«EL OVIEDO ANTIGUO NECESITA UNA RENOVACIÓN DE PAISAJE Y PAISANAJE. SI SOLO ENSEÑAMOS LA CIUDAD A LAS VISITAS SEREMOS POMPEYA»
La cronista oficial de Oviedo, la catedrática jubilada de Filología Carmen Ruiz-Tilve (1941), es la única experta que ha estado en las dos comisiones municipales de aplicación de la Ley de Memoria Histórica. En esta entrevista conversa sobre las polémicas desatadas en torno al cambio de nombres de calles y repasa algunos tópicos del Oviedo de ayer y de hoy.
Si la Ley de Memoria Histórica es de 2007, ¿cómo es que sigue coleando?
Aquí, con Gabino de Lorenzo se quiso hacer, en mi opinión, demasiado pronto; hacía falta un poco de sosiego para ver qué se hacía o no. En aquella primera comisión me tocó estar de coordinadora y tengo muy malos recuerdos. El alcalde, seguramente con la mejor intención, metió gente de mucha derecha y de mucha izquierda, cuando la comisión creo que no tenía por qué ser política. Aquello se politizó terriblemente, fue muy desagradable, muy violento: volaban los insultos por encima de las cabezas. Yo le di la carpeta a Gabino, pero debió quedar guardada en un cajón y después él hizo algunas calles nuevas a su imagen y semejanza. Aquella comisión histórica no funcionó, ahora vuelve en plan borrón y cuenta nueva.
¿Qué está pasando ahora con la segunda comisión?
El primer día fui y no había casi nadie conocido mío. Tiene que ser una cosa más elástica. Entonces dije: «Esta asignatura ya la aprobé y no tengo costumbre de repetir curso», Me levanté y me marché. Así de chula, porque vi que no pintaba nada. Lo fui siguiendo por la prensa y a la última comisión fui, para cerrar, porque donde me llama Oviedo voy. Lo de las calles es muy conflictivo. Yo en aquella comisión hubiese quitado más cosas, por ejemplo la famosa plaza de la Gesta. Pero se hizo todo por votos y salió que quedara. En lo posible, quitaría los nombres propios y volvería al callejero del Oviedo clásico: Rosal, plaza de la Catedral…
¿Sus recuerdos de Oviedo tienen el nombre de alguna calle?
Tienen el nombre de Santa Susana, porque es la calle en la que nací. Está al lado del Campo San Francisco, aquello era un paraíso. Los niños de ahora no juegan, como mucho están con la maquinita. De aquello de correr no queda nada. La gente cruza, pero no se queda: es el cambio de los tiempos. Es natural, no soy nostálgica de ‘que se quede todo como estaba’, la ciudad es un ser vivo; pero en cuanto al callejero hay que tener cuidadín, porque tiene que durar.
¿Algún nombre ovetense olvidado y sin calle?
Muchísimos. Uno es Fina Clemente, una comerciante de El Antiguo. Esta zona ya no es la que era: bares por la noche y por el día nada, eso no hay quien lo pare. Volviendo a los gremios, pedí una calle para Julio Galán, que hizo el Oviedo de principios del siglo XX, de casas imponentes como las del Marqués de Santa Cruz. Conseguí una calle para él y su hijo. Un grupo de calles para los arquitectos que hicieron un Oviedo nuevo, y médicos.
El Cristo, el Bulevar, el Campo San Francisco… ¿cómo vive la cronista de Oviedo estas transformaciones urbanísticas?
Me paso las tardes leyendo y toda la vida hubo proyectos sobre la ciudad. Después de la guerra había un ‘plan Gamazo’, que iba a hacer una ciudad con muchas plazas y una cosa importantísima que sigue sin haber: un recinto ferial. Oviedo lo necesita y lo merece. Ahora ya no pueden hacer ni barracas, cuando quieran ya no habrá niños. Ahora nos encontramos con un montón de espacios vacíos: el hospital, la fábrica de armas y más. La ciudad tiene que estar creciendo y no puede vaciar, tiene que estar viva. Villa Magdalena también merece su estudio: una biblioteca de poquísimo rendimiento y un edificio de encanto relativo, una patata caliente. Las Pelayas, las habitantes más antiguas de Oviedo, merecen una calle.
