POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
Estimado Pedro: Hay en la vida muchas responsabilidades -inmediatas, cotidianas, vitales- buscadas o sobrevenidas y con muy variados orígenes.
Te recuerdo bien -no hace tanto tiempo- como un alumno con un sentido positivo de activa consciencia sobre tus propias obligaciones, sobresaliente en tus calificaciones.
No solemos exigir los docentes más que aquello a lo que está obligado el alumno, pero aquello a lo que está obligado se le exige según los dones intelectuales que la vida le haya regalado a cada uno.
Además, si se diera el caso de que no nos moviese el amor a lo que hacemos, debería movernos por lo menos el deber, aunque esta cuestión está muy lejos de tu sentido de vida.
Quizá en la base del triunfo está una sabia distribución de las obligaciones, sin que ninguno descargue su peso en los hombros del otro, como en este caso concreto supiste compartir el peso del esfuerzo con tu otro compañero de embarcación.
Aquí sí podemos afirmar que el dicho popular de “tío, páseme usted el río” es la antípoda de tu esfuerzo personal en busca de la superación continua y el triunfo final.
No te llegan los premios como en una lotería, sino que son fruto de tus largos entrenamientos, esfuerzo, dedicación y privaciones personales en busca de una meta triunfal.
Dice la sentencia latina que el fin corona la obra (“finis coronat opus”) y es verdad, y si además el fin viene con un premio, debería considerarse como un rotundo voto de confianza dirigido al futuro, no al pasado.
De modo que este primer oro en K2 en la prueba de distancia de 1.000 metros de los mundiales absolutos de piragüismo en aguas tranquilas -en este caso alemanas y junto a tu compañero el vasco Íñigo Peña- debe de ser un estímulo para vosotros el proseguir, y no un remate, como ambos sabéis sobradamente.
Premiar no debe confundirse con cerrar o con consagrar, sino -sobre todo- con abrir, con incitar a la vida, a la lucha, a la persistencia, a la marcha, solo así podrás llegar a ser uno de los pocos indiscutibles.
Sabes que la infalibilidad está reservada solo al papa, y eso cuando habla “ex cátedra” (en rarísimas ocasiones), de modo que lo humano es arriesgarse, recompensar con la fe la esperanza, mirar el todavía más que el ya.
Sabes también que aparte de los premios hay otras muchas formas de reconocimiento que no tiene por qué reducirse a banquetes, medallas, bandas, condecoraciones, títulos, etc.
Este reconocimiento público que hoy acabas de recibir debe de ser también para ti un amable y sentido acicate, cumpliendo su intención o misión de empujarte.
Cada cosa a su tiempo, y el tiempo de los premios es el camino hacia la plenitud, una especie de plétora o culminación deportiva que cada vez tienes más cerca.
A la vuelta de la esquina tienes los XXXIII Juegos Olímpicos que París acogerá el próximo verano por tercera vez en su historia, donde es muy posible que estés presente.
Subió Ícaro hasta cerca del sol con sus alas de cera y cayó. No será tu caso porque has sabido ya ahora desde la juventud construir las tuyas con ánimos que el calor y la altura no destruyan, ni las llevará el agua sobre la que navegarás tantas veces.
No olvides -estimado Pedro- que el gran sol ciega los ojos sólo de quienes se le acercan y lo miran de hito en hito; que derrite con rayos de fuego el vuelo de los elegidos más valientes.
Cierto es que tu aventura personal -como la de cualquier joven- puede tener algún riesgo, pero merece la pena.
Te queda toda la vida por delante, puesto que acabas de cumplir tan sólo veintiocho años el pasado día 6 de agosto.
Tras los trámites reglamentarios que conlleva otorgar una distinción municipal, vas a ser propuesto para recibir en próximas semanas la Medalla de Oro del concejo de Parres, según acaba de informarte el alcalde en el acto institucional de hoy.
Sé iluso y soñador, porque la ilusión y los sueños son la más alta realidad, y estamos hechos -en buena medida- con esa misma materia.
Y sábete siempre acompañado por los que -cerca y lejos de ti- se pusieron de pie para acometer idénticas o parecidas aventuras: la de doblar la propia estatura subiéndose sobre el pedestal de los propios hombros, no sirviéndose de los ajenos.
Llena tus días de vida (no la vida de días), y según vayas pasando por ellos -haya sol o sombra, felicidad o desdicha, día o noche, frialdad o calor- mira siempre hacia la altura, por muy encumbrada que esté. Aspira a la mejor meta, sé dúctil y franco, sigue siendo fuerte, realista, humilde y soñador.