POR DOMINGO MURCIA ROSALES, CRONISTA OFICIAL DE ALCALÁ LA REAL (JAÉN)
Vaya, en primer lugar, un especial saludo y felicitación al profesor Friedrich Edelmayer, a quien la organización de este Congreso ha querido dar homenaje. En Alcalá siempre nos sentiremos orgullosos de su presencia y estrecha ligazón, manifestada en numerosas ocasiones. Maestro de maestros, siempre aprendemos de sus enseñanzas.
La figura del rey-emperador está ligada a nuestra ciudad en diversos espacios y momentos. Así puede reconocerse en la documentación oficial que se conserva en el Archivo Histórico Municipal, y en otras noticias escritas de su paso, estancia y aniversarios.
Respecto a lo primero, hay que señalar que se han guardado, después de quinientos años, ochenta y siete documentos, de la más variada temática, catalogados como cartas de privilegio, carta ejecutoria, cédulas reales, provisiones reales y de la Real Chancillería de Granada, sobrecartas, provisión de los contadores mayores… Algunos de ellos son de auténtica belleza, pues se trata de pergaminos manuscritos decorados con miniaturas, ilustraciones, escudos, orlas y letras capitulares. Sirvan de ejemplo el Privilegio del Vino, que está fechado el 2 de julio de 1526, y la Carta Ejecutoria de los Privilegios concedidos a la Ciudad por Alfonso XI. La fecha de estos documentos se inicia en 1517, con la llegada del rey a España y termina en 1558, con el anuncio de la Princesa Juana anunciando la muerte del emperador.
De los libros de actas sólo han llegado a nuestros días algunos folios sueltos del 15 de enero al 12 de julio de 1522, y el denominado Libro de la Estrella de David, que contiene lo tratado en el Cabildo Municipal entre 1528 y 1534. Parte del vacío de documentación municipal del reinado puede suplirse, en parte, con las Ordenanzas, que hacen referencia a las actas entre 1525 y 1552.
No procede en esta comunicación entrar en el contenido de los documentos, porque lo haríamos muy dilatado. Para ello, basta con acudir a los trabajos de Carmen Juan, Francisco Martín, Francisco Toro, María Teresa Murcia y Ricardo San Martín. Sin embargo, he querido incorporar las referencias a un momento importante en la historia de los reinos hispanos, basándome en una documentación que poseo en mi archivo. Se trata de la presencia alcalaína en la Junta y Santa Congregación de la Rambla, en 1521.
ALCALÁ LA REAL EN EL SIGLO XVI
Pero antes de entrar en mi propuesta, intentaré aproximarme a la Alcalá la Real de la época. ¿Cómo era esta ciudad fronteriza y abacial durante todo el siglo xvi? Dejando a un lado, por suficientemente conocidas, las descripciones de los viajeros ilustres de la época y posteriores, como Henríquez de la Jorquera, Méndez de Silva, Antonio Pons o Charles Davilliers, en las que siempre hay una referencia a la fortaleza de la ciudad y su situación estratégica, no hay duda que la estructura de aquella población que salió de la Mota en este mismo siglo y que se extendió por el Llanillo y las Cruces en las centurias posteriores, es la misma que conocimos algunos en la década de los cincuenta del pasado siglo. Así que en el xvi estamos asistiendo a la extinción de una población medieval, amurallada, que se arruinaba y abandonaba progresivamente, y a la configuración y expansión de una ciudad moderna que iba huyendo de las inclemencias climáticas y dificultades de comunicación en un lugar tan elevado e incómodo. Las corrientes renacentistas se afianzaban también en esta tierra.
Aunque es arriesgado hablar de población, vamos a intentar aproximarnos a los alcalaínos del siglo xvi, ya en la época de Felipe II. A pesar de que hay referencias diversas en el Archivo Municipal, se cree que es obligado acudir al padrón de 1587. En él aparecen registrados 1.909 vecinos en el casco urbano y 41 más en Frailes, Fuente del Rey, Ventas y huertas. Una suma total de 1.950 cabezas de familia, que, multiplicadas por el coeficiente 4,5 nos da una cifra de 8.775 habitantes, aproximadamente. Pero esta cantidad no debe ser la real si tenemos en cuenta lo que se dice en 1586 en una queja de vecinos que deseaban instalarse en el bajo de la ciudad. Afirmaban que la población era de 3.500 cabezas de familia, o lo que es lo mismo, 15.750 habitantes. El informe municipal en este conflicto, de carácter oficial, asegura que los vecinos eran 2.000. Como se ve, no había acuerdo sobre el censo.
