CARTA A EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)
May 01 2020

POR ANTONIO HORCAJO, CRONISTA OFICIAL DE RIAZA (SEGOVIA)

Eduardo Juárez Valero.

Señora directora:

Como no me dejan mover y quiero acercarme a ti, te envío esta carta en la que te digo que, a su recibo estés bien, nosotros, bueno yo solo, pues vivo como un cartujo, también bien a la entrega de la misma.

Me dicen Teresa, la entrañable directora, Florentino y demás equipo de nuestro entrañable diario y cada día más indispensable para nuestra gente, que estás bien aunque un poco cansado. ¡Cansado! ¡un hombretón como tú! Bien te ha tenido que sacudir el mal del virus para llevarte a esos límites, pero le has vencido felizmente, como resultado de tu coraje por vivir y seguro que con la profesional, amorosa y hasta puede que heroica actuación de un equipo sanitario que en Segovia ha dado la talla de excepcional ciencia y profesionalidad. Hay que hacer algo, Eduardo, para que esto no quede en el olvido. Todo ello me enorgullece como hijo de esa sufrida Tierra nuestra. Me tranquiliza leer que estás cada día con más fuerza.

Benditas sean y olé tus… y tus ganas de vivir. Si siempre ha sido un ejemplo de coherencia, ahora lo eres de decisión y empuje. Esos veinte días de suplicio que has pasado me hacen pensar que mi enclaustración –al margen, ¿sabes que se están inventando ahora palabras para definirlo que el diccionario ofrece resuelto desde hace siglos?, pero con menos gracia que el recordado Umbral que nos creó cientos de disparates gramaticales, no sé si para cabrearnos o para disfrutar él, como lo hacía con su envidiable pluma. Ahora todos los días me hincho a oír y ver escrito esa “desescalada“ que no es como la que hicimos Javi Rueda, Andrés Diez, Jesús Gómez Cubo y yo, en línea recta -te lo juro- desde la cumbre de tu (y mi) amado Peñalara hasta La Pradera, topándonos con un hermoso animal en una sorpresa espectacular que, como un rayo lleno de fulgor, nos cruzó por delante en el sotobosque, donde el pino se convierte en robledal, tal vez porque invadimos el lugar sagrado de su hábitat, como ocurría con las mariposas de la Fuente del Cochero en nuestra infancia, que tú tan gentilmente me comentaste.

Eduardo, querido amigo y admirado maestro, te confieso estar feliz por la capacidad de reacción que has tenido para vencer ese mal que se ha llevado a tanta gente buena. Como tú dices la vida, cuando se normalice, ya no será como era hace apenas unos meses. Miraremos todo de otra manera, como un regalo maravilloso al que tenemos que cuidar y para ello nuestras costumbres, nuestros sentimientos y hasta nuestros ritos, tendrán que pasar por el tamiz de la sensatez, por el fortalecimiento de lo que, más noble, llevamos dentro. La generosidad, la solidaridad, la amistad, el desprendimiento han de ser cultivados por nosotros con mimo. Si somos capaces de ello, Eduardo bien lo sabes, habremos ganado la batalla que vamos a librar contra nosotros mismos.

Tu experiencia ha sido dura, “una pesadilla” dices tú, por no atreverte a magnificar el sufrimiento cuando, tal vez nos hubieras dicho, con más aproximación al padecimiento real que hubiste de pasar, no una pesadilla sino una terrible pesadumbre. Admiro tu entereza, creo que todos los que te conocemos y te queremos hemos sido fortalecidos con ella. Como un experto doctor nos has trasladado un exacto diagnóstico porque el mal no se encuentra solo en el cuerpo y muchas veces es más pernicioso cortar los males del alma que son los que marcan la vida del que de ellos es atacado. Penas, angustias y males morales que acometen a los órganos vitales del alma restándole vigor y fuerza. Por eso nunca es el ánimo más sereno que cuando mora en el oasis de la paz propia.

Por ello hago mías, y ojalá que pudiera sentirlas como tú, las palabras que nos trasladas: “la Felicidad se construye así, con cosas pequeñas que llenan la vida de sentido”. Eduardo amigo, me conformo con saber que estás bien, que, como siempre no vuelves la cara aunque te la rompan y que sigues luchando por el bien y la verdad. Nos queda tu alegría, tu coraje y tu ejemplo a los que te queremos -y sabes que somos legión- de seguir viéndote cada día como un ejemplar docente, dicente, decente y exigente.

Y como a ti no se te puede hablar sin recordarte “tu Paraíso”, sábete que a mí me alegra tu defensa numantina, por cuando te desvives por el barrio más aristocrático y acaso también el más hermoso de mi ciudad, pues que Segovia la concibo siempre vinculada a ese lugar privilegiado en el que tantas jornadas felices he pasado y hasta sudado en mi Robledo, hoy excesivamente olvidado. Te digo adiós con las mismas palabras que el doctor don Andrés Gómez de Somorrostro dirigió al rey Fernando VII al dedicarle el “Compendio histórico, topográfico y mitológico de los jardines y fuentes del Real Sitio de San Ildefonso “… le envío el respetuoso homenaje de mi cariño (el doctor al rey le pone amor) fidelidad y gratitud; y sea yo dichoso en lograr que recibas esta bajo tus benignos auspicios”. Un abrazo, chaval, que sigas bien y que yo lo vea.

Ah ¡¡ y no olvides de que tenemos una cita desde hace tiempo para comer juntos en la “mesa de los cronistas” que en cuanto esto pase. Será convocada a toque de repique. Sigo admirando y queriendo. Tuyo,

Antonio Horcajo

Fuente: https://www.eladelantado.com/

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