POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Desde la Academy of Vocal Arts de Filadelfia, hasta donde llegó becado desde Madrid, a los escenarios en diversos estados norteamericanos, en Venezuela, Santo Domingo, Francia, Italia y Alemania, donde reside en la actualidad. Son solo algunos de los lugares donde ha actuado el tenor Carlos Moreno, quien nunca olvida incluir ‘La Parranda’ al final de sus actuaciones para hacer patria. El próximo día 19 retorna al Auditorio Víctor Villegas para participar en una antología de la zarzuela.
¿Qué personajes le atraen más?
Siento debilidad por los atormentados por el amor y por los defensores de la Justicia.
¿De dónde le viene a usted la dedicación por la música?
Aunque en mi familia no había tradición musical, siempre me sentí más atraído por las voces que por los ritmos. Aún recuerdo mi primera zarzuela, regalo de mi padre en formato casete y la impresión que me causó. A los cuatro días estaba tarareando alguno de los números musicales.
¡Menudas tardes daría en su casa!
(Risas) Sin embargo, no fue hasta los 16 años y en plena efervescencia hormonal cuando descubrí que mi voz había cambiado radicalmente. En este periodo ocurrió algo que cambió mi vida: conocer a mi amigo José Luis, quien era un apasionado de la ópera y, además, tenía un oído musical excelente para analizar los distintos tipos de voz.
¿Qué cree que diferencia la afición de la pasión por la música?
El primer contacto con los antiguos divos de la ópera a través del gramófono propició una reacción inesperada. Fue como un espasmo en el plexo solar que me inundó de emoción. A veces sentía necesidad de reír y otras veces de llorar. Y, poco a poco, esa afición se convirtió en lo que hoy es mi vocación. La llamada del corazón hacia el arte por encima de todas las cosas.
¿Y mantiene usted la curiosidad por la música?
Todavía hoy conservo esa bendita curiosidad por el canto, lo que me ha llevado a ser un coleccionista, no ya solo de música, también de fotos, programas de teatro, manuales de canto, crónicas periodísticas e incluso reseñas históricas.
¿Fueron muy difíciles sus inicios?/b>
En el año 1989 y en un momento delicado de la economía familiar, cuando yo trabajaba para evitar el servicio militar por ser hijo de viuda, se me ocurrió la idea de buscar ayuda económica. Y me presenté en Madrid en la sede central del Banesto pidiendo al recepcionista una cita con Mario Conde, presidente de la entidad y persona de gran influencia en esos tiempos.
¿Y el recepcionista, claro, se quedó helado?
(Risas). Obviamente no me recibió, pero sí su secretario, al cual le conté que quería ser cantante y si podía ofrecerme algún trabajo. Entonces llamó al jefe de Seguridad, Ángel Garro, y ese mismo día contactó con una empresa que me ofreció un puesto de guardia jurado en el mercado Maravillas. Y así conseguí salir de Abarán con la seguridad de poder pagarme mis estudios.
¿Y después qué sucedió?
Mi negativa a portar armas de fuego y el poco espíritu agresivo me llevaron al despido. Recuerdo que pasé casi un mes y medio comiendo leche con cereales, lo que causó una anemia y la desesperación, viendo cómo se esfumaban mis sueños. Y entonces me contrataron como pintor de brocha gorda en Vallecas.
Casi a punto de regresar a Abarán…
Cuando todo parecía oscuro y estaba dispuesto a volver, organizaron unas audiciones para el coro del Teatro de la Zarzuela. Conseguí una plaza interina y pude darme a conocer en los ambientes musicales de Madrid.
En La Zarzuela fue también donde debutó.
Sí. Un día pregunté si había audiciones para solista y me dijeron que estaban las plazas ocupadas. Entonces salí a la calle y, desde un teléfono público, volvía a llamar, haciéndome pasar por argentino y advirtiendo de que llegaba desde Buenos Aires solo para hacer una audición. ¡Y me dieron una cita!
Y le cogieron.
Llegué al teatro, canté y me dieron el papel solista. Y así fue como debuté en el Teatro de La Zarzuela con la obra ‘El Dúo de la Africana’.
Fuente: http://www.laverdad.es/