Afirma Domínguez Ortiz que estos padrones no eran demasiado fiables, pues en ellos suelen faltar habitantes que, por problemas de hacienda e impuestos, evitaban ser registrados. A estos moradores hay que añadir los grupos marginados de moriscos, gitanos y esclavos, de los que en el padrón sólo hay pequeños testimonios. Igualmente los religiosos de clausura (de 70 a 80, entre monjas y frailes) y los pequeños grupos de franceses y judíos-portugueses. Así que no es arriesgado afirmar que la Alcalá de esta época pudo tener alrededor de 10.000 habitantes.
¿Y a qué se dedicaban estos hombres y mujeres? El padrón de 1587 no tiene desperdicio en este sentido. Es cierto que hay muchas lagunas al respecto, pues de los 1.950 registrados sólo se especifica el estado o la profesión en 451. Pero se cree que este número es significativo y concluyente para aproximarnos a la vida activa de Alcalá en este momento.
Aunque en el sector primario aparecen sólo 52, cabe pensar que su número era superior. La explicación puede venir por la cantidad de tierras que había en este momento en explotación, que van a dar como resultado nuevas roturaciones y concesiones. Respecto a las roturaciones quizás pueda resultar curioso y aclaratorio el contenido de una carta de Felipe II, de 18 de junio de 1588, que se conserva en el A.C.O.A.R. En ella se dice que el Rey estaba enterado que en Alcalá había muchas tierras públicas concejiles y realengas que se habían rompido y labrado desde el año 1542, y que las tenían tomadas y ocupadas, gozándolas sin título ni fundamento. Que ahora seguían rompiendo y tomando pastos comunes y realengos. Por ello creía que todo el problema cesaría si las dichas tierras se diesen y adjudicasen por títulos en propiedad a concejos y particulares, que las labrarían y cultivarían como cosa suya, con más cuidado del bien público. El monarca era conocedor de la escasez de tierras para el cereal y la abundancia, sin embargo, de pastos. Por lo cual se acuerda las ventas «para ayuda a nuestras necesidades, que son notorias, de cuyo remedio e provisión depende el sustentamiento de nuestros estados e defensa de nuestros reinos».
La mayoría de los poseedores de tierras eran hidalgos, descendientes algunos de los conquistadores y primeros pobladores, que en el citado censo de 1587 no aparecen como dedicados a tal actividad. Realmente la agricultura comenzó su gran expansión a lo largo del xvii y xviii, con nuevas aradas.
No existían tampoco todas las aldeas. Solamente aparecen vecinos en Frailes, Fuente del Rey y Santa Ana, y unas ventas en la Rábita, Acequia y las Bermejas. El resto de los núcleos rurales se van afianzando y perfilando a lo largo del xvii y xviii.
En el sector secundario se relacionan 224 artesanos, con distintas actividades. En el terciario, 208 vecinos. En la vida oficial, además del corregidor y el abad, se relacionan 1 alcaide, 12 escribanos públicos, 2 escribanos de cabildo, 12 regidores, 8 jurados, 1 pertiguero, 1 pregonero, 3 alguaciles, 1 síndico, 1 teniente de alcaide, 1 portero, 10 guardas, 3 fieles, 2 almotacenes… El personal eclesiástico era de 33 clérigos, sin contar con las monjas y los frailes de los conventos, antes aludidos.
Con estos datos se puede llegar a la conclusión de encontrarnos ante una población eminentemente urbana, cabecera histórica de la comarca, con un fuerte sector de servicios: religiosos, escolares, sanitarios, de asistencia social, judiciales, militares, de abastecimiento, amén de diversiones y ocio en general, con numerosas fiestas religiosas y profanas. Alcalá era una ciudad apetecible porque sus habitantes estaban exentos de algunos impuestos. Esta situación favorecía las rutas comerciales entre diversos puntos de Andalucía.
