POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Doña Carmen Polo tenía mucha afición al arte; en Pedro Álvarez, por ejemplo, en la calle Uría, solía encapricharse con algún camafeo y se lo obsequiaban agradecidos por su buen gusto. Me cuenta mi madre, y me pide discreción, que en los años 60, siendo alcalde mi padre, Luis Monteserín, fue a Pravia doña Carmen Polo para inaugurar el último tramo de la vía del tren hasta San Esteban; el pueblo y la banda de música la recibieron en la estación y encargaron a mi hermana Conchita, entonces una niña, que le entregara un ramo de flores; esa mañana doña Carmen visitó nuestra Colegiata y descubrió un repujado confesionario plegable, que le gustó mucho, pero mucho mucho, y lo hizo saber a nuestro irreductible párroco, don Manuel Méndez. “¡Qué maravilla de confesionario para la capilla de San Cucao!”. Pero don Manuel no soltó prenda y la Doña tuvo que conformarse con el ramo de flores de Conchita.
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