POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Padre mío que estás en los cielos, porque te los ganaste a pulso de campanas y misas como sacristán, y a pulso de dar de comer a los vecinos en el ultramarinos de Cozuelos, con un humor moreno que todavía se ríe y se recuerda, y a pulso de afeitar barbas y cortar pelos greñosos los fines de semana en el saloncito de casa, y a pulso de ir de pueblo en pueblo -Adrados, Perosillo, Hontalbilla, Torrecilla, Fuentepiñel, Fuentesaúco, Olombrada- recogiendo los huevos de las gallinas de las vecinas en pago por una lata de escabeche, un kilo de arroz o de peras de Don Guindo o de paraguayas…
Padre mío que me llevaste al convento de La Salle en Griñón sin yo querer cuando no era más que un niño aplicado y obediente, como Tomasín, como Jesusín, como Crescencio, como Edilberto, como Teódulo, como Gonzalo, como Jesús Olmos, como tantos y tantos de la primera emigración segoviana de los años cincuenta…Había que estudiar para ser algo, tú lo sabías muy bien.
Padre mío que le escribías las cartas al secretario del ayuntamiento y paseabas charlando las tardes de mayo -si el trabajo te dejaba un rato libre- entre las cañas frágiles de los trigos y la sangre de las amapolas, desde el Puente Chiquito hasta el Puente Grande, ida y vuelta con el cura y el maestro, los brazos cruzados a la espalda…
Padre mío que adivinaste el porvenir entre las partituras que tocabas en el armonio de la iglesia y los periódicos que distribuías entre los bancos y taburetes de la barbería, ¡oh aquellos adelantados que nos hacían relucir Segovia como un faro de sueños…!
Padre mío, gracias. Los tiempos son muy otros. Pero la imagen de un padre recto, firme, protector, consecuente, plagado de valores heredados, abierto a los retos del presente y el futuro, perdura en mí y mis hijos lo saben, lo admiran y lo copian.
Quizá nos faltó un poco más de cariño. De ahí esta carta por lo que nunca te dije.
En el Día del Padre, tú te me estás, amor mío, mucho más vivo que nunca bajo la tierra de Cozuelos. Y como a mí, creo que les ocurre a todos los que se cobijan al abrigo de una paternidad responsable.