Siguiendo con Domínguez Ortiz diremos que «Andalucía ha sido siempre una región muy urbanizada y junto a las grandes urbes conserva una serie de pequeñas ciudades interesantísimas, unas lastimosamente decaídas, otras que conservan una notable vitalidad. Uno de los eslabones de este collar de pequeñas y primorosas ciudades es Alcalá la Real. Respondía con admirable justeza a la definición clásica, pues era una importante fortaleza y tenía una abadía exenta de carácter cuasi episcopal».
Pero, además de esta población activa, puede llamar la atención la presencia de 210 viudas y los indicios de sectores sociales marginados. Moriscos pudo haber alrededor de 300, dedicados a tareas diversas, como los que se denominaban gaçis, especialistas en la elaboración del vino; gitanos, unas decenas, y esclavos, de los que hay localizados una treintena.
En cuanto a la fisonomía urbana es difícil aproximarse a ella, pues no existen la mayor parte de los edificios de la Mota. Por el tan mencionado padrón conocemos las calles existentes en la acrópolis, arrabales y laderas de nuestros dos cerros. No es caso de detenerse haciendo relación de ellas.
El abandono de aquella población amurallada era ya una realidad, aunque se luchaba por mantener aquel lugar elevado y emblemático, aquel recinto que tanta gloria había dado a los alcalaínos en los siglos fronterizos.
El patrimonio arquitectónico era todavía bastante notable. En la Mota, el alcázar, con su patio y las tres torres, que en estos años se estaban reparando. El cinturón más interno de la muralla sufrió en 1582 las consecuencias de un terremoto, perdiéndose el denominado Gaván, que daba al barrio de Santo Domingo.
Sin extendernos demasiado, habría que citar de allí arriba las torres de la Cárcel o la de Santa María, así como las iglesias Mayor Abacial, que se concluía en 1627, y la de Santo Domingo de Silos, en la que fueron bautizados, entre otros, Pablo de Rojas, Juan Martínez Montañés y Pedro de Raxis. En estas obras y otras intervinieron grandes maestros, como Martín y Miguel de Bolívar, Ginés Martínez de Aranda, Ambrosio de Vico y Juan de Aranda Salazar, por decir algunos.
Fuera del recinto amurallado ya existían o se planeaban San Bartolomé, San Sebastián, el convento de San Francisco, el del Rosario, el de Consolación, el de la Santísima Trinidad, San Juan, la Veracruz, las Dominicas, San Marcos, San Blas, la Magdalena, la Caridad, el Calvario, el Ecce-Homo… Pero además de estos edificios eclesiásticos es necesario citar los civiles, de similar categoría arquitectónica, como el pilar de los Álamos, las Casas de Cabildo de la Mota, Carnicerías, Casas de Justicia, Hospitales de los Monteses, del Dulce Nombre de Jesús… Galería de los Escribanos, Palacio Abacial de la Mota, Pósito, Matadero, Fuentes de la Mora Vieja y Nueva, Lavadero y Fuente del Rey, Fuente de las Tórtolas, de la Tejuela, Peso de la Harina, Casa de Comedias…
El Concejo y la Alcaidía habían sido las principales instituciones del municipio desde la conquista. Desde mediados del xiv, Alfonso XI había determinado controlar el funcionamiento de los municipios de sus reinos mediante el nombramiento de un regimiento, convirtiéndose en poco tiempo en hereditario. En 1420 aparecen los cargos de alcalde mayor, según matiza Rodríguez Molina.
Los cargos de alcaide y alcalde mayor solían coincidir en la misma persona, de categoría social relevante, siempre de la alta nobleza, aunque a veces se delegaba en familias importantes de la ciudad. Prosigue Rodríguez Molina: «…los alcaides de Alcalá tenían el cuidado de las fortalezas de la población y el mando militar —«al-qaid» significa jefe militar— de sus vecinos, en nombre del rey, o sea que eran tenientes por el rey y como tales percibían cada año la paga correspondiente a su tenencia, como se especifica en el documento de las tercias o pagas de Alcalá». Pero tenían otras prerrogativas, dado el emplazamiento de esta población, entre Castilla y Granada, como era firmar treguas y paces, favoreciendo el clima de entendimiento entre el rey cristiano y los notables del reino musulmán. Sería excesivo hacer una relación de los alcaides alcalaínos localizados hasta el momento, pero creemos que hay que citar a los de las familias Fernández de Córdoba y Aranda.
