CARNE ASADA Y GUARNICIÓN DE «COSUQUES»
Mar 21 2020

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Mi guiso de hoy hecho al modo colungués, por supuesto.

¡Profe -me dijo un antiguo alumno- a ver si nos cuenta alguna «pornohistoria», porque últimamente nos da clase de latín, de etimología… y se olvida de la «picaresca»!

Pues nada, nada; yo -dado el confinamiento doméstico- siempre obediente a todas las órdenes y sugerencias.

¿Alguna vez se han preguntado ustedes la causa de que tantas y tan exquisitas preparaciones de carne tengan nombres ingleses, como, por ejemplo: ROASTBEEF, BEEFSTEACK… y que haya muchas razas de vacuno con nombres también ingleses?

Ahora se lo cuento, pero antes les hablaré de ENRIQUE VIII, rey de Inglaterra y Señor de Irlanda (1491-1547). Este buen hombre fue personaje de «bragueta abierta», que no escamoteó métodos y medios (políticos y religiosos incluso) para satisfacer sus «necesidades de «fembra placentera», que así decía nuestro Arcipreste de Hita.

Aparte de una serie de amantes concubinas (María Bolena, Isabel Blount…) «solamente» tuvo SEIS ESPOSAS: Catalina de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos; Ana Bolena, hermana de la concubina María Bolena y madre de la reina Isabel I; Juana Seymour; Ana de Cleveris; Catalina Howard, prima de Ana Bolena; y Catalina Parr, que ya había tenido tres maridos previamente y «sabía de qué iba la cosa».

¡Ya está bien, profe! ¿Qué tiene que ver esto con la carne asada?
Ustedes habrán oído hablar de la famosa TORRE DE LONDRES, conjunto de palacio residencial de monarcas, edificios administrativos… y en tiempos pasados, PRISIÓN.

Antiguamente se consideraba a vacas, bueyes y toros como «animales de trabajo» y, si ya viejos, su carne se consumía entre gentes humildes por ser poco apreciada. Cervantes, en su inicio del Quijote nos cuenta que el Hidalgo, tristemente, comía «una olla con más vaca que carnero».

Pues bien, en tiempos de ENRIQUE VIII este monarca ordenó que a los empleados vigilantes de LA TORRE se les sirviera diariamente un asado de carne. El mismo rey se aficionó tanto a esta preparación que, solamente para atención de la corte regia, se sacrificaba diariamente UNA VACA para sus asados.

Lógicamente, si el rey gustaba de la CARNE ASADA, ¿qué iban a hacer sus súbditos y cortesanos aduladores?

Y así lo que nació en el United Kingdom rápidamente se expandió por el Continente… hasta llegar a Colunga, que es un pueblo de sandunga, y el de la mejor manzana de la comarca asturiana.

Ya estamos en primavera, la que la sangre altera y reverbera «el trainlaranlalá» como a Enrique VIII, y para celebrarlo prepararemos una carne asada con guarnición.

Compramos un «redondo de ternera para asar», bien atado con su red, y salpimentado al gusto lo doramos en aceite. Lo llevamos a una olla rápida.

En el aceite de fritura pochamos cebolla picada en fino, un pimiento rojo de buen tamaño, picado menudo y dos dientes de ajo en láminas. Lo agregamos a la carne junto con un poco de agua y un vasito de brandy o güisqui y unos trozos de zanahoria. Cuece todo a fuego medio durante unos 20 a 30 minutos.

Ya fría la olla, sacamos la carne y la cortamos en lonchas más bien finas, que colocamos en una tartera, Las cubrimos con su salsa de cocción y sumamos unos guisantes («arbeyinos») previamente cocidos en agua con sal y un poco de azúcar. Da todo unos hervores y reposa.

Para servir, disponemos la carne y guarnición en el centro de una fuente y complementamos con una corona de patatinas redondas (patatos) fritas.

NOTA.- Aunque Enrique VIII, para satisfacer sus gustos de bragueta rompió con la Iglesia de Roma y dio nacimiento a la Iglesia Anglicana, es de justicia reconocerle el mérito de haber acertado en la divulgación de los asados de carne.

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