de donantes y voluntarios. Es imprescindible trabajar por conseguir personas comprometidas realmente con las causas y no solo desde la cuenta bancaria, militantes por un mundo mejor».
Por eso, la Cruz Roja ante el marco del estado de alarma nacional ha lanzado el Plan de Cruz Roja Responde dirigido a las personas en situación de vulnerabilidad y población en general, en coordinación con las instituciones públicas. Una gran iniciativa que está permitiendo la actuación y respuesta para los próximos meses para alcanzar a más de un millón y medio de personas y movilizar a cuarenta mil voluntarios que materializarán las respuestas previstas en esos 1.400 puntos de atención. Casi un millón de personas recibirán atención y eso es un logro increíble que ha puesto a prueba la solidaridad de los pueblos, en este caso, del pueblo español.
Cáritas ha seguido en la misma línea y haciendo efectivo el mismo ejemplo.
Para ello, ha reactivado sus programas con una intensidad inigualable, potenciando su dinamismo de ejercicio. Coronavirus y pobreza. Cáritas alerta de los efectos sociales que esta emergencia sanitaria creada por el coronavirus puede producir en las familias en situación de pobreza y exclusión que, según datos de FOESSA es de 8,5 millones de personas, el 18,4% de la población española. 70 Cáritas Diocesanas están coordinando, orientando y promoviendo la acción caritativa y social en sus diócesis, al igual que lo hacen esas 5.739 Cáritas Parroquiales. 2,68 millones de personas participantes y acompañadas son las protagonistas de su propio desarrollo y eje de la acción de Cáritas, en base a esas 84.551 personas.
Importante destacar de esta reflexión la corresponsabilidad: sentir que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean, y que tú dependes de ellos. Dejemos de buscar culpables o de preguntarnos por qué ha pasado esto, y empecemos a pensar qué podemos aprender de todo ello. Todos tenemos mucho sobre lo que reflexionar y esforzarnos. El aislamiento y el silencio pueden convertirse, además, en una fuente de transformación interior y de comunión con el resto de la humanidad. Esta emergencia es una buena oportunidad para cuidar, en este tiempo de Confinamiento e Hiperrealidad, la vida interior y buscar espacios de encuentro virtual con otros a través de las buenas acciones, los efectos de ese nuevo modelo de sociedad que queremos y que daría solución a errores o defectos impregnados en el estrato de vida. Por eso, con la partida de un millón de euros de los fondos confederales, Cáritas está apoyando las acciones extraordinarias que están acometiendo sus setenta extensiones en todo el territorio nacional.
Desde mi columna, un fuerte aplauso personal por esa gran labor a Cruz Roja española y a Cáritas, mi apoyo correspondido en poder ser un voluntario más y en creer que las bondades pueden ser realidad entre las desviaciones de un mundo impersonal y trasnochado.
Fuente: https://eldiadigital.es/