Además de las instituciones municipales, la Abadía de Patronato Real era la organización más poderosa de la comarca. De ella hay tanto escrito que sería imposible hacer un extracto de su historia. Solamente señalar que fue erigida tras la conquista por Alfonso XI, y que gozaba de gran cantidad de privilegios, como la jurisdicción exenta, vere nullius, que la hacía independiente de los obispados limítrofes, y sufragánea de Toledo.
Los alcalaínos participaron en los acontecimientos históricos antes enumerados, como puede comprobarse en los libros de actas municipales. Por ser gente preparada y experimentada en la guerra, dado el carácter fronterizo de esta tierra, en Alcalá había continuos reclutamientos. Así, encontramos a nuestros hombres en las Alpujarras, en la costa, en Portugal, en Aragón… No faltan, tampoco, alcalaínos en la aventura americana y asiática.
LOS HECHOS DE LA RAMBLA
Y ya pasamos a los acontecimientos de 1521. Como es sabido, el movimiento comunero en Andalucía tuvo poca repercusión, salvo algunas excepciones puntuales, y pequeñísimos grupos que buscaban otros intereses. Las principales ciudades andaluzas se reunieron en La Rambla para poner paz y sosiego en los reinos y procurar con todas sus fuerzas remediar Castilla.
Los acuerdos y preparativos quedaron en nada. El movimiento comunero no tuvo demasiado eco. Y es que al no haber rebelión no hubo represión.
Diré que los datos principales de este trabajo están basados en las actas municipales de 18-01-1521, 09-02-1521, 10-02-1521 y 12-02-1521. Y sobre todo, en unos documentos de mi archivo, ya citados, en donde se halla un traslado del escribano Cristóbal Gallego, en el que se da cuenta de la encomienda del Concejo alcalaíno a los regidores Pedro de Pineda y Alonso de Cabrera, para que acudan a La Rambla «para se confederar sobre las cosas tocantes al servicio de Sus Majestades e a la paz e sosiego de estos reinos…»
Al haber llegado tarde a la Junta, a saber por qué, se les encargó acudir a Córdoba para unirse a los acuerdos de las otras ciudades andaluzas. En estas líneas se incluyen más adelante los diecisiete puntos firmados y la ceremonia de juramento y pleito homenaje, solemnizada en la iglesia de Santo Domingo, entre trompetas y atabales.
Siguiendo a don Antonio Domínguez Ortiz, fundamentalmente, puede decirse:
Carlos I (futuro emperador de Alemania) inició su reinado en circunstancias desfavorables: rapacidad de sus consejeros extranjeros; inexperiencia de gobierno; desconsideraciones y disputas con las Cortes; tradición de autogobierno en las ciudades castellanas, que gozaban de carácter autonómico; miedo a la idea imperial que se avecinaba; factores económicos diversos; e inquietud campesina frente a los señores, que, si al principio vieron con buenos ojos el movimiento comunero, cambiaron después de opinión por el rumbo social que tomaban los acontecimientos.
¿Por qué no pasó apenas nada en Andalucía, cuando la vieja Castilla se levantaba en armas? Los hechos de La Coruña, Toledo, Segovia, eran graves. En la Santa Junta de Ávila se instó a todas las ciudades a unirse al movimiento, pero ninguna de las andaluzas aceptó la invitación. No tuvieron eco las proclamas, los mensajeros, los predicadores, excepto en algunas comarcas muy concretas (Jaén, Úbeda y Baeza). Aun así, no fueron importantes ni decisivas. Por ejemplo, Jaén, al principio, jugó a dos bandos, y de forma parecida se actuó en Baeza y Úbeda, negándose a firmar la declaración anticomunera de La Rambla y a realizar gestos en apoyo de las comunidades. En Córdoba también hubo algunos incidentes, derivados de las posturas del conde de Cabra y del corregidor Osorio, de carácter personalista y otros de carácter ideológico, con alguna detención y muerte. En Granada, total calma. En Huéscar, alguna agitación, más enfocada hacia la protesta contra el señorío del duque de Alba, que en pro del movimiento comunero. En Sevilla se reavivaron las viejas querellas de los de Arcos y Medina Sidonia… Así pues, puede comprobarse que nuestra región no se unió al movimiento comunero, salvo pequeñísimos grupos que buscaban otros intereses. Andalucía no sólo se abstuvo de secundar el movimiento, sino que se declaró abiertamente contra él.