¿Conocen los ovetenses su propia historia?
Ahora Oviedo está de moda y veo que mucha gente joven sabe, me parece estupendo. Pero la propia historia, ¿quién la conoce? Pero la historia de Oviedo hay muchos medios para conocerla.
¿Por ejemplo, la ruta del 34?
Me parece morbosa. Yo nací en el 41 y había una especie de mutismo con ese tema. Siempre se tapó y se destapa ahora, que es tardísimo ya prácticamente no quedan supervivientes. La historia de Oviedo es durísima.
¿Crearía un museo sobre la historia de Oviedo?
Quería y sigo queriendo, partiendo del extraordinario archivo municipal. Tuve siempre la ilusión, pero no se me secundó nunca.
¿Qué se podría hacer para conservar nuestras joyas arquitectónicas?
¡Vivirlas! Si la ciudad la tienes para enseñarla a las visitas, se convierte en Pompeya. Quién nos lo diera, pero el Oviedo Antiguo se fue perdiendo porque dominó la noche. El Oviedo aburrido de los curas se cambió por un ‘Oviedo la nuit’, y ni un extremo ni otro. No creo en la resurrección, pero El Antiguo necesita una renovación de paisaje y paisanaje, niños que vuelvan a jugar allí, gente joven que viva. Pero, ¿eso se puede conseguir?
¿Qué más zonas echa de menos?
La ciudad en su conjunto. En mis seis novelas aparecen barrios como La Argañosa, que era el de los ferroviarios, Económicos, el Vasco… Yo soy amiga de que la ciudad esté mezclada, y está en cierto modo reducida. Hay barrios nuevos como Montecerrao, frustrado. Tenemos la característica de no terminar los proyectos. Los ovetenses somos gente de buena pasta y merecemos algo mejor de lo que tenemos. Luego viví en San Pedro de los Arcos, y en aquel cementerio jugaba cuando era niña. Saltábamos por encima de las sepulturas y nos asomábamos a la huesera. A veces teníamos el valor de subirnos al muro y ver aquel mar de huesos sin nombre. Ahora ya no hay cementerio ni cárcel, mejor.
¿Vive Oviedo de espaldas al Naranco?
Me parece que es muy feo y está muy mal repoblado, pero es importantísimo para la ciudad. Mucha unión, pero mucha espalda de toda la vida.
¿Qué tipos populares hay hoy en día?
Nadie. Al haber muerto el mundo de las tertulias (está muy venido a menos), el de los cafés y otras cosas, ya no le queda solera a Oviedo. Sí que hay tertulias y pandillas, pero más descafeinadas.
¿Qué le parece la historia que han sacado con Rufo?
Una chorrada (ríe). A mí durante un tiempo me venía a clase, se echaba y cuando le parecía marchaba. Hacía de todo, menos molestar. Nunca intenté echarlo, cuando le pareció que aquello era un coñazo no volvió más.
¿Cómo ha vivido las polémicas de San Mateo?
La gente es muy tiquismiquis y disfruta mucho censurando lo que hacen otros, pero no hacen nada. La fiesta la da la gente, si sale, se reúne y lo pasa bien. El Ayuntamiento no tiene por qué gastar mucho dinero ni hacer unas fiestas dirigidas.
¿Se pasará por los Premios Princesa de este año?
Fui siempre porque soy miembro del jurado del Pueblo Ejemplar y me gusta colaborar. Procuro ir a todo. A los Princesa no voy a ir porque estoy hecha una pochez. Antes en el Desarme los empleados se juntaban para ir a comer a algún sitio, pero nada más.
¿Cuáles son sus próximos proyectos literarios?
Terminar una novela.
Fuente: http://www.elcomercio.es/ – Daniel lumbreras