Amigo Francisco:
A veintiocho días andados del mes de diciembre de 2015, comienzo esta carta. Y la verdad es que semejante entrada puede sonar un tanto cervantina y alejada de los descalabros que han producido las últimas elecciones generales. Pero lo cierto es que responde a la realidad. Un puñado de días más y se acabó el año. Por eso, prefiero regresar al humor de Quevedo y a su Buscón. Decía su personaje: “que era de muy buena cepa y, según el bebía, es cosa para creer. Salió de la cárcel con tanta honra que le acompañaron doscientos cardenales (azotes), sino que a ninguno llamaban señoría”.
Lo mío fue más prosaico. Cuando ya estaba muy alto el cielo en el calendario, en noviembre, asomé a la luz del mundo. Si la vida es un engaño, aquí arrancó el mío. Que ya es guasa nacer cuando el año está a punto de morir entre los fríos del invierno.
Y es que los años acumulados, tal parece que sólo gustan a los arqueólogos. Alguien dijo que, con la edad, acabamos derramando el vino que tanto nos gustaba beber.
Como las elecciones ya son historia, mejor será dejar el tema para otra ocasión, que nos está tocando vivir tiempos de analfaburrismo. ¿Dónde quedó “el pasado macizo de la raza”, del que hablaba Machado? El pastor me día que no había que acercarse a una cabra por delante, ni a un caballo por detrás; pero a un tonto, por ningún lado. Pues va y tenía razón el que dijo “si yo hubiera estado al lado de Dios cuando creó el universo, le habría dado algún consejo”. Parece que estas palabras las pronunció el rey Alfonso X el Sabio, cuando la confección de las Tablas Alfonsíes, aparecidas el 3 de junio de 1252.
Se dice que las personas obran según Dios les encamina. Pero es que algunas son como los venados, que por la edad ya están cuernicumplidos y con las cuernas en el peso justo. Pues se les queda toda la genitura en la berrea. Que sea el tiempo el que se encargue de sentarles las costuras, que algunos parecen mulas de varas, aunque gasten boina capona, a los que el clásico les recetaba una lavativa de yeso. Como dice nuestro refranero, a la larga el que nace lechón muere gorrino.
Lo mejor será no permanecer negativos frente a la vida.
-Oiga, el pescador está seguro de que el río estará mañana en su sitio.
-Sí, señor, pero no sabe si habrá peces.
-Pues bien empezamos el año.
Me gusta decir que hay que llevar la vida con aseo, aunque a veces se nos cruzan malas neblinas por la cabeza. Que los niños son los únicos que viven en una edad en la que no existe la muerte.
Cielo acorderado, al tercer día mojado. Eso te lo puedes creer o no, sea invierno o verano. Pero en ocasiones te encuentras a gente que te deja el pensamiento en un tiemblo. Y la pregunta es inevitable:
-¿De verdad ése fue el espermatozoide más rápido?
Algunos de nosotros ya estamos en edad de vagar, como dicen en los pueblos castellanos a los jubilados, cobren o no la gratis. Ya sabes, la gratis no es otra cosa que la paga extra que nos alcanza dos veces al año. Y no somos sabios de taberna, oiga usted.
-¿La taberna? Buena parroquia es esa para decir misa.
Feliz Navidad y, a ser posible, que el año entrante no llegue con el gesto achulado de rascabuche ni con cara de acelga, que el censo del agua ya quedó más antiguo que el impuesto del chisquero, de los llamados de resorte.
La periodista Beatriz Manjón contaba que, en cierta ocasión, le preguntó a una invitada:
-¿Cuál es el elogio que más le gusta?
-¡Ay, neniña! –respondió.- No conozco a ningún Eulogio.
Por suerte, Eulogio no es tu nombre.
Afuera, tras el cristal, la noche se va derramando mansamente sobre la ciudad que ya duerme.
Amigo Paco, te felicito por tu maestría y tu buen saber hacer. Enhorabuena por todos tus logros y por tu lucha constante. Supongo que llevas los días con buen tino. Y si la salud anda bien puesta en su sitio, pues no se le puede pedir más a la vida. Te deseo éxito en todos tus trabajos pero, sobre todo, mucha paz.
Deseo que, con el lucero del alba, te llegue mi abrazo y el calor de la amistad.
Fdo.: José Luis de Tomás