En La Rambla y en enero de 1521 se reunieron representantes de las principales ciudades andaluzas «para poner paz y sosiego en estos Reinos… y procurar con todas sus fuerzas remediar Castilla».
Estuvieron presentes, según algunos historiadores, Sevilla, Córdoba, Écija, Jerez, Antequera, Cádiz, Ronda, Andújar, Carmona, Torredonjimeno, Arjona y Porcuna. Esta reunión tuvo más significado que efectos prácticos.
Todos los acuerdos y preparativos quedaron en nada. En abril de aquel mismo año los comuneros fueron derrotados en Villalar. Las consecuencias son de todos conocidas: estrechamiento de la alianza entre la Corona y la nobleza; arraigo de la monarquía absoluta; mercedes y privilegios para los que más tenían y podían… Aquel movimiento, como ya se ha dicho, no tuvo repercusión. Faltaban los dos soportes que Castilla sí había tenido: municipios de solera histórica, con una clase media de hidalgos y burgueses, y una población rural descontenta con el régimen feudal.
En el Archivo Municipal de Alcalá la Real y en el de este cronista, hay algunos documentos relacionados con el tema, que pueden ser útiles para el conocimiento de esta etapa de nuestra historia. A ellos me voy a referir:
El 18 de enero de 1521 el Concejo alcalaíno dio poder a Pedro de Pineda y Alonso Cabrera para asistir a una cita en La Rambla, para confederarse y tratar del servicio a Su Majestad y la paz de los reinos. Los regidores cumplieron con su cometido, pero, ante la necesidad de consultar alguno de los asuntos propuestos, Alonso Cabrera regresó a Alcalá y cuando fue de nuevo a La Rambla ya se había clausurado aquella reunión, por lo que no pudo firmar la declaración de las poblaciones andaluzas a favor de Carlos I. (A.M.A.R.)
El 9 de febrero, en la Villa de La Rambla, y en su hospital de la Santa Caridad, se juntaron los procuradores de algunas ciudades y villas de Andalucía (Sevilla, Córdoba, lugares de la Orden de Calatrava, Écija, Jerez de la Frontera, Cádiz, Ronda, Antequera, Gibraltar, Andújar y Carmona). El objetivo planteado fue dar poder y facultad a las ciudades de Sevilla y Córdoba para recibir a otras en la confederación preparada en enero, y otorgar los capítulos en ella contenidos, dando conocimiento de ello al resto de los confederados. Los procuradores de Écija dijeron estar conformes, siempre que la confederación estuviera de acuerdo con los capítulos que dio en su voto y no quedara esta última «más obligada de lo contenido en su otorgamiento». Los procuradores de Sevilla confirmaron que darían por bueno todo lo que hiciera Córdoba en este sentido y los cordobeses correspondieron al gesto sevillano en los mismos términos. (A.M.A.R.)
El 10 de febrero, en la misma villa y lugar se dio entrada a la ciudad de Jaén, a través de sus tres procuradores. Se les Informó del poder que Córdoba y Sevilla tenían por el acuerdo anterior y los jiennenses se unieron. (A.M.A.R.)
El Concejo de Alcalá, en 12 de febrero, martes, extendía una nueva carta de poder a los regidores Pedro de Pineda y Alonso Cabrera, para que acudieran a Córdoba a pedir la admisión de nuestra ciudad en la confederación, aceptando todo lo acordado sin condiciones previas, a excepción de no embargar los privilegios y franquezas de los alcalaínos. Entre los ofrecimientos de Alcalá la Real habría que destacar los sesenta peones para el ejército que se programaba (estimable, en comparación con el número de habitantes y lo ofrecido por otras ciudades). (A.M.A.R.)
En mi archivo se halla un traslado del escribano Cristóbal Gallego, incluido en un legajo de 1512-1527, cuaderno n° 13, que dice así: «El Conzejo y Justicia de esta Ciudad, conviene a saber el Br. Juan Alonso de Toledo, teniente de correjidor, e Francisco de Aranda e Antón de Gadea e Pedro Fernández de Alcaraz, e Pedro de Gadea, regidores, e Gonzalo Roldán e Diego Daranda e Juan Daranda, jurados, los cuales uvimos inviado a vos, Pedro de Pineda e Alonso Cabrera, rejidores, con nuestro poder a la Rambla os alláseis en la Junta e Santa Congregación con los procuradores de las otras ciudades de esta provincia de Andalucía para se confederar sobre las cosas tocantes al servicio de Sus Magestades e a la paz e sosiego de estos reinos, según el poder que os otorgamos ante el escribano suso se contiene en … prósimo pasado de 1521, los cuales vos los dhos. procuradores fuisteis y os aliasteis en dha. villa, e porque después volvió Alonso Cabrera a comunicar ciertas cosas con esta Ciudad y llevó su despacho e cuando llegó ya era acabada la dha. Junta ende porque no sea perjuicio de esta Ciudad y su fidelidad a Su Majestad, queremos se presente ante el Conzejo de Córdova a esponer lo dho. y que no sea en perjuicio de los privilegios de esta ciudad. Fecha en las Casas de Cabildo, en 12 de febrero de 1521.Testigos Martín Fernández de la Torre, escribano público y firmaron todos los jurados y regidores y a continuación traslado a Francisco Díaz de Villalta, personero, por cuanto no se alió presente y sí parte de la comunidad».
El 15 de febrero, viernes, en Córdoba, en sus Casas de Cabildo, en el Concejo presidido por el corregidor Diego Osorio y con la presencia de los veinticuatro caballeros de ella, compareció el regidor alcalaíno Pedro de Pineda, con el documento antes referido. Se le leyó la escritura de poder que las ciudades habían otorgado a las de Córdoba y Sevilla, y dieron su admisión a Alcalá la Real en la confederación. Para solemnizar el acuerdo, el Cabildo y nuestro caballero salieron a la contigua iglesia de Santo Domingo, y allí, ante el altar mayor y sagrario, con trompetas y atabales, se dio lectura a los capítulos acordados en enero. Como son demasiado conocidos, intentaré extractarlos:
1. Fidelidad a los Reyes y obediencia a sus gobernadores.
2. Mantener la paz y cuidar el orden público.
3. Ayudar y favorecer a las juntas y a la Justicia Real.
4. Desterrar a los insurrectos.
5. Prorrogar o nombrar con presteza los oficios de la Justicia para que no se produzca vacío.
6. Rechazar las cartas de los comuneros y castigar a sus emisarios.
7. No admitir la intromisión de personas contrarias a la confederación y luchar unidos contra ellas.
8. Estar alerta y unidos por una posible rebelión morisca en el Reino granadino.
9. Mantener la paz ciudadana y sus costas.
10. Coordinar las actuaciones contra las posibles insurrecciones y mantener permanentemente un buen servicio de información.
11. Escribir a las ciudades de Jaén, Úbeda, Baeza y Toledo para que abandonen su postura comunera.
12. Pedir al Rey que visite Andalucía y que no venga con extranjeros más que los necesarios en el mar, que por tierra, con los andaluces, ya había suficiente.
13. Hacer una comunicación de estos capítulos a todos los miembros de los Concejos y vecinos de los confederados.
14. Comunicar todos los acuerdos a los Reyes.
15. Designar a un embajador ante el Rey, para todo lo dicho.
16. Mantener la confederación hasta la esperada visita real.
17. Censar la gente de a pie y de a caballo con que se podría contar, en caso de necesidad.
La ceremonia prosiguió. Pineda preguntó si aparte de lo expuesto había algo más que notificar, y el escribano Rodrigo de Molina le comunicó los acuerdos del poder dado a Córdoba y a Sevilla para la admisión, y el del nombramiento de la embajada ante Su Majestad, en las personas de Luis Méndez de Sotomayor y de Haro y Jorge de Portugal.
Escuchado todo lo expuesto, Pedro de Pineda aprobó, en nombre de Alcalá la Real, su incorporación a la Junta y Santa Congregación de La Rambla, confirmando la aportación alcalaína de los sesenta peones, ya dichos. A continuación se le tomó juramento ante los Evangelios, haciendo la señal de la cruz, poniendo sobre el libro su mano derecha y diciendo «Sí, juro, y amén».
Don Luis Méndez cogió con sus manos las de Pineda y le aceptó el pleito homenaje, y don Pedro confirmó su juramento en su nombre y en el de nuestra Ciudad, obligando los bienes de propios y dando poder a la Justicia para actuar en caso de no cumplir lo prometido. Finalmente, antes de salir de la iglesia con la misma solemnidad de trompetas y atabales, pidió testimonio escrito de su comparecencia, que es, sin duda, el documento que he manejado del A.M.A.R., que transcribió y publicó el académico Toro Ceballos.
Y hasta aquí, los interesantes documentos. Creo que es fácil sacar algunas conclusiones:
– Alcalá la Real acudió a La Rambla a la invitación formulada para apaciguar el Reino.
– La postura a tomar por los representantes de nuestra Ciudad no fue la que se esperaba. Alonso Cabrera, por indecisión o prudencia, regresó a Alcalá para pedir parecer. Acaso pesaba demasiado la actitud de nuestros paisanos de Jaén, Úbeda y Baeza.
– Regresó tarde a La Rambla, ¿a propio intento?, para exponer la propuesta alcalaína a la Junta y Santa Congregación.
– El mensaje se llevó más tarde a Córdoba, cuando acaso se vislumbraba que la victoria era para los leales al Emperador.
– En el contenido del citado mensaje, los alcalaínos insistían en la defensa de sus privilegios, tantas veces manifestada a lo largo de aquellos siglos.
CARLOS V EN ALCALÁ LA REAL
El Emperador premió a Andalucía con su visita el año 1526. El 28 de mayo entraba en Alcalá la Real. En el arco de la puerta de la Mota junto a la plaza pública, confirmó los privilegios y libertades de la Ciudad, jurando sobre un misal y ante una cruz de plata. Estaban presentes el Ayuntamiento y Regimiento, con aquellos mismos que cinco años antes habían acordado el asunto del que se ha tratado.
En cuanto a la presencia personal de Carlos V en Alcalá la Real, estimo que puede ser de interés y curiosidad el siguiente texto, que corresponde al testimonio de los escribanos en el instante del juramento de los fueros de esta ciudad. Dice así:
En la noble y muy leal ciudad de Alcalá la Real, llave, guarda y defendimiento de los reinos de Castilla, lunes, veintiocho días del mes de mayo, año del nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo de mil quinientos veintiséis años, este día, entrando en esta ciudad la Sacra Cesárea Católica Majestad, el muy alto, católico y muy poderoso rey Don Carlos, nuestro señor, y estando en el arco de la puerta de la Mota de esta dicha ciudad, junto a la plaza pública de ella, a suplicación de esta Ciudad, Su Majestad, en presencia de mí, Antonio Blázquez, escribano del Cabildo y del número de esta dicha Ciudad, y testigos yuso escritos, dijo que confirmaba y confirmó los privilegios y libertades de esta dicha Ciudad, y puso la mano encima de un libro misal y de una cruz de plata que para esto fue traída, y dijo que juraba y juró de guardar los dichos privilegios y libertades de esta dicha Ciudad sí y según que los reyes católicos, sus antecesores, los guardaron, y muy mejor en su tiempo. Y la Justicia y Regimiento de esta dicha Ciudad, que presentes estuvieron, lo pidieron por testimonio a mí, el dicho escribano, estando presentes por testigos el alcaide Juan de Aranda, alcaide de Montefrío, y el alcaide Juan de Valenzuela, alcaide de esta ciudad, y otras personas, vecinos de ella. Y los dichos testigos lo firmaron de sus nombres. El licenciado Pedro Ordóñez de Ordaz, Juan de Valenzuela, Juan de Aranda. Pasó ante mí, Antonio Blázquez, escribano del Cabildo y del número.
Se supone, entre los historiadores locales, que el emperador estuvo nuevamente en Alcalá la Real, al regreso de su estancia en Granada.
OTRAS NOTICIAS ALCALAÍNAS
Aquellas lejanas noticias han perdurado hasta nuestros días. Así: el 3 de septiembre de 1958, siendo alcalde José Garnica Salazar, hay un acuerdo de la Comisión Municipal Permanente, en el que se expone la disposición del Ayuntamiento a colaborar en los actos del IV Centenario de la muerte del Emperador, adquiriendo varios ejemplares del libro «La celda de Carlos V», que había editado el Departamento de Publicaciones de la Jefatura Provincial de FET y de las JONS, de Cáceres. El 28 de marzo de 2000, presidiendo el Ayuntamiento el alcalde Juan Rafael Canovaca Arjona, se tituló una calle, en el sector sur, junto al antiguo Coto, con el nombre de Carlos V.
Bibliografía
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Fuente: https://cvc.cervantes.es/